Rechinan los cimientos en la oposición, y la culpa la tiene la visión sobre la seguridad pública. ¿Otra vez? ¿Otra fisura más a la vista? A propósito de sismos, en política se siguen moviendo las placas tectónicas en la oposición. Las diferencias y disentimientos se siguen dando, y dan mucho de qué hablar.
En esta ocasión por los distintos enfoques que se tienen entre quienes consideran que la seguridad pública debe seguir siendo civil, como lo ordena la Constitución, y quienes creen que debe continuar militarizándose, aunque sea de manera temporal por unos cuantos años más. La gota que esta vez está derramando el vaso, pero no es una gota cualquiera, fue el sorpresivo voto de varios legisladores del bloque opositor en la sesión del 4 de octubre en el Senado de República, en favor del dictamen que contiene el nuevo proyecto de modificaciones a diversos artículos transitorios del Decreto de reformas a la Constitución del país, que se publicó el 26 de marzo de 2019 en el Diario Oficial de la Federación, que permite la permanencia de las fuerzas armadas hasta el 2028 en tareas de seguridad pública.
Se encendieron los focos de alarma en la oposición con estos votos, y esto es lo que está provocando en este momento el cisma que la cimbra. El panorama es sombrío, por no decir que negro, con una suerte de carambola en varias aristas políticas personales de futuro de algunos de sus integrantes, así como institucionales al interior del grupo opositor.
Es un hecho que se va a reformar la Constitución en esta dirección; solo es cuestión de tiempo, aunque en estos momentos está formalmente en la antesala para que esto suceda; constitucionalmente en el último tramo del proceso constituyente, pues solo falta que lo aprueben las entidades federativas, pero que sería iluso pensar que no lo van hacer, teniendo el partido político en el poder y sus aliados, la mayoría suficiente de los congresos locales. Y por si esto fuera poco, también la mayor parte de las gubernaturas en las entidades federativas para trabajarlo. Y aún en el supuesto de que no hubiera en todos los congresos mayoría morenista con sus aliados, de todos modos habrá operación política como se ha visto en la federal, para que la aprueben. Por eso el malestar natural en la oposición. Pero en fin, “así se las gastan” y así son las cosas en nuestra realidad política. Sin embargo, aunque se ve muy lejana, “la esperanza muere al último”, para que no suceda.
Ufff, apenas hace poco en otro espacio apurábamos que era urgente soldar fuertemente la unidad de la oposición para hacerla competente y competitiva, y “miren nomas”, otro descalabro, ahora en el Senado con votos cuyo sentido no se esperaba. Caray, como bloque opositor pareciera que “no dan una”, pues “todavía no se levantan de una, y ya cayeron en otra”.
Por eso es razonable la percepción que tiene la gente de que hay una oposición fraccionada que se ha formado con partidos; dirigentes y legisladores de éstos; grupos y personas en lo individual donde imperan sus propios intereses, e incluso en algunos casos hasta narcisistas, que la divide con facilidad y la debilita, porque cada quien “jala agua para su propio molino”. Así lo piensan y lo dicen muchos. Sí, todos son oposición, pero no es una oposición única, total, compacta, afín, resistente e impenetrable, como debería serlo. Es una oposición frágil, y aunque todos están contra el partido de Estado, por esta misma razón de encontrarse fragmentada, se muestra débil, quebradiza y permeable, como lo que hoy se está viviendo, para hacer un solo y solido frente impermeable a la pesada maquinaria partidista del Estado, ya sea en la arena puramente política, en la legislativa y en la electoral.
La falta total de unidad en la oposición, se debe, entre otras cosas, a marcas y posicionamientos ideológicos, a protagonismos o intereses individuales de partidos políticos, de grupos o personales, e incluso hasta por insustanciales antipatías o rencores. Y a esto, hay que sumarle el trabajo de socavamiento y división que hacen sus adversarios, y la atracción que realizan hacia sus filas, de sus talentos y de quienes tienen representatividad para que “jale con su gente”, como dicen en el pueblo.
Pero es que tampoco puede ser solo una oposición de gabinete, de escritorio, solo lista y puesta para los reflectores; para las cámaras y el micrófono para el deleite de los simpatizantes, tal y como lo hace el contrincante. Hay que salir a trabajar a la calle, como religiosamente se dice, a evangelizar políticamente a la gente, a sus organizaciones y dirigencias con el proyecto de nación que se tenga y, en su momento, con sus candidatos a los distintos cargos de elección popular.
El futuro no está en las burocracias de los partidos, y menos si éstas son pasivas, de oropel, prestas para la foto y para las giras turísticas político-electorales. El futuro está en la gente, y para que este rinda sus frutos, hay que “salir a talonearle”, dirían en mi pueblo, a despertar conciencias, el brío cívico y el ánimo ciudadano, mediante las estructuras correspondientes. Hay que salir a convencer para procurar la simpatía hacia el proyecto y lograr los apoyos necesarios.
Los tiempos que se viven hoy, no son puramente de partidos y de visiones ideológicas individuales. Es un tema eminentemente político por el modelo de país. Es tiempo de ser realistas y prácticos en lo político y en lo electoral, para “a como dé lugar” lograr consolidar una coalición amplia y poderosa. Sobre todo, hay que hacerlo cuando se ve que los actores del poder tienen ausencia de un auténtico espíritu de convivencia democrática y que, por lo mismo, no quieren compartir el poder, consensar, ni convivir con las otras visiones de país. Por lo que se ve, lo que quieren es a toda costa, a la fuerza, imponer la uniformidad de pensamiento y replicarlo en la práctica de gobierno. En otras palabras, sumisión o atenerse a las consecuencias.
Sin embargo, con todo esto que ha sucedido, ¿cómo decirle a la gente que se tiene una oposición fuertemente unida; de una sola pieza y en crecimiento?, si ya sea por un motivo o por otros, se ven los vaivenes de algunos de sus actores políticos. Y esto genera falta de credibilidad y de confianza válida en la gente, con lo cual se erosiona, en este caso, la oposición. Caray, con cosas como estas, hasta le dan la razón a la gente cuando dice que “no hay que creerles a los políticos, porque así como hoy dicen una cosa, mañana dicen y hacen otra, y siempre tendrán una salida para justificarse”. No hay palabra, dignidad ni congruencia, y esto daña a la coalición. Por eso el descredito de los políticos.
La oposición en este momento está metida en un brete, pero necesariamente tiene que salir rápido del aprieto, porque no solo complica y enrarecen el tema de la coalición político electoral legislativa, sino también las próximas alianzas electorales, por eso hay que hacer un diagnóstico serio, profundamente meditado y razonado sobre el futuro de la coalición y, en su caso, realizar la cirugía mayor que necesita para salir del apuro y ponerla en sana recuperación. Vuelvo a insistir, hay que reflexionarlo detenida y fríamente, porque el caso lo exige y lo requiere, pero rápido, para ver real y verdaderamente con quienes se cuenta y tomar la mejor decisión. La alianza opositora es más grande que cualquiera de sus integrantes. Animo; “hay que echarle ganas”. Uníos oposición de México.