López Obrador nunca ha dejado de estar en campaña. Como Presidente se la ha pasado entre gobernando y militando, lo cual es intrínseco a su persona.
Enarbola sus propias causas sin importarle particularmente a estas alturas la dinámica de la sociedad, el cargo que ostenta, el papel de su partido, el cual fue construido a su imagen y semejanza.
Con motivo de su convocatoria a la marcha del 27, ha centrado su propuesta en que lo hace, porque se lo pide “el pueblo”. Morena le servirá para la instrumentación de la movilización para terminar por ser un instrumento más que le permite la acción política, pero es muy claro que con partido o sin él, va por la libre y no hay quien se atreva a hacerle algún tipo de observación y menos aún reclamarle.
El partido le resulta importante para establecer los términos de su sucesión y para decidir a través de él a quien lo sustituya y, sobre todo, que garantice la continuidad de su proyecto. Para ello está echando a andar la estrategia que mejor maneja, la cual nunca ha dejado de utilizar, que es la de desarrollar campañas políticas en las que convoca y arenga a sus seguidores.
Algo puede estar visualizando respecto al significado que tuvo para la sociedad la marcha del domingo 13. No es casual que esté echando a andar movilizaciones junto con un discurso agresivo que coloca al militante y agitador por encima del Presidente.
López Obrador ha planteado que el objetivo de la marcha es informar sobre lo que se ha hecho estos cuatro años, pero subyace también la idea de que pudiera estar visualizando futuros problemas electorales.
En la mañanera del viernes quedó la impresión de que el Presidente trató de atemperar las cosas sobre el sentido de la marcha. Ponderó que el acto es para festejar lo que se ha hecho, será una fiesta dijo, dejando por ahora cierta belicosidad contra la marcha, la cual cada vez queda más claro que le molestó y lo obligó a cambiar sus estrategias.
La movilización convocada por el Presidente tiene una perspectiva que apunta a echar a andar la campaña por la Presidencia y el Congreso, en sus palabras, no se puede dejar al Ejecutivo como florero si no se tiene el control en el Legislativo.
El viernes trató de darle un giro al asunto al decir que no recuerda haber dicho que hay que votar masivamente por algún partido en particular. No hay manera de pensar ni por asomo que se estuviera refiriendo a otro partido que no fuera el suyo; agreguemos que sus palabras están en los terrenos de una eventual violación a la ley electoral, lo que por lo visto no necesariamente es un tema que le preocupe.
Si en 2018 fue contundente el triunfo de Morena no tiene cómo repetirlo en 2024. Ninguna de las “corcholatas” tiene el halo de López Obrador ante buena parte de la población. A pesar del desgaste, el tabasqueño en el aquí y ahora ninguna de las “corcholatas” se le acerca, más bien se ven lejanos y en algunos casos no terminan por convencer.
Por más que en el imaginario colectivo el Presidente sea como un fantasma en el 24, va a tratar de ser un actor central porque a estas alturas se pueden estar corriendo riesgos altos en las elecciones. La reacción del Presidente ante la marcha ciudadana dejó varias interrogantes en los escenarios a futuro, los cuales parecían que estaban más o menos definidos.
El Presidente va a colocar a una de sus “corcholatas” como la extensión de su proyecto. Todo apunta a que quien se lo garantiza es la Jefa de Gobierno. Ella lo sabe y actúa con descarada empatía con todo lo que tiene que ver con el tabasqueño.
López Obrador se ve como un antes y un después; sin embargo, son demasiados los pendientes en su proyecto como para que ande adelantando juicios y tiempos.
RESQUICIOS.
Qatar tuvo suficiente tiempo para buscar maneras de convivencia con motivo del mundial, no lo hizo. Qatar tuvo el tiempo suficiente para tener un equipo de futbol competitivo, tampoco lo hizo.
Este artículo fue publicado en La Razón el 21 de noviembre de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.