La brecha de desarrollo se refiere al diferencial en la disponibilidad de satisfactores materiales y de bienestar entre los países, como el ingreso per cápita, acceso a salud, educación, oportunidades, conectividad, entre otros. Eso delimita la distancia entre países y regiones. Ahí, la brecha digital juega un papel central hoy día, respecto a la equidad en la conectividad entre personas, para acceder a los beneficios de las tecnologías de la información y las comunicaciones, considerando la cobertura, dispositivos, habilidades digitales, etcétera.
El cierre de la brecha de desarrollo implica precisamente la cobertura de todos esos eslabones que la integran, para cumplir el objetivo ya elevado al nivel constitucional de la conectividad, como un derecho básico del ciudadano.
Es precisamente la brecha digital, en su dimensión móvil, la que ha venido acelerando su proceso de cierre en años recientes.
Destaca que en México ya prácticamente todas las personas ubicadas en los niveles socioeconómicos (NSE) más bajos (89% del total en niveles D/E) cuentan ya con una línea celular y la usan con servicios de voz y de navegación, a pesar de registrar limitantes en términos de ingreso y acceso a otros satisfactores. Es decir, en su función de utilidad, ponderan muy alto el beneficio de la conectividad y sus beneficios asociados. Por lo que toca a los niveles más altos, su penetración es ligeramente superior: medio C/C- de 101%, medio alto C+ de 105% y el alto A/B, de 107 por ciento.
De ello deriva lo que podemos denominar un escenario de optimismo cartesiano, es decir, un optimismo basado en la evidencia numérica de la penetración de estos servicios.
Otra forma de calcular los avances en el abatimiento de la desigualdad es provista por el Índice de Gini, medida económica de la disparidad existente, por lo regular en términos de ingreso, pero también aplicable a métricas de conectividad, entre los habitantes de un territorio o país. El Índice de Gini se mide entre 0 y 1, en donde 0 representa la máxima igualdad (todos los individuos cuentan con acceso a servicios) y 1 la máxima desigualdad (sólo un individuo cuenta con acceso a servicios).
En México, y conforme a la información de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH, INEGI, 2016), el coeficiente de Gini es de 0.448, que representa una marcada inequidad en la distribución del ingreso.
Por su parte, la medición del Índice de Gini para el acceso a telecomunicaciones móviles, con base en la misma metodología y fuente, resulta ser acentuadamente inferior, 0.072. Su nivel tan cercano a 0 revela una elevada equidad de acceso a esa conectividad entre los hogares e individuos de distintos niveles de ingreso, incluso los más bajos.
Esto es motivo de optimismo fundado, al identificar que este escenario tiene el potencial de detonar el cierre de otras brechas asociadas e interrelacionadas como, por ejemplo, las de productividad, de acceso a educación, a salud, e incluso de ingreso.
No es posible aspirar a cerrar la brecha de desarrollo integral sin cerrar las diferentes brechas particulares. Pero, por su importancia, cerrar la brecha de conectividad abre la puerta a facilitar el correspondiente cierre de brechas de productividad, educativas, culturales y así sucesivamente.
Sigue pendiente articular efectos similares en las brechas de banda ancha fija, en la de dinámica de la calidad del servicio, de economía digital y de los demás indicadores de la conectividad nacional. Sin embargo, hoy el segmento móvil reporta ya estos buenos resultados y perspectivas.
Su generalización dependerá de la creciente competencia efectiva en el mercado, así como de la articulación social de esfuerzos que pueden estar enmarcados en una Agenda Digital Nacional.
Este artículo fue publicado en El Economista el 18 de julio de 2019, agradecemos a Ernesto Piedras su autorización para publicarlo en nuestra página.