Desde hace tiempo el Presidente trae al Tribunal en la mira, lo cual se vino a confirmar ayer cuando hizo referencia a él. Este tipo de opiniones ha cargado el ambiente de animadversiones en contra de instituciones nobles que mucho han ayudado al proceso de la construcción democrática.
El desproporcionado uso del lenguaje ha sido uno de los instrumentos que provocan las confrontaciones de estos últimos años. El Presidente ha atacado a quienes llama “adversarios”, sin soslayar lo que muchos de ellos y ellas expresan cuando hablan del mandatario.
Las palabras pesan y calan y en muchas ocasiones acaban dejando huellas que no se borran. En el caso de la política y de las relaciones humanas, el uso del lenguaje se convierte en una de las definiciones de la gobernabilidad y de las relaciones interpersonales.
Es inevitable que a veces abusemos de las palabras; sin embargo, éstas adquieren diferentes dimensiones y más cuando quien las emite son los gobernantes o las altas autoridades de una sociedad. Las del Presidente trascienden de manera significativa, porque es un personaje de gran influencia y peso.
Es evidente que el uso del lenguaje pasa por todos nosotros y todos de alguna manera cargamos responsabilidades sobre ello. Pero desde el ejercicio del poder, desde el poder y por las responsabilidades que esto contiene, las palabras en ellas y ellos adquieren otra dimensión.
Estamos en algo así como un callejón sin salida en el corto y mediano plazo. Lo que pasó en la Facultad de Derecho de la UNAM es una manifestación más de ello. Podrán ser sólo dos o tres cartulinas en que se presenten consignas contra quien fuera presidente del INE, podrá ser también un llamado a una manifestación para impedir que Lorenzo Córdova ejerza su derecho a dar clase, o podrá plantearse lo que se quiera, pero lo vivido estos años con el uso de un lenguaje confrontativo habría llevado a que seguidores del Presidente, o eventualmente provocadores, quieran hacerse valer para sumarse al descrédito y la intransigencia definida particularmente por el Presidente, en un año, por cierto, de elección de rector en la UNAM.
Quisiéramos creer que se respetará el derecho de Lorenzo Córdova en donde se formó y ha sido académico. Provocar una confrontación o hacer a un lado a Córdova cae en la intransigencia, la cual se puede extender a otros ámbitos en donde cualquier persona que no sea reconocida por el poder presidencial sea desacreditada y la terminen dejando en la inmovilidad ante el escarnio público.
Todo indica que muchos legisladores de Morena no se preguntan por el valor de las instituciones, siguen el discurso del Presidente sin cuestionarse nada. En el caso del Tribunal pareciera que buscan intentar a como dé lugar señalarlo y quitarle atribuciones, lo cual no sólo le quita capacidad, sino también fortalece la partidocracia para que los partidos sean virtualmente intocados.
Para afectar al Tribunal tiene a los legisladores, quienes se encargan de instrumentar cualquier tipo de reforma con tal de cumplir con el mandatario.
Con el Inai está en rumbo de algo parecido. Como no se van a poner de acuerdo en nombrar a los comisionados, se les ha ocurrido que en lugar de siete sean cuatro, cuestión que, de entrada, elimina los contrapesos; el número de comisionados en el Inai y en todas las instituciones debe ser non.
En medio de todo esto se encuentra una oposición blandengue, la cual insospechadamente apoya los cambios al Tribunal, los riesgos se acentúan rumbo al 2024; en eso andamos y seguiremos.
RESQUICIOS.
Lo lógico sería que ante la acusación de la FGR contra el director del INM éste pidiera una licencia que permita que se investigue libremente y a fondo sus presuntas responsabilidades. Ya se vio que el Presidente no lo ve así, como sea, después de más de 4 años ojalá el horror de la estación migratoria les haga ver la migración de otra manera.