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martes 17 septiembre 2024

“El concierto del Tejado”

por Marco Levario Turcott

El 30 de enero de 1969 debería inscribirse dentro de las calendas más destacadas de la música. Ese día los Beatles realizaron una sesión de grabación en el tejado del edificio Apple Records, en Savile Row, Londres, como parte del proyecto “Get Back” y la película “Let It Be”, sin saber que nunca volverían a tocar juntos para el público.

John Lennon lucía un abrigo marrón claro, gafas redondas y el cabello revuelto. Paul McCartney vestía una composición de tres piezas oscuras y una camisa blanca de rayas ténues. George Harrison llevaba un abrigo negro, camisa bermeja, pantalones verdes y tenis blancos mientras que Ringo Starr vestía una gabardina roja. Billy Preston portaba una sonrisa radiante y un dejo de desconsuelo en la mirada.

Eran las 12:30 horas, los Beatles subieron al tejado y comenzaron a tocar. El viento helado tejía en sus rostros y los dibujaba más serenos. George estaba ahí porque debía estar, así lo advirtió antes, luego de decir que él quería hacer un disco con todo su material. Lennon vivía el momento. Paul intentaba llenar de energía al grupo para mirar juntos el horizonte de un concierto masivo. Preston abría un regalo que la vida le dio sin esperarlo en tanto que Ringo sabía que todo había terminado.

Los Beatles iniciaron con Get back (años después, John aseguraría que Paul se la dedicó a Yoko aunque en su primera versión había sido pensada como una pieza de protesta). La gente se concentraba poco a poco en las calles. Había sorpresa, curiosidad e indignación. Siguieron con “Don’t Let me down” (que años después, Lennon aseguraría haber dedicado a Yoko como respuesta a Paul). Al costado de ambos, la mirada displicente de George, harto del rejuego de egos y de no haber sido valorado como él creía.

Un anciano, típicamente inglés, es decir, con humor flemático, sonreía bajó el bombín gris de casmir. “Me encantan los Beatles”, señaló. “Visten bien y son buenas personas, mi hija podría ser novia de cualquier de ellos porque, además, tienen dinero”. Pero la estupidez es ilimitada. No todos estaban contentos. La estupidez no se debía a que no supieran que tenían arriba de sí a una de las mejores bandas de toda la historia, no. Eso siempre será un asunto de gustos. La estupidez se debía a que a decenas no les gustaba que se alterara el orden o que se interrumpiera su siesta, como reclamó una urraca emperifollada o como graznó el joven cuervo enjaulado en un traje Príncipe de Gales: “¿Qué ridiculez es ésta? Tocar en una azotea, ¿quién se creen que son?”. Instantes después, respondería la banda con la garganta desgarrada de McCartney y la ejecución de “I’ve Got a Feeling” con la que, en los ensayos, bromeaba imitando a Martin Luther King.

Entre la multitud que ya se había reunido, varias muchachas expresaban su gusto por Ringo y otras por Paul. Unas más no sabían quiénes eran pero comentaron que se escuchaba bien, con esa intensidad tan inglesa. Junto a ellas, dos aves gordas de plumas grises, murmuraron entre sí, “Estos jóvenes perturban el orden público. ¡Qué escándalo!, deberían detenerlos. “One After 909” fue la respuesta, una canción que Lennon había escrito seis años atrás. George tocó una primera nota incorrecta pero no importó, abajo la mayoría de las personas sonreían y en el disco el error sería corregido. Más aún, ahí sí sería incorporada una de las melodías más dulces de la producción: “For You Blue”.

Pero el sueño estaba terminando. Los policías Ray Dagg y Ray Shayler entraron al edificio a las 12:45 horas, seguidos por el sargento Ray Canterbury. El grupo no detuvo la sesión y entonó “Dig a Pony”, creada por Lennon, a la que más tarde consideraría basura (no obstante haberse inspirado en Dylan). Enseguida los Beatles repitieron “Get Back” y todo acabó. A las 13:20 horas John Lennon anotó: “Me gustaría dar las gracias en nombre del grupo y nosotros mismos. Espero que hayamos aprobado la audición”. Mientras, sus amigos bajaban presurosos al estudio.

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