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martes 08 octubre 2024

“El elefante Kumamoto”

por Marco Levario Turcott

En la sabana política de Jalisco, un elefante había caminado solo durante ocho años criticando a los grandes rebaños de los partidos que pastaban en el poder. Era Pedro Kumamoto. Tenía 28 años de edad y, aunque siempre ha sido gris, su barrito resonaba fresco e ingenuo pero firme. Más aún cuando denunciaba alianzas interestatales y búsqueda de cargos sin principios, lo cual le acarreó innumerables simpatías.

Esto es rigurosamente cierto. Sucedió una tarde húmeda de primavera. Al ver a Kumamoto, un viejo chimpancé lo saludó lleno de lágrimas porque, le dijo, “eres una inspiración para todos”. El paquidermo le sonrío de oreja a oreja y articuló varias palabras de agradecimiento. Para entonces se había ganado el respeto de muchos animales de la pradera, que veían en él a un defensor de la justicia y la transparencia. “Nos han logrado hacer creer esta idea lunática de que nada va a cambiar”, soltó Kumamoto y luego agregó: “Yo le llamo la derrota anticipada y tenemos que darnos cuenta de que eso no es cierto”.

Ese elefante contravenía con la creencia extendida de que los animales de su especie son inteligentes, pero su denuedo y una pizca de suerte le aglutinaron simpatías. Y él se sentía cómodo, tanto, que un día aseguró que en Zapopan nunca llegaría Morena, el partido del pasado según pregonaba, el que recortó apoyos a la cultura, al medio ambiente y a la prevención del delito. “Hay que detener a Morena”, arengó como si la frase fuera estandarte de guerra por lo que, además, formó un partido. El azar jugó a su favor porque, más allá de su precariedad intelectual, sus discursos calaban en un territorio donde los políticos tradicionales tenían muy poca credibilidad. Diez años después, sin embargo, sus palabras comenzaron a pesarle.

Cierto día, un grupo de animales liderados por un zorro, le ofrecieron al proboscidio que se uniera a su manada, prometiéndole que juntos podrían cambiar la llanura política de Jalisco y el podría asumir un cargo importante. Se trataba de apoyar a Morena. Kumamoto dudó, de su trompa habían brotado los peores juicios sobre esa opción populista. Finalmente, su deseo de poder y reconocimiento prevaleció. El dinero es uno de sus principales incentivos y entonces se unió a Morena. Quería ese cargo y para ello alentó a todos los animales a votar en favor de Morena y sus candidatos, incluida por supuesto Claudia Sheinbaum, a quien el presidente Andrés Manuel López Obrador eligió como candidata presidencial de la República de la Esperanza.

Quién sabe qué habrá sentido aquel chimpancé que años atrás había delegado sus ilusiones al elefante, lo que es un hecho es que éste se traicionó a sí mismo. Extravió la memoria, una de las facultades más preciadas de los paquidermos. Olvidó por qué había comenzado a combatir solo durante tanto tiempo: fue devorado por las fieras de la ambición. Con esa deslealtad contra sí mismo, Kumamoto también traicionó al reino animal. Quienes lo habían respetado y admirado ahora lo veían como renegado, un elefante que usaba su piel gruesa para ignorar los reclamos y, en cambio, sonreír ante las cámaras con sus colmillos desalineados y sucios.

Durante la campaña de Kumamoto salieron de su trompa abundantes alusiones a la relevancia de las alianzas o los pactos con los demás partidos para construir el futuro junto a otras frases tan recurrentes por la demagogia como los maullidos de un gato solo en el tejado. Trataba de justificar su decisión desesperadamente aunque eso profundizó más la decepción de quienes antes creyeron en él. Así, Pedro comenzó a caminar junto a Tatiana Clouthier, la urraca, o Citlalli Hernández, una ligera gacelilla, fotografiándose con ellas y los integrantes de la fauna política que, alguna vez, el elefante combatió. No se ha dado cuenta todavía de que jamás pertenecerá a esos circuitos salvajes. Simplemente es usado como insignia o, peor aún, como la cabeza de un animal cazado.

El Pedro Kumamoto fue un faro de esperanza, ahora es un eco lejano de los sueños perdidos: el chillido de un elefante extraviado.

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