Cuando Morena obtuvo su registro, hice un par de pronósticos.
1- Conforme se acercara la elección de 2018, el grueso del PRD (incluyendo a muchos críticos de Amlo), se pasarían a ese partido.
2- Muchos priístas, conforme se les terminara el espacio en su partido, buscarían refugio en Morena, y seguro lo encontrarían, incluyendo sindicatos y corporaciones.
Y es que a pesar de que muchos izquierdistas que nunca fueron del PRI ven mal que se acepte a cualquiera, a pesar de un turbio pasado, Amlo tiene otros datos.
Aunque él Líder Nato criticó las alianzas entre el PRI y el PAN como señal de corrupción, jamás mostró reticencia a aceptar a priístas, panistas y perredistas al margen de lo que hubieran hecho en esos partidos.
Lo que importaba era hacer a su partido más fuerte, no más honesto, contrariamente a lo que decía su discurso.
Y en efecto, Morena se ha alimentado de todos aquellos que pertenecieron a los partidos a los que se les culpa de todo (algunas veces con razón).
Pero al aceptar a esos personajes, queda más que confirmado que Morena no es distinto a los demás. No bajó de otra galaxia.
El propio Amlo calló ante los fraudes de 1986 en Chihuahua y el nacional de 1988, como buen priísta disciplinado que era. Si abandonó ese partido poco después, fue porque le negaron la candidatura que anhelaba, y el futuro PRD le abrió las puertas.
De hecho, Morena parece más la reconstrucción del viejo PRI, pero bajo siglas y colores distintos para engañar a millones de ilusos, cosa que ha logrado.
Pero a diferencia del PRI de Zedillo, que abrió las puertas a la democratización, este PRI guinda quiere cerrarlas para concentrar el poder bajo una lógica revolucionaria tradicional (de origen marxista y también del priísmo antiguo, pero que ahora renace en el modelo bolivariano del Foro de Sao Paulo, exaltado y emulado por muchos morenistas).
De ahí que a diferencia del PRI actual, con todo su oscuro pasado, Morena sí representa hoy en día un peligro para la joven e inacabada democracia en México.
El PRI actual no es santo, pero ya no puede echar abajo la democracia. Morena sí, y lo está haciendo gradualmente.