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En el antepenúltimo día de la exposición Gabriel García Márquez: la creación de un escritor global un pequeño grupo de estudiantes de bachillerato privado recorría raudo las secciones de la muestra documental. Desde su ingenuidad, y con desparpajo, asaltaban a los trabajadores del público Museo de Arte Moderno (MAM) de la Ciudad de México con preguntas provenientes de la tarea que les habían encargado. Por supuesto, no recibían respuesta a sus interrogantes, que eran de análisis literario de las novelas del escritor. La disociación entre el objetivo de aprendizaje sobre la literatura y el contenido de la exposición me llevaron a pensar que su profesor no la había visitado. Aparte de algo tan específico, cabe reflexionar sobre exposiciones que tienen un carácter más arqueológico que estético y acerca de para qué hacer muestras sobre García Márquez, uno de los escritores más populares del mundo desde el siglo pasado.

El novelista Gabriel García Márquez fue objeto de dos exposiciónes durante 2022 en la Ciudad de México.

En este 2022 coincidieron dos exposiciones sobre García Márquez, la del MAM —que se presentó entre el sábado 18 de junio y el domingo 2 de octubre— y Gabo a 40 años del Nobel: el escritor sí tiene quien le escriba. Esta última se exhibió entre el jueves 16 de junio y el martes 16 de agosto en la Casa de la Literatura Gabriel García Márquez, lugar que fue, por décadas, el hogar mexicano del novelista y que de esta manera arrancó su transformación en centro cultural (éste es un espacio distinto a la Casa Estudio Cien Años de soledad, hogar de García Márquez antes de la fama). Ambas exposiciones mostraban documentos relacionados con el novelista. El escritor sí tiene quien le escriba tuvo origen circunstancial: el hallazgo entre objetos familiares, de cartas a García Márquez, que no se habían entregado al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin, que es la biblioteca, archivo y museo que resguarda los documentos de García Márquez y otros escritores. En cambio, La creación de un escritor global es resultado de la investigación del sociólogo Álvaro Santana Acuña que lo ha llevado a publicar Ascent to Glory: How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic (2020) y Gabriel García Márquez. Vida, magia y obra de un escritor global (2021, Fundación para las Letras Mexicanas/El Equilibrista). A pesar del contraste curatorial, ambas exposiciones compartieron dificultades para el público y quizá un carácter más propicio para un medio distinto a la exhibición en salas.

La creación de un escritor global estuvo en exhibición en el Museo de Arte Moderno.
Una máquina de escribir del novelista. Gabriel García Márquez Papers, Harry Ransom Center.

Las exposiciones basadas en documentos o vestigios de un creador, en galerías y museos de arte, no son una extravagancia, sino práctica común internacionalmente. La creación de un escritor global, por ejemplo, estuvo antes en el Harry Ransom Center. En este tipo de muestras abundan los textos, no sólo explicativos, pues lo exhibido también requiere lectura. La simple observación vuelve palpable que los visitantes no leen completos ni unos textos ni otros: es excepción quien lo hace —se diría que aleatoriamente— y una rareza absoluta quien sistemáticamente se toma y tiene el tiempo —además de la resistencia física— para leer cada texto. Se puede romantizar suponiendo múltiples visitas a los recintos para conocer los contenidos poco a poco. Sin embargo, es sumamente inusual que alguien lea los materiales completos pues esto requiere de un compromiso y condiciones excepcionales. Más todavía, como ocurría en La creación de un escritor global —y suele ser el caso en este tipo de exposiciones—, los materiales exhibidos no necesariamente estaban presentados de una manera que hiciera viable la lectura. La disposición de obras u objetos en exposiciones de tipo arqueológico, con demasiada frecuencia, revelan que ni siquiera se ha contemplado que la gente lea tipografías que resultan distantes aun para la vista más aguzada. La experiencia se queda en el registro de asistir a una exposición, sin otras consecuencias.

El escritor sí tiene quien le escriba se presentó en la Casa de la Literatura Gabriel García Märquez.

No cabe duda qué exposiciones como las dedicadas a García Márquez pueden ayudar a ampliar el conocimiento sobre el personaje y su contexto. En la Casa de la Literatura Gabriel García Márquez, por mencionar sólo una de las vitrinas en que sí fue posible leer las cartas al escritor, se mostraban las misivas que por su cumpleaños le enviaron presidentes mexicanos al novelista. En ellas hay torpeza lingüística —no hay asomo de intelecto ni de amor por la literatura—, cortesía mecánica y, quizá, intención de hacerse notar ante García Márquez. A su vez, la exposición del MAM —que era una biografía analítica a partir de libros, fotografías, revistas originales y en reproducciones, carteles, videos, cartas y otros documentos— permitía descubrir, entre mucho más, que Cien años de soledad tuvo una campaña de publicidad, conducida por su autor, desde un año antes de publicarse. Aquí me he referido a Carlos Fuentes como adelantado en estas prácticas, pero la investigación de Santana Acuña muestra que García Márquez fue un maestro de la autopromoción. La dedicación a exaltar la propia obra, con fines más allá de los creativos, puede parecer cuestionable a quienes tenemos una idea del arte que difiere de aquellos que dan por hecho que ser artista no es distinto a desear figurar como estrella de musicales, ser político poderoso o personalidad de las redes sociales. Pero estos son asuntos especializados, es improbable que tales temas atribulen a lectores típicos de García Márquez. Quienes lo son, quizá lo lean encantados por su prosa, envueltos por lo que consideran su imaginación, por familiaridad con sus libros o llanamente por la explotación del exotismo en su narrativa: no van a exposiciones como estas, si lo hicieran la asistencia habría sido multitudinaria.

Muchas exposiciones de esta clase de arqueologías encontrarían un mejor formato como libros. Se comprende que, de ser proyectos editoriales impresos —por costos como pagos de derechos de imágenes y de calidad de impresión—, podrían resultar económicamente inviables. No obstante, el costo de La creación de un escritor global difícilmente habrá sido bajo, además involucró dinero de impuestos. Como alternativas, podrían explorarse opciones como libros digitales o exposiciones virtuales, en que la lectura en computadoras y dispositivos sea viable y el costo por derechos se reduzca al ser temporal. Esto es, en tanto que realmente se quiera ofrecer la oportunidad de conocer a detalle lo que se expone.

Gabriel García Márquez promocionó Cien años de soledad desde antes de su publicación.

Que la familia de un autor tome cualquier oportunidad para conmemorarlo es comprensible. Que visitar el MAM fuese manera de que estudiantes aprendieran sobre aspectos literarios de novelas de García Márquez definitivamente no era el caso. Que La creación de un escritor global ayudase a convertir a jóvenes en lectores es tan dudoso como que comer chilaquiles tenga tal consecuencia. Entre burócratas culturales, como entre profesores que mandaron alumnos al MAM, prevalece una orientación burocrática de registrar que se hace algo, aunque fuera de generar su propia necesidad lo hecho no tenga otra utilidad. Una máquina de escribir personal sólo puede emocionar a quien tenga devoción por el autor o a quien le importe el desarrollo del diseño y la tecnología. Las exposiciones arqueológicas pueden ser significativas para los ya interesados —o para indoctrinados, como ocurre con muestras del pasado de una nación que sólo cobran sentido en el marco de una potente historia oficial— para públicos más amplios las exposiciones arqueológicas pueden resultar ejercicios cuestionables, guiados por la conveniencia de exponer por exponer.

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