Muchos críticos, disidentes y opositores a Morena, confían en que, con las debidas medidas, se le puede arrebatar la mayoría en 2027 y desalojarlos del poder en 2030. No puede descartarse.
Pero eso exigiría algunas condiciones que no están garantizadas, como un descontento mayoritario (que sin duda va creciendo), gente que no vota dispuesta a hacerlo ahora, y que la oposición presente un frente común (algo que por ahora no se ve).
Sin embargo, aun si la estrategia funcionara y la oposición ganara con claridad, se podría remover en efecto a Morena… si estuviéramos en una democracia (como la que todavía teníamos en 2018).
Pero ahora estamos en un régimen autoritario. Y éstos, suelen manipular, modificar o desconocer los resultados si les son desfavorables (la definición de democracia de Amlo es que Morena tiene que ganar, pues si no lo hace, hubo fraude y por tanto antidemocracia).
Un claro ejemplo de esto ocurrió en la elección venezolana de 2024, cuando la oposición logró unificarse, y una abrumadora mayoría descontenta con la dictadura salió a votar.
La oposición logró una clara mayoría de 67 % frente a 33 % para Maduro.
Pese a lo cual , la dictadura usó su control político para desconocer su derrota, y ahí sigue todavía, aunque cada vez más desprestigiada (si cae, será por la presión de EEUU).
Eso lo explicó con detalle María Corina Machado en el documento que envió a la ceremonia del Premio Nóbel de la Paz en Noruega. Ahí dijo, entre muchas otras cosas:
“Llegó el día de la elección, el 28 de Julio 2024. Antes del amanecer ya había filas que daban la vuelta a las cuadras, y en el aire se sentía una esperanza temblorosa y contenida.
Nuestro sistema de seguimiento en tiempo real mostraba una participación creciente en cada Estado y en cada pueblo.
Luego comenzaron a llegar las actas electorales, la prueba sagrada de la voluntad del pueblo: primero por teléfono, luego por mensajes, después en fotografías, más tarde escaneadas y finalmente llevadas a pie, en moto, en mula o incluso en canoa.
Llegaban desde todas partes. La verdad emergía por doquier, mientras miles de ciudadanos arriesgaban su libertad para proteger aquellas actas.
Frente a la irrupción de nuestra victoria abrumadora, el régimen emitió una orden desesperada: los soldados debían expulsar a nuestros testigos de los centros de votación e impedir que recibieran las actas originales a las que tenían derecho por ley. Pero los soldados desobedecieron.
Todas las actas contaban la misma historia. En cuestión de horas logramos digitalizarlas y publicarlas en una página web, para que el mundo entero pudiera verlas.
La dictadura respondió aplicando el terror. 2.500 personas fueron secuestradas, desaparecidas o torturadas.
Marcaron sus casas, tomaron a familias enteras como rehenes. Sacerdotes, maestros, enfermeras, estudiantes: todos perseguidos por compartir un acta electoral.
Crímenes de lesa humanidad, documentados por las Naciones Unidas; terrorismo de Estado, usado para enterrar la voluntad del pueblo.
A más de 220 adolescentes detenidos tras las elecciones los electrocutaron, golpearon y asfixiaron hasta forzarlos a decir la mentira que el régimen necesitaba difundir: que habían sido pagados por mí para protestar.
Mujeres y adolescentes encarceladas siguen hoy sometidas a esclavitud sexual, obligadas a soportar abusos a cambio de una visita familiar, una comida o el simple derecho a bañarse.
Aun así, el pueblo venezolano no se rinde.”
Desde luego, nuestro nuevo autoritarismo no se compara en rigidez y represión a la dictadura venezolana, pero para allá vamos. Ojalá estemos a tiempo de evitarlo.

