Leo en medios nacionales noticias sobre un viejo tema de discusión, la eutanasia en México. Con la idea de diseñar leyes que permitan que los pacientes con enfermedades terminales tengan acceso a una muerte digna, la Cámara de Diputados inauguró la Semana Nacional de la Eutanasia, el pasado 20 de junio, donde, por medio de foros, buscaron llegar a un consenso en este complicado tema.
La eutanasia no es ningún tema nuevo, y la experiencia nos muestra que invariablemente resulta ser un tópico que ocasiona una controversia que va de leve a intensa debido mas que nada factores religiosos y culturales firmemente arraigados en nuestro pueblo desde su formación familiar y escolar.
Como muchos saben, el pasado 1 de abril varios medios de comunicación difundieron la decisión del actor Alain Delon de recibir la eutanasia, lo que en estricto sentido es inexacto ya que en Suiza, país donde radica el actor, la eutanasia no es legal, pero sí lo es el suicidio asistido. La decisión, de acuerdo a lo manifestado por el actor francés de 86 años, fue tomada de manera consciente, libre y voluntaria tomando en cuenta lo deteriorado de su salud. El actor, que tiene un reconocimiento mundial y recursos que no tenemos el común de los mortales, no desea tener una larga agonía y prefiere morir en paz y con dignidad. Puedo asegurar que una buena parte de los mexicanos pensamos igual.
Literalmente eutanasia significa “buena muerte”, pero quizá sea eso el único detalle en el que todos estén de acuerdo. El tema por su amplitud se presta para que cada persona exponga, con mayor, menor o nulo sustento, su personal opinión. El problema, como siempre, no es el sostener opiniones antagónicas, sino que el opinante sepa de que está hablando.
El tema de la eutanasia cíclicamente adquiere notoriedad, pues es un asunto tan viejo como la humanidad, la ultima gran “ola” informativa sobre el tema se dio a finales del siglo pasado y principios de este con el caso del Dr. Jack Kevorkian, patólogo norteamericano al que sus detractores llamaron “Dr. Muerte” por su dedicación e insistencia a atender a pacientes desahuciados, terminales, esos que agonizaban sin ninguna esperanza en medio de dolores insoportables.
El Dr. Kevorkian cobró notoriedad mundial a finales de los años ochenta el pasado siglo, cuando anunció la apertura de su consultorio para ofrecer “orientación hacia la muerte. Su notoriedad aumento en 1990 cuando colaboró por primera vez en la muerte de una persona, acto que, contra varios consejos legales, publicitó ampliamente mostrando esa convicción tienen las personas que están completamente seguras de su actuación. Finalmente, en el año de 1999, es encarcelado, acusado de homicidio por haber ayudado a morir a una un paciente con esclerosis lateral amiotrófica.
Como consecuencia de sus ideas a sociedad se dividió entre quienes lo apoyaban y aquellos que lo veían como la reencarnación de Satanás. Sus opiniones y acciones llevaron a la sociedad a proponer cambios. Los enfermos terminales o personas aquejadas por problemas irreversibles deberían contar con el derecho de solicitar suicidio asistido. En los Estados Unidos, donde cada Estado se rige por leyes propias, en Washington y Montana el suicidio asistido es una práctica que ya se lleva a cabo de acuerdo a lineamientos médicos estrictos. En Suiza también existen dos centros donde se ejerce el suicidio asistido.
Los Estados Unidos, son en realidad un país un país un tanto cuanto mojigato, donde existen millones de personas de alto nivel educativo que suponen que la Biblia es un documento científico. Para esas personas la muerte la decide Dios y no los humanos. Por eso hay castigos para quienes se suicidan. No hay religión que tolere la muerte voluntaria y la sociedad no sabe cómo enfrentarla. Se limita a rechazar el suicidio o a considerarlo un acto de cobardía.
En México no existe una legislación clara que aborde la eutanasia. Es muy conveniente legislar sobre el tema partiendo de la base de que vivimos en un estado laico, donde la iglesia, cualquiera que esta sea, católica, presbiteriana, anglicana, testigos de Jehová etc. no tiene injerencia de los aspectos legales de la República.
Temas como este jamas se deben legislar “al vapor”. Deben integrarse diversos grupos de trabajo con Médicos, Abogados y Psicólogos. Pueden agregarse sociólogos, historiadores y algún otro representante de las áreas de Humanidades. Todos ellos de probada competencia académica.
Se trata de legislar para casos de pacientes terminales, con daños irreversibles, con dolores intratables mediante el arsenal terapéutico habitual. Pacientes que, con plena conciencia de su situación, debidamente informados de su padecimiento y enterados de sus nulas alternativas para un tratamiento útil, decidan que la vida que les queda, habitualmente semanas, ya no tiene ni va a tener una calidad aceptable para ellos.
La vida no es una obligación. La medicina tiene límites. Las personas tienen dignidad, son autónomas y son libres. Al dignificar la muerte se dignifica la vida.