En la urgencia de regresar a lo que hace no mucho llamábamos “normalidad”, habrá que insistir que el país sigue en medio de la pandemia que, por más que las autoridades quieran atemperar, es crítica.
El cambio de color del semáforo ha provocado confusión y que se interprete como cada quien quiere. Las autoridades deberían ser pacientes y enfáticas para explicarnos. Si bien los ciudadanos nos hemos ido familiarizando adquiriendo un código verbal y de hábitos, las autoridades deben entender que hay muchas cosas incomprensibles.
Tiene lógica que la información sea por momentos confusa. Las cosas cambian día con día y ocurre que por más que vayamos entendiendo lo que pasa todo es susceptible de cambio.
El tema de las personas fallecidas es uno de los casos. De un día a otro se puede tener una gran cantidad de registros de fallecimientos sin quedar muy claro si tiene que ver con lo que pasa en el ayer a hoy, o resulta que se acumulan en la medida en que va llegando nueva información. En esta maraña pareciera que se olvida que las personas fallecidas tienen nombre y apellido, lo que ha llevado a la insensibilización sobre la vida y la muerte.
Al Gobierno le ha faltado presentar una explicación básica que permita a los ciudadanos tener elementos para actuar con certidumbre. A esto se ha sumado un voluntarismo contraproducente. Muchas de las explicaciones del Presidente para mostrar avances o finalización de etapas han terminado por enfrentar la terca realidad. Ha sucedido que al día siguiente de ello el vocero nos interpreta lo dicho por el mandatario.
En varios momentos se han presentado reportes contradictorios que han terminado por confundir a los ciudadanos a quienes por principio hay que ofrecerles información precisa. Lo peor que puede pasar es que se interprete lo que se dice porque esto es lo que lleva a los grandes riesgos.
La experiencia alemana ha sido positiva por la claridad y a veces rudeza con base en el mandato de lo que deben hacer los ciudadanos, de la mano de información precisa.
López-Gatell es y va a ser el pararrayos, todo indica que éste será su destino. El problema en el camino son las consecuencias que las contradicciones internas pueden traer en la lectura ciudadana.
Presumimos que cuando entremos en una etapa medianamente sosegada podríamos enfrentar un escenario donde si las cosas son adversas se va a responsabilizar a los “especialistas”, bajo una suerte de a ellos les dejamos la responsabilidad, pero en caso contrario los elogios y reconocimientos se dirigirían a quien usted y yo sabemos.
Lo importante es atajar la interpretación que se está haciendo con el cambio de color del semáforo. No es un banderazo de salida, pero en muchos lugares así se interpreta. Los contagios andan por doquier y mientras no tengamos pruebas no tenemos claro ante qué estamos.
No conocemos el estado real de las cosas en lugares donde se concentra mucha gente, como es el caso del transporte público, los mercados y comercios en donde se ha venido presentando un relajamiento en que ha desaparecido la sana distancia y el uso del cubrebocas.
Para darnos una idea ayer se dio a conocer que 399 trabajadores del Metro fueron contagiados, de los cuales 55 permanecen enfermos y 18 fallecieron.
Las autoridades han sido reacias para hacer un alto en el camino y escuchar otras voces. Destacados científicos han presentado críticas fundamentadas sobre la estrategia oficial. No se trata de empezar de cero, más bien lo que se propone es el tener formas colaterales de abordar la pandemia, lo que incluye el muy delicado tema de las mediciones.
En muchos estados estamos en naranja sin tener muy claro por qué. Las prisas y las presiones podrían ser un mal aliado y regresarnos antes de lo que imaginemos al odioso rojo.
RESQUICIOS.
Una vez más. En medio de mutuas descalificaciones entre el Gobierno federal y el de Guanajuato la familia de El Marro ya está en su casa.