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jueves 07 noviembre 2024

Fantasmas y espejismos

por José Antonio Polo Oteyza

En estos días de imposiciones rudas se llegó a la enésima y siempre penúltima sima, tanto en los métodos de un gobierno cuya naturaleza flagrante convence a todos de que no puede convencer a nadie, como en el exitoso avance por la ruta de las excepciones constitucionales o, si se prefiere, de una normalidad anticonstitucional. No hay nada que entrever con esforzada sagacidad, ninguna hebra que descubrir e interpretar. Lo esencial queda al descubierto, siempre confirmando la indigencia intelectual y torpeza política de MORENA y sus aliados.

Los objetivos insignia son un INE mutilado y una militarización reforzada, y son el momento estelar para quienes enarbolan su abyección al son de las obsesiones de su jefe. Ahora bien, abyección no es lealtad, y entre tanto éxtasis ante los reflectores y los privilegios uno podría entrever, quizá, la proclividad al chantaje. Tampoco son buenos cimientos las amenazas como primer recurso discursivo y propedéutico. Grabar ilegalmente a un dirigente partidista, por ejemplo, para exhibirlo en toda su crudeza y luego acogerlo como aliado, no es algo muy sofisticado ni muy inteligente. También habría que preguntarse qué tan fuerte es realmente un gobierno que usa al secretario de la Defensa como cabildero. Sí, hay una eficacia inmediata, y es más barato en el corto plazo comprar y amenazar que convencer, pero está claro que hay más imaginación en una comisaría y que, sin institucionalización, el futuro de control que hoy imaginan es y será un espejismo.

Hay otros que también deliran y que, como el dolor fantasma que aún se siente ahí donde ya no hay nada, creen que dialogan con alguien que comparte significados y propósitos y que, en derivada y para colmo, asumen la militarización como una estrategia de seguridad equivocada. Habrá que repetirlo entonces: para López Obrador, la militarización no es una estrategia de seguridad, y por eso ya transmutó a un militarismo descarado; es decir, a un proyecto político transexenal apuntalado por militares. No es casual que la gemela del militarismo sea la ampliación de la prisión “preventiva”, apoyada por casi todos los partidos en un desplante de miopía que habrán de pagar caro. Ambos movimientos son expresión, tanto de la ausencia de procesos elementales de justicia, como del voy derecho y no me quito de una personalidad arbitraria. Pero si a los partidos que no ven más allá de su nariz se les fue el detalle de que la prisión oficiosa se les revertirá, a quienes hoy manejan a las Fuerzas Armadas tampoco les cayó el veinte de que el mantra “fue el Estado” – inventado por sus enemigos, hoy sus patrocinadores– los perseguirá en todo tipo de tragedias ahora que, entre las ruinas del Estado, ellos se convierten en su cara principal.

Repasando, López Obrador nunca asumirá que sus márgenes se estrechan en el mundo del poder real que tanto le gusta, muchos siguen necios en una conversación con quien no cree en las conversaciones, todos piensan que la prisión automática sólo aplicará a los otros, y las Fuerzas Armadas se ponen de pararrayos político de quien hoy las empina.

Y así, en tiempos de realidades descarnadas, unos se aferran a un pasado que no volverá; otros, sonámbulos, se colocan la soga al cuello; y otros más sólo imaginan un futuro a la medida de sus vanidades. Son tiempos de mediocridades con poder pero impotentes, de farsantes fatuos. Por eso México se llena de fantasmas y espejismos. Pero las realidades ahí están.

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