Pocos lo recuerdan, pero el 10 de septiembre de 1994 se firmó el Tratado de Libre Comercio entre México y Bolivia. Eran los tiempos en que México era criticado en América Latina, por haber signado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá, sentenciando lo que ya estaba más que cantado: que el país depositaba su presente y futuro en una vinculación, a partir de ese momento, institucional, con Washington.
En aquellos años eran Presidentes de México y Bolivia Carlos Salinas de Gortari y Gonzalo Sánchez de Lozada, respectivamente. Sánchez de Lozada echó a andar reformas estructurales en su natal Bolivia similares a las emprendidas por Salinas de Gortari en México. Educado en Estados Unidos -como Salinas de Gortari- fue mandatario en el país sudamericano de 1993 a 1997 y de agosto de 2002 a octubre de 2003. Considerado más gringo que boliviano, dada la fluidez que tiene en el idioma inglés, debió salir del país tras una terrible crisis política generada en torno a la llamada “guerra del gas” -que implicaba la posibilidad de llegar a un arreglo con Chile para poder acceder a un litoral y de ahí vender gas a México y California, EEUU- aderezada con revueltas que paralizaron al país y de las que Evo Morales Ayma fue protagonista.
Cuando Sánchez de Lozada partió rumbo a Estados Unidos, le sucedió en el cargo Carlos Mesa, quien hubo de renunciar a su mandato en 2005 debido a más protestas de sectores sociales vinculados otra vez a Evo Morales. Nuevamente aquí las protestas tuvieron como tema central los hidrocarburos, a partir de la demanda por su nacionalización. Al irse Mesa, gobernó por un año Eduardo Rodriguez Veltzé (9 de junio de 2005-22 de enero de 2006). Fue a él a quien correspondió convocar a elecciones presidenciales anticipadas en las que Evo Morales resultó victorioso y a quien entregó la estafeta el 22 de enero de 2006. Como es sabido, Morales se reeligió en tres ocasiones y buscó un cuarto mandato. Por cierto que en 2010, Evo Morales denunció el Tratado de Libre Comercio con México, por considerar que no beneficiaba al interés nacional boliviano -y, presumiblemente, presionado por el Brasil de Lula para evitar posibles acuerdos para suministrar combustibles a la economía mexicana.
En los comicios bolivianos más recientes, celebrados el 20 de octubre -recordando que muchos consideraban inconstitucional la participación de Morales en una cuarta contienda electoral por la presidencia- se registraron numerosas irregularidades que generaron revueltas en diversas partes del país. El contendiente de Morales, Carlos Mesa -el mismo que sucedió a Sánchez de Lozada- acusó fraude, dado que, poco después de que se cerraron las casillas y comenzó el conteo de votos, Morales no lograba una victoria sobre Mesa del 10 por ciento para evadir una segunda vuelta. Coincidentemente, a las autoridades bolivianas “se les cayó el sistema” -como pasó en México durante los comicios de 1988, donde se presume que Salinas de Gortari cometió fraude con la ayuda/complicidad del entonces Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett- y cuando la información volvió a fluir, las cifras daban como ganador a Morales por 11 por ciento de los sufragios sobre Mesa, lo cual le permitiría al primero evitar una segunda vuelta electoral.
Dadas las irregularidades mostradas en el proceso y que la propia misión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) documentó, Morales se vio obligado a renunciar a la presidencia el 10 de noviembre, tras más de 13 años en el poder. Convertido Bolivia en un polvorín, Morales buscó acercamientos con cuatro países -Argentina, Perú, Chile y Brasil- los cuales le negaron el acceso a su espacio aéreo y entonces, el mandatario se acogió a la oferta mexicana de darle asilo político “por razones humanitarias.”
La tarde del 11 de noviembre, un avión de la Fuerza Aérea Mexicana partió rumbo a Bolivia para transportar a Morales al territorio nacional, con el permiso inicial de Perú, donde la aeronave mexicana tendría la posibilidad de cargar combustible y usar el espacio aéreo peruano. Eso sí ocurrió de ida, pero no cuando Morales estaba a bordo del avión. A la luz del recuento hecho el día de hoy por el canciller mexicano Marcelo Ebrard, fue necesario gestionar con diversas naciones del Cono Sur, los permisos necesarios para usar su espacio aéreo y que la aeronave mexicana pudiera traer al político boliviano. Según lo dicho por Ebrard, fue una maniobra diplomática complicada.
Así, se cierra un ciclo en la historia política de Bolivia: Evo Morales se va de manera análoga a como accedió al poder: tras movilizaciones sociales que antaño lo catapultaron a la primera magistratura de su país -deponiendo a Carlos Mesa- y que ahora lo llevan a dimitir -y donde Carlos Mesa vuelve a ser su antagonista.
Curiosidades de la política exterior de México
Evidentemente, la decisión de proteger a Morales en esta coyuntura es del Presidente mexicano López Obrador. Morales acudió a la investidura de éste como mandatario el 1 de diciembre de 2018. La empatía ideológica entre ambos es evidente. Hasta aquí todo bien, o casi.
Tras los comicios presidenciales celebrados el pasado 27 de octubre en Argentina, resultó victorioso Alberto Fernández, quien frustró la pretensión de un segundo mandato que buscaba el Presidente saliente Mauricio Macri. Criticado por Brasil, cuyo mandatario, Jair Bolsonaro se llenó la boca denunciando la mala decisión tomada por los argentinos y también señalando que no llamaría a Fernández para felicitarlo y mucho menos asistiría a su investidura el próximo 10 de diciembre, Fernández se encontró, de súbito, aislado en la región. Su vecino Chile padece una crisis político-social de gran envergadura que llevó incluso a que el Presidente Sebastián Piñeira cancelara las reuniones del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP25). Uruguay, donde también acontecieron elecciones el mismo día que en la Argentina, todo parece que virará a la derecha en la segunda vuelta. Por su parte, como se explicaba, la Bolivia de Evo Morales entró en un proceso de descomposición política del que aun no se sabe cómo saldrá librada. Otros países de la región también tienen movilizaciones sociales y crisis por diversas razones -Ecuador, Colombia, Haití y las opciones para gestionar una alianza en América Latina pensando en su próximo gobierno, se redujeron sustancialmente para Fernández. Fue así que, necesitado de oxígeno viajó a México para entrevistarse con López Obrador y gestionar una asociación que prometía mucho. Con todo, al Presidente electo de la Argentina, López Obrador lo recibió con frialdad, cancelando así la posibilidad de asumir un liderazgo regional en momentos en que Brasil se retrae. Así que a Fernández no le quedó más remedio que seguir su camino hacia Estados Unidos, donde, irónicamente, se encontró con el apoyo de Washington para las diversas negociaciones que su país deberá emprender con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Con este antecedente, sorprende el pronunciamiento de la cancillería mexicana tras los sucesos en Bolivia. El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, se refirió a los hechos como un “golpe” luego de que las fuerzas armadas bolivianas pidieran a Morales que renunciara. Si bien resulta chocante y peligroso que los cuerpos castrenses hagan este tipo de pronunciamientos -en especial recordando la historia de Bolivia-, los dichos de estos personajes no estuvieron acompañados de acciones, es decir, no gestionaron un golpe de Estado como tal. Ciertamente se ha desatado la violencia e incluso la casa de la hermana de Morales y la de él mismo fueron asaltadas. Su integridad física estaba comprometida, aunque actualmente, en medio de la turbulencia política, las fuerzas armadas no son quienes se han instalado en el poder en el atribulado país sudamericano.
No debe perderse de vista la extensa documentación generada por la OEA en torno a las irregularidades mostradas en los comicios recientes, las que colocan a Morales en una situación incómoda. ¿Por qué México recibió de manera tan fría a un Presidente electo democráticamente como Alberto Fernández -recordando que su orientación política e ideológica es perfectamente compatible con la del gobierno de López Obrador- y, en cambio, decide ofrecer y otorgar asilo político a un Presidente como Evo Morales que, presumiblemente incurrió en fraude electoral en los comicios más recientes?
Entonces… ¿el mundo importa?
El Presidente de México, quien no ha hecho un solo viaje al exterior a lo largo de su gobierno, ha insistido en que su prioridad es la política interna. Con todo, las circunstancias lo han obligado a voltear al mundo. Ha debido hacerlo por las presiones de Estados Unidos, quien ha amenazado con sanciones comerciales si la política migratoria mexicana no se dirigía a reducir las presiones de los migrantes que buscan primordialmente ingresar al territorio estadunidense. Ha debido ofrecer programas de apoyo económico a naciones centroamericanas justamente para contribuir a su desarrollo y, presumiblemente mitigar las presiones migratorias con destino a Estados Unidos -y ahora también a México. Ha optado por asilar a parlamentarios ecuatorianos como Luis Fernando Molina, Soledad Buendía, Carlos Viteri, considerados como “correístas.” Se reunió con el Presidente electo de Argentina, Alberto Fernández y ahora decide acoger al defenestrado Evo Morales.
La tradición de asilo de México no está en duda. Lo mismo abrió sus puertas a personajes de la talla de León Trotsky, que a los españoles tras el ascenso del franquismo, que a las víctimas de las dictaduras en el Cono Sur. Pero también México, hace 40 años, decidió acoger como asilado a un personaje muy controvertido: Mohamed Reza Pahlevi, el Sha de Irán, un acaudalado personaje, quien hubo de salir de su país tras la revolución islámica.
Necesitado de refugio, el Sha buscó la ayuda de Estados Unidos, Perú, Panamá, Marruecos. Pasó igualmente por Bahamas. Estados Unidos presionó a México para que lo recibiera. Fue así que el Sha llegó al país acompañado de su esposa, familiares y ayudantes y se instaló inicialmente en Cuernavaca y luego en Acapulco. No sobra decir que México tuvo qu
e navegar por aguas turbulentas en ese tiempo, toda vez que el gobierno iraní solicitó al mexicano la extradición de Reza Pahlevi. No en pocas ocasiones se habló desde Irán, de atentados contra el Sha, dondequiera que este se encontrara -cosa que para México era una preocupación constante, recordando lo sucedido con León Trotsky a principios del siglo XX. Tras su estancia en México, el Sha, eventualmente logró partir rumbo a Egipto, siendo acogido por el Presidente Anwar el-Sadat donde, al poco tiempo, murió de cáncer.
Los casos de Trotsky y del Sha revelan lo complejo que es el asilo cuando se trata de personajes políticos tan sobresalientes como los citados. Es por ello importante aprender de la historia. Dicho esto, no parece que México tenga una política exterior deliberada de posicionamiento en América Latina, frente, a, por ejemplo, Brasil, país que, al menos por ahora, se ha desentendido de la región. Más bien, todo indica que las circunstancias han obligado a México a actuar, aunque, sin una estrategia definida, el resultado podría no favorecer a los intereses mexicanos en el mundo. No faltarán los cuestionamientos a la decisión del gobierno de López Obrador por el asilo otorgado a Evo Morales. Pero ojalá que esta acción coadyuve a que, por lo menos, Bolivia pueda reencontrarse a sí misma y logre hacerse de la llave para la prosperidad y la estabilidad que le han sido negadas a lo largo de su historia.