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jueves 07 noviembre 2024

La decadencia de la verdad

por Leo García

Al paso del tiempo buscar confirmar algo en los hechos comprobables será más complejo, no por el ejercicio mismo de la comprobación, sino por la validez que se le pueda dar. La realidad esta dejando de ser relevante para asociarla como la verdad de una afirmación, conocimiento, o hasta un suceso.

La verdad es una más de las manifestaciones de la percepción de una persona, es la forma en que construye sus ideas, pensamientos, juicios y los da por validos al relacionarlos a su realidad.

La investigadora Jennifer Kavanagh propone que hay cuatro aspectos que son los que principalmente están afectando la relación que se construye entre información sustentada, un hecho comprobable, o cualquier otra forma de dato para aceptarlo como la verdad y en consecuencia como la realidad objetiva.

Salvador Dalí – Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar, 1944_510 (1974.46)

Primero, una cada vez mayor disonancia entre los hechos y su análisis e interpretación analíticos. Como por ejemplo se puede citar cuando un mismo hallazgo medico puede explicar beneficios y efectos dañinos a la salud, lo que puede ser aprovechado para sustentar narrativas a favor o encontrar limitando la capacidad de aceptarlo como uno de los dos únicamente. Basta asomarse a la narrativa antivacunas para tener una mejor idea, o como con frecuencia sucede, las eternas discusiones en temas de nutrición.

Segundo, una línea cada vez más borrosa entre información y opinión. Las redes sociales han jugado un poderoso papel en este punto donde cada usuario puede ser considerado por sí mismo una fuente de información a quien se le confiere más validez en sus supuestos basados en una perspectiva personal, una opinión, que al hecho mismo; siempre desde la limitada perspectiva de un circulo de influencia construido a partir de afinidad por identificación.

Tercero, una cada vez mayor influencia de la propia opinión y la experiencia personal por encima de la información comprobada, e incluso del suceso por sí mismo. Es decir, relacionado y en ocasiones como consecuencia de la misma influencia del circulo de interacción que el usuario construye, se opta por aceptar solo lo que refuerza los códigos preexistentes dándolos por válidos pese a que la información sustentada y los hechos mismos, lo contradigan. “Yo tengo otros datos”.

Finalmente, una cada vez menor confiabilidad en las fuentes de información. El golpeo sistemático, reiterado, desproporcionado, contra instituciones, expertos, organizaciones internacionales, los medios y principalmente los periodistas, no tiene como objetivo realmente a las instituciones, los medios o a los periodistas en sí mismos. El objetivo amplio es destruir la confianza en ciertas fuentes y reforzarla en otras, según convenga.

En la investigación lo que se ha comprobado es que este fenómeno afecta a todos los aspectos de la vida social, pero la fuente principal que está contaminando la conversación e induciendo este cambio de comportamiento es la política, que a la vez son los principales interesados en sostener esta dinámica.

No es lo mismo que una empresa tenga que buscar fuentes confiables de información y ofrecer métodos legítimos de persuasión para el consumo de sus productos o servicios, que un agente político, el que sea, aproveche la capacidad de ofrecer hechos parciales o narrados de manera conveniente para satisfacer los prejuicios de una audiencia objetivo.

Este es el efecto más nocivo de los bulos, las fake news, en la era de la posverdad al erosionar la confianza en los expertos, medios, pero además hasta en la academia. El conocimiento se está sustituyendo progresivamente por narrativa ideológica. Ahora las fuentes son vistas y tratadas de antemano con escepticismo siendo repelidas por la conveniencia o no desde la perspectiva subjetiva de la audiencia.

Lo más complejo de entender es que la principal causa en el daño cognoscitivo es propio de la naturaleza humana y su dificultad de integrar nueva información como conocimiento que exige primero tener un sustento con el cual aceptarlo acorde a los códigos preexistentes, siendo que más bien eso propicia aceptar narrativas que solo se acepten por confirmación y afinidad, aunque no sean reales.

Estas dinámicas disfuncionales de comunicación no parecen tener una solución cercana, la posible ruta que se exige para revertir el modelo pasa por iniciar procesos de educación que enseñen un pensamiento analítico y crítico. Pero una generación no puede dar lo que no tiene.

El escenario empeora cuando además se observa que los gobiernos que han venido emergiendo en buena parte lo han hecho logrando influir en la audiencia, sus votantes, aprovechando y hasta propiciando estas dinámicas.

La polarización es el caldo de cultivo ideal para alimentar la dependencia de una audiencia que busca refuerzo de identificación y no desafío a sus códigos preexistentes. Es más sencillo inducir los mensajes adecuados para mantener una audiencia simpatizando con quien de antemano ya ha logrado una identificación, que inducir una sana discusión en búsqueda de soluciones cuantitativas pero que puedan llevar al cuestionamiento del propio usuario.

Hagamos red, sigamos conectados.

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