El culto a la personalidad es un recurso que implementan los líderes populistas y dictadores, tanto de izquierda como de derecha, para cimentar su dominio unipersonal. Politólogos, historiadores y biógrafos han estudiado con detalle sus características en las dictaduras de Hitler, Franco, Mussolini, en las de Stalin, Ceausescu, Pol Pot y, más cercanamente, en los largos mandatos de Perón y Trujillo en Argentina y República Dominicana, respectivamente.
Entre tales estudios sobresale la aguda reflexión de la escritora china Jong Chang en su libro Cisnes salvajes, quien nos hace ver que, paradójicamente, el culto a la personalidad tiene como su corolario esencial el culto a la impersonalidad.
En su libro la autora revisa críticamente la idolatría al Gran Líder, a partir de su propia experiencia de niña y joven en la China de Mao Tse Tung. Testimonia la manipulación de los tristes recuerdos que la gente conservaba de su pasado y la alerta dosificada permanentemente en contra de “los enemigos de clase”. Éstos eran presentados como crueles malhechores que querían arrastrar a China a una época anterior, en la que los niños perderían sus escuelas, su calzado de invierno y sus alimentos. Desde 1949 se había impuesto el poder de la República Popular, pero la dirigencia china recurría a esa figura en las décadas siguientes para justificar el régimen de un solo partido y, durante la denominada Revolución Cultural, sirvió a Mao para establecer su dictadura unipersonal, previa purga y eliminación de los dirigentes del Partido Comunista que no le eran incondicionales.
La dirigencia maoísta difundió la vida y obra de Lei Feng, un personaje pretendidamente del pueblo, de condición humilde, trabajador empeñoso, austero, caracterizado ante todo por su amor y devoción ilimitada al presidente Mao. En su diario, que era lectura obligatoria, emitía indicaciones como las siguientes: “Debo estudiar las obras del presidente Mao, prestar atención a las palabras del presidente Mao, seguir las instrucciones del presidente Mao y ser un buen soldado del presidente Mao”.
Desde hace más de dos años se lleva a cabo en México una operación sistemática de enaltecimiento del Presidente de la República, operativo en que han participado ciertos políticos e intelectuales orgánicos de la 4T y cuenta con el entusiasmo, muy bien pagado, de los mal llamados Servidores de la Nación. Es parte de esta operación colocar a López Obrador en el nivel de personajes de la historia y otras comparaciones aún más disparatadas.
Se induce entre la ciudadanía la fijación mental de un pasado ominoso identificado como “la etapa neoliberal” (para este efecto, se oculta con demagogia el hecho de que el modelo de política económica que sigue el actual gobierno es, en realidad, un neoliberalismo populista) y, siguiendo el patrón descrito, se creó discursivamente a “los conservadores” como los adversarios de una pretendida misión histórica, quienes tienen la intención de quitar al pueblo los apoyos que el Licenciado le dispensa. En ese arbitrario concepto se mete a todo aquél que critique a su gobierno.
Para representar el papel de Lei Feng en esta puesta en escena, López Obrador formó la burocracia de los Servidores de la Nación. Los caracterizó como benignos repartidores a domicilio de la Cuarta Transformación, sin intermediarios, e intentó dotarlos con una aureola de austeridad, desprendimiento épico y hasta heroicidad. Pero esta burocracia dorada ha sido incapaz de representar ese papel, pues degeneró con prontitud en virtud de los escándalos de moches, nepotismo y aviadurías que ha producido a raudales.
El coro teatral del culto a la personalidad quedó a cargo de los políticos e intelectuales de la 4T. Beneficiados con cargos públicos tanto para ellos como para sus familiares, debieron hacer a un lado sus propias convicciones, dejar atrás su trayectoria profesional y de lucha (bueno, los pocos que la tenían) y, sobre todo, justificar y defender con ahínco las ocurrencias presidenciales, aun al extremo de la ignominia.
En el guión de la 4T, al pueblo le corresponde aplaudir al líder y sus ocurrencias, abuchear al enemigo inventado y, como lo hubiera instruido Lei Feng, leer las obras del presidente, prestar atención a las palabras del presidente en sus “mañaneras”, seguir las instrucciones del presidente y ser un buen soldado del presidente López Obrador. En fin, practicar con empeño el culto a la impersonalidad en aras del carisma fabricado del Licenciado.
El otro lado de la moneda del culto a la personalidad es el culto a la impersonalidad. Es esta una verdad que devela el antídoto contra la imposición de un liderazgo unipersonal, que es el ejercicio de la libertad de pensamiento y que la gente piense por sí misma.
Cincelada: el PRD ratificó su lugar en la oposición de izquierda al deslindarse del alargamiento de periodo del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que fue aprobado inconstitucionalmente.
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