marzo 10, 2025

La educación artística en la SEP de la 4T

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Para nadie es secreto que, por décadas, en nuestro país la cultura, de forma más acentuada el arte, no ha tenido importancia en los planes de estudio gubernamentales.

Al respecto, el cambio más importante y significativo ocurrió hace 25 años, en la reforma educativa del ciclo escolar 2007-2008, en la que la música y el dibujo pasaron, de ser tallercitos de relleno, a convertirse en materias curriculares bajo el rubro de “Artes”. Desde entonces se amplió el tiempo dedicado a ellas: pasó de una a tres horas semanales en la currícula.

La materia se enseñaba desde cuatro ejes:

  • Artes y entorno
  • Apreciación estética y creatividad
  • Elementos básicos de las artes
  • Práctica artística

Se brindaban cuatro opciones para abordarlas: teatro, danza, artes visuales y música. El estudiante, guiado por un profesor experto en alguna de esas disciplinas, trataba los cuatro ejes con un enfoque específico en su disciplina; sin importar cuál fuera, el estudiante reconocía las diferentes etapas del hacer artístico a través del tiempo y el espacio, la influencia de la ciencia, la tecnología, la política, la ideología y otros elementos que conforman las sociedades. De manera más detallada, conocía los elementos propios de las cuatro disciplinas mencionadas para que, como resultado de ello, lo expresara en una manifestación artística. Es decir, se pasó de un simple “tocar la flautita” y “hacer dibujitos”, a tener un conocimiento artístico significativo.

Si hablamos de contenidos, concretamente en la música, los estudiantes conocían las diferentes expresiones que han existido desde la prehistoria hasta nuestros días en los ámbitos popular y formal en toda la faz de la Tierra; valoraban a los compositores, reconocían formas regionales, formales y populares, así como los instrumentos musicales propios de ellas; distinguían los elementos de la disciplina (melodía, ritmo, armonía y timbre), aprendían a leer y escribir partituras y la teoría musical detrás de ellos; finalmente, con el apoyo de entrenamiento auditivo y técnico, podían cantar o tocar el instrumento de su preferencia de forma individual o grupal. Algo similar sucedía con teatro, danza y artes visuales.

En estos días de transformación y descarado adoctrinamiento, tristemente la “Nueva Escuela Mexicana” nos entrega el plan de estudios para artes, cuyos contenidos, entre otros, son los siguientes:

  • Identidad y sentido de pertenencia
  • Memoria colectiva
  • Procesos creativos para erradicar expresiones de violencia
  • Vida saludable para difundirlos en medios de comunicación
  • Herramientas creativas que favorecen la inclusión
  • Sistemas alternativos para personas con discapacidad

La pregunta obligada es… ¿dónde están los elementos musicales?

De un gobierno que ha demostrado su desprecio por la cultura y las artes, que ha puesto al máximo órgano rector de la educación en manos de personajes tan cuestionables como Marx Arriaga o Delfina Gómez, quizá no deberían sorprendernos estas actitudes y planes destructivos, ya que, en su profunda ignorancia, siempre ha considerado al arte como algo elitista, y quiere que los niños y jóvenes de primaria y secundaria desconozcan quienes fueron Bach, Mozart o Beethoven, Elvis Presley, Paul McCartney o Michael Jackson y, peor aún, Pedro Infante, Vicente Fernández o Juan Gabriel. Que no sepan distinguir una sinfonía de una sonata, el rock’n’roll del jazz o un jarabe de un corrido. Y ya ni pensar que puedan saber de la música de otros lugares del mundo.

Si bien a todos nos espantó la intención de normalizar en los libros de texto la vulgar e inculta manera de hablar del presidente (“votastes”, “subiste para arriba”, “honestidát”, etcétera), a quienes vivimos de la enseñanza del arte nos preocupa verdaderamente este enfoque de la Nueva Escuela Mexicana.

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