El estudio de la estupidez es un campo fascinante que a pesar de su aparente sencillez es algo en verdad complejo, con muchos recovecos. Fascinante, cierto, pero las cosas dejan de ser fascinantes para convertirse en tenebrosas y siniestras cuando nos damos cuenta de cuantas personas notoriamente imbéciles se encuentran en posición de tomar importantes y trascendentes decisiones que nos van a afectar. Eso, aparte de terrorífico, es fuente de gran ansiedad. El ejemplo más reciente y que vivimos en carne propia es la 4T, ya estamos en el nivel que nada nos sorprende de estas personas, pues su capacidad para inventar tonterías y destruir lo aparentemente solido es enorme.
En un hecho que por lo general tendemos a culpar a una perversidad intencional o a la malicia astuta la toma de esas decisiones que ocasionan graves daños a una sociedad. Ciertamente la perversidad existe pero cualquier estudio de la Historia, o de los eventos actuales, nos lleva a conclusión que la fuente más grande de los errores no es la perversidad ni la maldad, es la simple, pura y llana estupidez.
Otra cosa que nos sorprendente al investigar este asunto es el exiguo material dedicado al estudio de este tema. Con un poco de curiosidad nos enteramos de que existen departamentos universitarios con la tarea de analizar las complejidades de los movimientos de las hormigas en el Amazonas y su variación con las fases lunares, o la composición exacta de los eructos de un camello, pero nunca he sabido de una Fundación que apoye los estudios de la Estupidología.
La definición de estupidez es sencilla, se toma simplemente como torpeza y falta de inteligencia. Inteligencia se define, entre otras maneras, como la capacidad que se tiene para comprender, conocer, saber y aprender.
Establecido lo anterior, podemos considera que la estupidez es lo contrario de la inteligencia. Pero concretamente, ¿qué significa o que traduce la existencia y el hacer de un estúpido? Uno de los pocos personajes que ha dedicado tiempo y recursos para el estudio de la estupidez humana es Carlo M. Cipolla, profesor emérito de Historia Económica en Berkeley y es el autor del libro “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”. El libro, a caballo entre la seriedad y el humorismo analiza sin piedad este fenómeno.
Cipolla enuncia 5 leyes de la estupidez humana que son las siguientes:
- – Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.
- – La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.
- – Una persona estúpida es alguien que causa un daño a otro individuo o grupo de individuos sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.
- – Las personas no estúpidas subestiman el potencial nocivo de las personas estúpidas.
- – La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Ahora bien, estúpidos existen en todos lados, en todas las estructuras públicas y privadas y obviamente en todos los partidos. Los imbéciles los podemos encontrar tanto en la izquierda como en la derecha, no tienen orientación ni bandera específica.
Además, son unos borregos, solovinos diría el Sr. López, que cualquier partido político los quisiera como militantes pues en su infinita ignorancia son capaces de defender incluso las leyes que atentan contra sus propios intereses.
Finalmente podemos concluir que discutir con imbéciles es termodinámicamente oneroso por la energía que se consume en rebatir sus tonterías; pues para rebatir una a una todas sus estupideces se necesitan tres o cuatro hojas por cada una, ya que decir una tontería es fácil y rápido, pero para rebatirla se necesita tiempo, esfuerzo y un mínimo de conocimientos. Por lo tanto, ser imbécil está termodinámicamente favorecido, porque se ahorra energía.
Como podemos ver el asunto es interesante y nos pone a pensar, pero en serio.