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martes 15 octubre 2024

Estocada

por Pablo Majluf

Más allá de títulos formales, antier se restableció la Alianza opositora en el Senado por mera geometría política. Los senadores priistas olfatearon la manifiesta debilidad del régimen obradorista y se rehusaron a regalarle vida. Ese sentido vital –reflejo de sobrevivencia– era evidente: concederle los votos al régimen significaba regresarle un poder que menguaba desde las elecciones intermedias de 2021, cuando la oposición comenzó a hilar una serie de victorias: desde haberle hecho el vacío al presidente en la revocación de mandato, hasta haber rechazado la contrarreforma eléctrica, pasando por la moratoria constitucional. El dique funcionaba y el régimen –al menos en materia legislativa– estaba contra las cuerdas.

Por eso es que la traición de Alito y los diputados priistas al bloque opositor no tuvo ningún efecto real en el esquema mayor de intereses. Se trató simplemente de salvar a Alito de la hoguera. Consumar la traición no tenía sentido para el PRI, que se arriesgaba a ser engullido y con ello inflaba al régimen más allá de su tamaño real, apabullando a una oposición con complejo de inferioridad. Antier los senadores priistas –en especial Osorio Chong, Ruiz Massieu y Beatriz Paredes, quienes nunca titubearon– vieron al régimen en su justa dimensión.

CIUDAD DE MÉXICO, 21SEPTIEMBRE2022. FOTO: DANIEL AUGUSTO /CUARTOSCURO.COM

No es que Alito no lo viera. Al contrario: su rechazo a la contrarreforma eléctrica demuestra que leía bien la ecuación. El problema es que su reputación lo vuelve demasiado vulnerable. Por eso es que de ahora en adelante la Alianza opositora debe de fraguarse con los senadores priistas, para ir forzando desde adentro del partido la salida de Alito. Aunque la bancada del PRI en la Cámara de Diputados esté quemada, en el Senado ya demostró que aguanta y no hay razón para romper la moratoria constitucional por el resto del sexenio, particularmente ante la próxima reforma electoral que no sólo pretende destruir al INE sino dañar seriamente a los partidos opositores.

Desde luego que el régimen no se quedará con los brazos cruzados. Antier, al ver que no conseguiría los votos, retiró temporalmente la iniciativa militarista para comprarse tiempo unos días y poder intimidar y voltear a suficientes senadores de oposición. Van a apretar todo lo que puedan. Pero dicha presión ya la ejerció el régimen –según los testimonios, a través del Secretario de Gobernación– y los senadores ya resistieron. Apenas tienen que aguantar un poco más. La clave es no dejar de ver al régimen en su justa dimensión. Si se libra esa barrera, se abre todo el panorama para restablecer la Alianza –ahora sí formalmente–, coaligarse en Coahuila y el Estado de México, y formar un frente opositor con candidato único rumbo al 2024. La ruta es muy clara y los incentivos están alineados. A los idealistas nos gusta pensar en la Alianza opositora como un principio de resistencia republicana. Los políticos que la forman la pueden ver, si gustan, como un asunto de supervivencia

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