Turquía tiene una historia de amor-odio con los perros y eso, de tiempo atrás. En 1910 el Imperio Otomano decidió exiliar unos 80 mil perros callejeros a una isla desierta en el Mar de Mármara como parte de los “esfuerzos de modernización” desarrollados por las autoridades imperiales, a efecto de darle un aire más europeo al territorio. Un poco después se produciría el genocidio armenio a manos de los “jóvenes turcos.” Quizá Dian Fossey tenía razón: “el hombre que mata a los animales de hoy es el hombre que mata a las personas que se interponen en su camino mañana”, como le pasó a ella, victimada en Ruanda en 1985, tras su lucha para proteger a los gorilas de la montaña de los depredadores humanos.
En el islam, los perros son considerados seres impuros. Por lo tanto, prohíbe la tenencia de los lomitos en casa, so pena de que la persona pierda una o dos de sus buenas acciones cada día. Sin embargo, está permitido que los perros vivan en las calles y aquí el islam señala que son criaturas nobles que deben ser tratadas con respeto. En las calles, los peludos reciben alimentos de parte de las habitantes, pero también son los carroñeros al alimentarse de cualquier cosa que encuentren. Realizan labores de resguardo de los vecindarios. En el pasado, cuando las construcciones eran sobre todo de madera, los canes alertaban respecto a los incendios. Parecía entonces, que estos seres habían encontrado su lugar en una sociedad turca donde se acomodaron y acostumbraron a no tener hogar, o más bien, a hacer de las calles su morada. Pero esto no siempre fue así.
La visión de modernidad que empezó a imponerse en las últimas décadas del Imperio Otomano, sugería que los perros eran símbolo de atraso y miseria. Incluso se llegó a planear su exterminio para aprovechar sus huesos, piel y carne con fines económicos. Se habló de crear crematorios para terminar con sus vidas rápidamente. Al final se negoció un acuerdo con Francia a donde supuestamente serían enviados los canes para ser usados en la industria de la perfumería y de los cosméticos. Pero no se llegó a un arreglo económico entre turcos y franceses -aun cuando los otomanos decidieron hasta regalarlos a los galos, con tal de que se los llevaran, pero eso no ocurrió- y entonces se envió a los desafortunados lomitos a la isla de Sivriada, una especie de cárcel donde no había nada para sobrevivir, por lo que los perros murieron de hambre, ahogados -intentando nadar para huir del lugar- o víctimas de otros canes más fuertes quienes los devoraron. Este episodio llevó a que 100 años después las organizaciones defensoras de los derechos de los animales erigieran un monumento para recordar el holocausto canino mejor conocido como la masacre de Estambul. En 2010 la película Isla de ladridos del realizador Serge Avedikian se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, reavivando el debate sobre el maltrato animal. El film cuenta la historia del holocausto canino de 1910.
En la Turquía de hoy se estima que hay entre 100 y 150 mil perros callejeros. Se les puede encontrar tanto en la parte europea como en la asiática. Forman parte del paisaje y las personas los alimentan, limpian sus excrementos e incluso en las épocas de frío no faltan quienes colocan alfombras en las calles para evitar que los peludos pasen frío. Los peatones están acostumbrados a ellos, desarrollan sus rutinas laborales, religiosas, escolares u otras sin molestar a los canes.
En 2009 fue aprobada una ley que protege a los lomitos callejeros y castiga a quienes les hagan daño o les quiten la comida. Desafortunadamente la ordenanza ha probado ser insuficiente para protegerlos de agresiones y envenenamiento. En una sociedad tan polarizada, los perros suelen ser chivos expiatorios, tópico susceptible de manipulación, según determinados intereses políticos. Por ejemplo, a fines de 2021 una niña fue atacada y lesionada gravemente por dos pitbull en la ciudad de Gaziantep. Pese a que los pitbulls no eran callejeros, sino animales de compañía, el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan señaló que los animales callejeros deberían residir en albergues no en las calles, si bien el comentario del mandatario estaba dirigido claramente contra su adversario político, el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, quien había divulgado meses antes, las “aventuras” de un simpático callejerito, Boji, quien abordaba el transporte público y los ferris sin ayuda de nadie y se convirtió en una atracción y celebridad en la ciudad.
Un poco después del episodio del ataque de los pitbull, fue creada la app Havrita, la que posibilitaba a los usuarios reportar la ubicación exacta de los lomitos callejeros que encontraran a su paso. Y comenzó a ocurrir algo muy triste: decenas de peludos fueron encontrados muertos por envenenamiento en las calles, recordando aquella masacre de 1910. Ante las críticas de la sociedad y de organizaciones defensoras de los derechos de los animales no humanos, la corte de Ankara ordenó la cancelación del portal y la app de Havrita argumentando que matar a los perritos no solucionaría nada.
Previamente, Erdogan había tenido una visión más empática hacia los peludos que incluso le ayudo en su reelección. Para los comicios presidenciales de 2018, una indignante historia de maltrato animal aseguró la victoria del conocido político en la contienda. Un pequeño perro que ni siquiera tenía nombre -contaba apenas con 30 días de nacido-, fue encontrado en un bosque a las afueras de Sapanca. Sus gemidos tras haberle sido amputadas las cuatro patitas y su cola llamaron la atención de los lugareños, quienes lo llevaron a una veterinaria donde lamentablemente el perrito no pudo superar las heridas y murió. Ante el hecho, todas las fuerzas políticas externaron su indignación y Erdogan, aprovechando el momento, señaló que, si era reelecto, promovería una ley para combatir el maltrato animal. Acto seguido, apareció en Twitter en una fotografía acariciando a su cocker espaniel y señalando que la nueva ley incluiría penas de prisión contra quienes perpetraran acciones de maltrato contra los animales.
Erdogan fue reelecto y cumplió su promesa. La nueva ley aprobada por el parlamento en 2021 prohíbe vender gatos y perros en las tiendas y la ordenanza enfatiza que son seres vivos, no mercancías, además de que quien fuera encontrado responsable de maltrato animal podría enfrentar hasta cuatro años de prisión. La ley también establece que se prohíbe la cría y compra de razas “potencialmente peligrosas.” Se estableció un registro digital obligatorio para los propietarios de animales de compañía y tras algunos ajustes se estableció el 14 de enero de 2022 como fecha límite para que quienes poseyeran razas “potencialmente peligrosas” las esterilizaran y registraran ante las autoridades.
Como se ha visto, las necesidades de los políticos cambian. Erdogan es un viejo lobo: entre 1994 y 1998 fue alcalde de Estambul. Más tarde fue primer ministro entre 2003 y 2014. Posteriormente impulsó la reforma constitucional para que el cargo de presidente fuera electo, no designado por el parlamento. Tras el referéndum constitucional del 12 de septiembre de 2010 se aprobaron los cambios propuestos y a partir de 2014 asumió la presidencia, que ha retenido en dos elecciones y en los comicios más recientes, al no lograr imponerse con el 50 por ciento de los sufragios, enfrentará a su rival Kemal Kiliçdaroglu en una segunda vuelta -misma que se desarrollará el 28 de mayo.
Si bien hasta no hace mucho Erdogan era visto como invencible, el malestar por la situación económica y por la mala gestión de apoyos a los damnificados del terremoto del 6 de febrero pasado que cobró las vidas de más de 50 mil personas, hicieron que las críticas a su gobierno se multiplicaran. Sin embargo, en la primera vuelta obtuvo la victoria en 10 de las 11 provincias golpeadas por el terremoto del pasado 6 de febrero. La clave fue la promesa de que la reconstrucción se llevará a cabo de manera acelerada, mientras que la oposición no encontró la llave para mermar ese apoyo popular al presidente. En este sentido, Erdogan tal parece que se encamina a la victoria.
Epílogo
Y a propósito del terremoto del pasado 6 de febrero en Turquía, a donde México envió binomios caninos y apoyo material a las víctimas de los devastadores movimientos telúricos registrados, como se recordará, Proteo, un pastor alemán de la Secretaría de Defensa Nacional (SEDENA) falleció durante las labores de búsqueda y rescate en el país euroasiático. El hecho fue profusamente divulgado en medios de comunicación y redes sociales e incluso se le hizo una ceremonia al peludo con todos los honores por parte de la corporación cuando los rescatistas volvieron al país. La tendencia a emplear lomitos para mejorar la percepción pública de los cuerpos castrenses ya había sido vista durante el terremoto del 19 de septiembre de 2017 cuando Frida, la labrador de la Secretaría de Marina (SEMAR), saltó al estrellado, despertando simpatías en todas partes y dando pie a murales y muchas otras muestras de afecto de parte de la población.
Para las fuerzas armadas, involucradas en el combate de la delincuencia organizada, es importante mostrar un lado amable, en especial en el momento actual, cuando además desarrollan tareas que hasta no hace mucho eran efectuadas por civiles, como la administración de aduanas, la construcción de grandes obras de infraestructura, y ahora también, los programas sociales del gobierno federal, entre ellos los que se gestionan a través del Banco del Bienestar. La militarización del país, que produce seños fruncidos en diversos ámbitos, es contrarrestada con imágenes de los serviciales lomitos. Y para “abonar a la causa” el gobierno de Erdogan dispuso el envío de un precioso cachorro pastor alemán, llamado Arkadas, que ha causado furor en el país, no sólo por el gesto de ser una donación para agradecer a México por la ayuda humanitaria prestada en febrero, sino también para compensarlo por el deceso de Proteo. La ceremonia para recibir al pequeño Arkadas fue fastuosa y le dieron la bienvenida los binomios caninos adultos, más cachorros que serán entrenados en diversas tareas, alumnos de escuelas, todos ataviados con una especie de camiseta con las banderas de México y Turquía y funcionarios de la embajada turca en México. Arkadas es la nueva estrella de la SEDENA, con ese efecto de “distracción benigna” respecto a los roles cada vez más prominentes de las fuerzas armadas en la vida cotidiana de la sociedad, porque, siendo honestos, el pequeño pastor alemán es un lindo cachorrito y es difícil atender otros temas cuando aparece una imagen o video de él. Así, la forma impide ver el fondo.