Llora o se desgarra las vestiduras por el fallecimiento de alguna personalidad pública (que a veces tiene años de muerta y no lo sabía) pero regatea a la indígena por el precio de alguna de sus muñecas o algún otro producto.
Se queja de las pintas de las mujeres en las marchas pero nada dice de la violencia a la que están expuestas las mujeres cotidianamente.
Cree o comprende todos los desplantes de las niñas pedorras, incluso la difamación, en el nombre del feminismo.
Es gorrón hasta la ignominia. Su máxima es dado hasta un putazo.
Se cree ciudadano muy consciente desde la comodidad de su computadora.
Habla y habla pero a la hora de los madrazos se arruga.
Calla frente a la venganza disfrazada de justicia como lo es el encarcelamiento de Rosario Robles.
Tiene opinión para todo aunque casi nunca sepa nada.
Dice algo como “No estás sólo” o “Cuenta conmigo”, expía su buena conciencia y a otra cosa mariposa.
No quiere que el gobierno vaya por nuestros paisanos a China, no nos vayan a infectar.
Apoya la trampa si le favorece pero la repudia si le perjudica (en el futbol y donde sea).
Denuesta a personas homosexuales y lesbianas.
Votó por Andrés Manuel López Obrador y sabe que se equivocó pero se hace maje.
Cree que la vida es chingar o ser chingado.
La da más pena aceptar que se equivocó que el error mismo.
Hace buches con agua bendita pero trae las nalgas más sobadas que la mano artrítica de mi abuela.