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lunes 23 diciembre 2024

Fenomenología del “Me canso ganso”

por Walter Beller Taboada

La frase ‘me canso ganso’ es un tópico retórico que se dice para reafirmar una voluntad personalísima, una expresión que puede tener sentidos distintos pero convergentes. Con la frase, el orador sostiene que hará u ocurrirá algo (cualquier cosa que tenga en la mira) solamente porque él dice; algo así como “se hará, sí o sí, porque yo puedo hacerlo”. No le es dable fallar, porque fallar significa poner en duda su poder. También esconde el ejercicio de una voluntad férrea, de los jefes que nunca se equivocan cuando mandan, y si se equivocan vuelven a mandar (eso lo saben bien quienes vivieron en la España franquista). Es, pues, la aseveración de una voluntad personal soberana y constantemente inquebrantable. Otro sentido de la frase es para confirmar que lo que se promete se cumple; algo así como “mis palabras no solo hablan de mis actos sino de mí mismo”. Reafirma así aquello que se llama el Ethos retórico, es decir, el carácter de cierto orador que habla proyectando una determinada imagen de sí mismo, para verse y que lo vean como de una sola pieza; en este caso, como absolutamente poderoso y completamente congruente.

Para el presidente López Obrador, existe un poder inherente del Primer Mandatario. En varias ocasiones, antes como candidato y ahora como presidente, ha señalado al titular del Ejecutivo Federal como “el hombre más informado”; o sea, aquel que lo sabe todo de todo respecto al ejercicio de su función pública. En el libro El presidencialismo mexicano, Jorge Carpizo advirtió de las facultades metaconstitucionales que usa y abusa un presidente en México. Aunque son muchas las facultades del presidente que en las últimas décadas ha venido siendo acotadas, López Obrador ha vuelto a revivir –o al menos eso pretende– aquellas facultades extraordinarias. De manera que el “me caso ganso” sintetiza la restauración del ejercicio del poder de manera prácticamente ilimitada. Decir esa frase equivale a mostrar la imagen del ejercicio de un poder que no conoce reglas, códigos, normas o acotamientos. Una voluntad pura. (¿Quién cuestionaba al César en Roma?) E inconsecuente con la tesis de “nadie por encima de la ley”.


FOTO: EDGAR JASSO/CUARTOSCURO.COM

La frase de Fox, “el ejecutivo propone y el legislativo dispone”, implicaba el sometimiento del poder presidencial a las decisiones de las cámaras legislativas, y dejaba implícito que ningún poder democrático es omnímodo. Es un principio de los sistemas democráticos que funcionan por los equilibrios institucionales. En cambio, la frase del “me canso ganso” indica la asunción del poder centralizado y –prácticamente– único, sin cortapisas que le impidan hacer lo decidido y comunicado: lo que digo, se cumple. Desde esa atalaya, no importan los costos (financieros, sociales, políticos, humanos); ni importa tampoco las voces críticas –que jamás se escuchan– ni cuenta ninguna opinión adversa, inclusive si viene dentro de su mismo equipo de trabajo.

La frase no es independiente de: “yo tengo otros datos”. Este es otro recurso retórico para evadir cuestionamientos cuando se le llega a señalar al presidente que tiene una información incompleta o de plano equivocada. Pero él replica, autosuficiente –y sonriente–, que es depositario de otros elementos y nadie cuestiona si tiene o no fundamento la información que dice tener; ni siquiera cuando el interlocutor se apoya en datos oficiales y comunicados (Jorge Ramos). Incluso, esa es la réplica que se asesta a funcionarios o secretarios de Estado cuando presentan informaciones que, a juicio del presidente, son “otros”.

¿Por qué no se cuestiona cuáles son esos datos tan particulares, siempre oscuros, siempre al borde del mensaje místico? En principio, porque se asume la creencia de que el Presidente cuenta con información privilegiada, amplia y certera. Pero habría que admitir que el presidente es falible. En consecuencia, podría interpretar mal –aunque de buena fe– los datos proporcionados por sus subordinados. Igualmente, siendo falible, podría tener una mirada sesgada, como la de cualquier otra persona. Pero no se le cuestiona por el temor a una respuesta airada, y casi inmediata, en las redes sociales o en las columnas a modo que defienden su fe incondicional en las palabras del presidente. O la amenaza del desempleo y la ignominia.

El presidente sabe que no le habla al pueblo como tal, a la población mexicana, a los ciudadanos. No; el discurso del presidente es político (“todo es político”) y está orientado a sus bases electorales. Uno podría decir que eso hacen todos los políticos –dirigirse a sus bases de apoyo–, y así ocurre. Aquí el punto es que el “me canso ganso” es para ratificar la identificación masa-líder, para que los simpatizantes corroboren que tienen un padre-líder firme, que no duda nunca de sí mismo ni de sus palabras.

El “me caso ganso” es la frase del padre autoritario, déspota, rígido y, a la vez benevolente (o que eso se espera de él), como Cruz Treviño Martínez de la Garza (Fernando Soler) frente a su hijo Silvano (Pedro Infante) en la película de Ismael Rodríguez “La oveja negra” (1949). Freud dio cuenta que el individuo en la masa abandona sus ideales y los intercambia por el ideal que el líder representa. He ahí una clave de la frase que ha sido objeto de infinidad de cartones de los moneros mexicanos.

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