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jueves 07 noviembre 2024

Hablemos del sello propio

2ª. Parte

por Ana Lucía Medina

Hace unos días, advertía que la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum entiende que su estrategia de cara al 2024 es nadar de muertito, dejar que opere la elección de Estado, no cometer errores graves y decir que “ya sabes quién” la respalda. Esa estrategia implementada por Delfina Gómez en el Estado de México, es la más efectiva.

Para no mimetizarse con López Obrador, tiene que ponerle algún ingrediente que le imprima cierta identidad propia. Ella misma lo anunció el 19 de junio en Oaxaca, la fórmula es: asegurar la continuidad del proyecto, imprimiendo un “sello propio”.

El sello propio está por verse, pero sus propagandistas instaladas en mesas de análisis de diversos medios ya lo comenzaron a vender: es mujer y es feminista, científica y disciplinada.

Hoy analizaré qué significa que Claudia Sheinbaum sea científica y, a la vez, integrante de lo que ellos llaman “cuarta transformación”. Todo parece indicar que ciencia y obradorismo son dos conceptos que se repelen.

No hay que olvidar que la ex regenta, acaba de ser nombrada coordinadora de los comités de defensa de la 4T, título que se acompañó de una “bastón de mando”, símbolo inequívoco de compromiso absoluto con la agenda anunciada y echada andar por López Obrador, obediencia a las máximas del régimen diseñado por López Obrador así como, la condición a estar sujeta a la observación y en su caso sanción del cumplimiento —a pie juntillas— de los mandatos de López Obrador.

Pues nada, en materia de ciencia y tecnología, lo que el líder ha decidido y ordena, es que la ciencia se alinee a su agenda ideológica y centralista.

La ciencia implementada en el pasado fue tachada por el actual régimen de “neoliberal” y se ha instaurado algo que ellos llaman “ciencia para el pueblo” enmarcada por lo que en tiempos recientes denominan “humanismo mexicano”. 

Como es prácticamente imposible descifrar lo que esto significa, iré a lo que en los hechos representa la “ciencia para el pueblo”, y que, Claudia Sheinbaum, la científica, licenciada en Física, maestra en Ingeniería Energética y doctora en Ingeniería ambiental, tendrá que explicarnos, cómo contradecirá —bastón de mando de por medio— o en todo caso justificará.

Contrario a lo que los países desarrollados tienden a hacer, en México se invierte cada vez menos en ciencia y tecnología, pero en el actual sexenio se invierte aún menos y lo que es peor, lo poco que se invierte es mal administrado. Un ejemplo es el proyecto de presupuesto de egresos 2023, el Ejecutivo presume un aumento respecto al año anterior a dicho rubro, el cual es del 0.03%. El resultado (en caso de aprobarse), será 0.36% del PIB, muy por debajo del 1% que por ley debería destinarse a este sector.

Me pregunto si la científica Sheinbaum se atreverá a destinar más recursos a la ciencia en México, lo que significaría forzosamente menos recursos a otros sectores prioritarios para el “proyecto transformador” como son las Fuerzas Armadas, Secretaría de Energía o programas sociales vías diversas dependencias.

Hasta el momento, Sheinbaum no ha expresado nada respecto a la pauperización de la ciencia, guardó silencio y no acompañó a sus colegas científicos cuando se manifestaron en contra de la anulación de los fideicomisos que representaban un respiro presupuestal, al dotar de recursos a la ciencia y la investigación.

A la par de la imposición de la agenda ideológica, el proyecto obradorista ha violentado la libertad de cátedra, se ha quitado del camino a los investigadores incómodos y a otros los ha alineado. Desde la dirección del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se critica a quienes presentan reportes técnicos en inglés, se etiquetan algunas investigaciones como “ciencia occidental” y se acusa de tener intención de hacer negocio con el conocimiento.

En un hecho sin precedentes, el actual régimen, haciendo uso faccioso de la Fiscalía General de la República, acusó penalmente a 31 investigadores del Conacyt por el delito de delincuencia organizada. La persecución obedece a que dicho grupo expresó públicamente sus diferencias con las actuales políticas del Conacyt.

Tal es la obsesión por controlar la ciencia en nuestro país que, violentando el proceso legislativo, se aprobó, por consigna y sin mover una coma, la nueva Ley General de Ciencia y Tecnología por los legisladores afines al gobierno del presidente López, la cual se aprobó sin dialogar con los interesados. 

Esta reforma pasó frente a los ojos de Claudia Sheinbaum y lo menos grave fue cambiar el nombre al Conacyt (ahora Conahcyt). Entre otras cosas, se observa que:,

  • Acota la participación de los sectores que incomodan al régimen, como la sociedad civil y el sector privado.
  • Se crea un consejo consultivo sin científicos ni académicos, sino constituido por secretarios de estado, por supuesto, incluye la presencia de la secretaría de la Defensa Nacional y la Marina.
  • El gobierno decidirá, de acuerdo a sus intereses y agenda, los criterios de asignación de becas. Provocan condiciones que representen diferencias importantes entre estudiantes de escuelas públicas y privadas.
  • Ya no existirá la obligación de asignar al menos el 1% del presupuesto para esta materia. Entre muchas otras aberraciones.

Los colectivos de científicos advirtieron que esta nueva ley será un lastre para el desarrollo científico de México. 

Al cuestionarla, siempre contesta que se está apoyando con becas a los futuros científicos, pero el CONEVAL, publicó hace unas semanas, un estudio en el cual advierte que en las áreas de Ciencia, Cultura y Educación, el gobierno muestra graves problemas de diseño, aplicación y obtención de resultados en los programas sociales a su cargo.

El estudio titulado Análisis de vinculación entre la Matriz de Indicadores para Resultados y las Reglas de Operación 2023, revela que, el 100% de los instrumentos manejados por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt) tienen un diseño deficiente, por tal motivo, es imposible que atiendan la problemática que les da razón de ser, es decir, no benefician a la población objetivo.

A todo lo anterior, sumemos el silencio de Sheinbaum, ante la atroz toma del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), no sólo le recortaron el presupuesto para proyectos de investigación, sino que implantaron un director a fin al régimen que se dio a la tarea de desmembrar áreas que le incomodaban al gobierno. 

La lista de acciones que por mandato Claudia Sheinbaum deberá continuar en contra del desarrollo científico en nuestro país es muy larga. 

Claudia, continuar con el legado de Andrés Manuel López Obrador, para la ciencia, significa un retroceso.

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