miércoles 03 julio 2024

Hayao Miyazaki y el poder suave de Japón

por María Cristina Rosas

Para un país como Japón, que pasó de victimario a víctima en el transcurso de la segunda guerra mundial y que a su término hubo de reconvertirse económica, social y políticamente para sobreponerse al colapso de su régimen y a la devastación de la contienda armada, el uso del poder suave como una herramienta para exaltar el orgullo nacional, fomentar la unidad y proyectar una imagen benigna y cooperativa a los ojos del mundo, es entendible. Lo que el militarismo japonés no pudo lograr con el empleo del poder duro, hoy se ha podido concretar, al menos en parte, mediante el poder suave.

La diplomacia pública de Japón se valió, desde la derrota frente a Estados Unidos, especialmente de la cultura popular, incluyendo el cine, el manga, el anime, las artes marciales, los juegos olímpicos, el beisbol, la gastronomía, la tecnología y las marcas de diversos bienes de consumo como cámaras fotográficas, aparatos electrónicos y automóviles, etcétera, para vincularlo con el mundo y cambiar la imagen barbárica de un país invasor, genocida y destructor, por la de uno que privilegia la cooperación y las relaciones de amistad, además de que impulsa la creatividad y la innovación tecnológica. No es ningún secreto que Japón es uno de los mayores contribuyentes al presupuesto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); institución en la que históricamente ha buscado un asiento como miembro permanente en su Consejo de Seguridad. También ha sido de los pocos países desarrollados comprometidos con la agenda de seguridad humana, a cuyo fondo aportar recursos que hacen posible su existencia.

En 1972, cuando la economía japonesa se colocó sólo por detrás de la estadunidense y por encima de las europeas, nació la Fundación Japón (国際交流基金) por una decisión de la Dieta, para diseminar la cultura y los valores japoneses en el mundo, convirtiéndose en una entidad administrativa independiente bajo la jurisdicción del Ministerio de Asuntos Exteriores. Entre sus funciones estriba la promoción de la lengua japonesa y la evaluación del nivel de dominio de quienes la estudian en todo el mundo a través del examen JLPT; divulgar la cultura y las artes del país; e impulsar los intercambios académicos e intelectuales. Tiene su sede en Shinbuju, en la capital japonesa y una oficina subsidiaria en Kioto. Asimismo, está presente en 25 ciudades de 24 naciones, mayormente en Asia, donde ha buscado mejorar las percepciones de los países contra quienes se confrontó en la segunda guerra mundial. En el continente americano sólo está presente en Estados Unidos, Canadá, Brasil y, por supuesto, México. En el país existe el Instituto Cultural Mexicano-Japonés que es un pilar para el conocimiento de la lengua y la cultura japonesas. En Europa destacan sus oficinas en Moscú, París, Berlín y Roma.

Las ciudades japonesas como Hiroshima y Nagasaki han hecho un gran trabajo desde la paradiplomacia encaminado a fomentar dentro de esas municipalidades y en el mundo, una cultura de paz y la erradicación de las armas nucleares. Esa paradiplomacia ha sido clave para cambiar la imagen del Japón victimario, recordando al mundo que las dos ciudades mencionadas, fueron atacadas con las primeras bombas atómicas creadas por Estados Unidos.

Esa devastación que produjo la guerra en general y los ataques nucleares en particular, ha sido materia prima para una cultura popular aclamada en el mundo entero. Godzilla (ゴジラ), ese monstruo mítico japonés creado por Ishiro Honda que apareció por primera vez en la pantalla grande en 1954 de la mano de los estudios Toho, vio la luz para ejemplificar el miedo que generó entre los japoneses la destrucción provocada por las bombas atómicas. Godzilla, considerado el rey de los monstruos, es un reptil prehistórico que volvió a la vida como resultado de la radiación nuclear. Hay quienes interpretan su aparición como el símbolo de un Estados Unidos que ejerce una venganza terrible contra Japón. Para la mayoría, sin embargo, es la metáfora de las armas nucleares. No es necesario insistir en que Godzilla es un ícono universal con el que se identifica a Japón, si bien, desafortunadamente en los últimos años se han creado versiones del monstruo alejadas de sus orígenes y con narrativas absurdas y disparatadas.

“Lluvia negra” (黒い雨) largometraje de live action de 1989 dirigido por Shohei Imamura es una cruda producción que muestra no sólo los estragos de la bomba atómica de Hiroshima, sino la historia de Yasuko, uma muner que estaba en esa ciudad durante el bombardeo y que después se muda con sus tíos, quienes tratan de encontrarle esposo. Los prospectos la rechazan al saber que ella estuvo expuesta a la radiación dado que su descendencia podría sufrir mutaciones. La película muestra el drama de los hibakusha, esto es, las personas expuestas a la radiación de las bombas atómicas y que han sido estigmatizadas por la sociedad.

Desde el manga, que forma parte de una tradición narrativa y gráfica que data de finales del siglo XIX, se han generado historias, novelas y cómics que abordan las temáticas más diversas y trágicas. Del manga emana la historia “En este rincón del mundo” (この世界の片隅に), hecho por Fumiyo Kono y que se convirtió en un largometraje animado en 2016, dirigido por Sunao Katabuchi. La historia, ambientada en Hiroshima en tiempos del ataque nuclear, relata como una joven de 18 años, Suzu es obligada a casarse y a asumir responsabilidades como cuidar de su familia, enfrentar el racionamiento de alimentos y un panorama desolador.

También desde el manga llegó a la pantalla grande “Gen de los pies descalzos” (はだしのゲン) de Keiji Nakasawa, con una zaga que incluye el largometraje de 1976; el de 1977; el de 1980; y el de 1983 dirigidos todos ellos por Tengo Yamada; el de 1986, realizado por Toshio Hirata; y la serie de televisión de 2007, ésta en live action. Gen Nakaoka es un pequeño cuya familia muere a causa de la bomba sobre Hiroshima. Kimie, la madre de Gen milagrosamente sobrevive y da a luz a una niña, Tomoko. A continuación, Gen buscará entre las ruinas comida para que él, su madre y la recién nacida puedan sobrevivir. Tomoko, sin embargo, muere a causa de la falta de alimento.

 

La crudeza del manga y de la cinematografía animada -y claro, en live action- es algo que llama profundamente la atención de la cultura popular japonesa, si bien esa es su intención. Lejos de las narrativas con finales felices como hacen Disney y Pixar, la cinematografía japonesa aborda tópicos que imprimen una marca personal original y que cuentan al mundo historias crudas que impactan en las percepciones de las audiencias sobre el país asiático. 

Por supuesto que el caso de Hayao Miyazaki se cocina aparte. Nacido el 5 de enero de 1941 en Tokio en plena segunda guerra mundial, recuerda los bombardeos de Utsonomiya de 1945 en la recta final de la contienda que EEUU perpetró con ferocidad tratando de lograr la capitulación nipona. Estos recuerdos han tenido un impacto importante en el arte de Miyazaki.

Con estudios en ciencia política y economía, se incorporó en 1963 a Toei Animation donde fue construyendo una prestigiada carrera en el anime para televisión y en la producción de películas. También destacó como líder sindical. En 1971 dejó Toei Animation y se incorporó a A-Pro y posteriormente trabajó en Zuiyo Eizo, que se transformaría en Nippon Animation en 1975. A finales de los años 70 del siglo pasado se incorporó a Telecom Animation Film. Tras su renuncia a esta empresa en 1982, Miyazaki se involucró en la adaptación cinematográfica de Nausicaa y el valle del viento (風の谷のナウシカ) en 1984, que fue aclamada por la crítica y sentó las bases para el nacimiento de Estudio Ghibli en 1985 de la mano del propio Miyazaki, Yasuyoshi Tokuma, Toshio Suzuki e Isao Takahata.

Es de destacar que La tumba de las luciérnagas (火垂るの墓) (1988) fue una de las primeras producciones de Estudio Ghibli. Dirigida por Isao Takahata, que, como se explicaba, fue cofundador de la exitosa empresa de animación, trata de nuevo el drama de los supervivientes del bombardeo de Kobe en la segunda guerra mundial. Seita y Setsuko son dos niños que luchan por sobrevivir ante la destrucción y la falta de víveres y el final es desgarrador. No es una película de Miyazaki, quien tanto en sus creaciones de manga como en adaptaciones cinematográficas explora aspectos como infantes que incursionan en ambientes o terrenos desconocidos y desafiantes, que posteriormente crecen y maduran. Los protagonistas son niñas y/o niños y en esto coincide con Takahata, si bien, de vez en cuando incursiona en terrenos más adultos. En “El viento se levanta” (風立ちぬ) (2013), por ejemplo, Miyazaki se aleja de la fantasía para contar la historia del ingeniero Jiro Horikoshi, creador de los aviones Mitsubishi A5M y Mitsubishi A6MZero que utilizó el imperio nipón en la segunda guerra mundial a manos de los kamikazes. En modo alguno Miyazaki exalta a la guerra: por el contrario, este trabajo que emana de un manga escrito por el laureado cineasta muestra las dificultades para compaginar la vida familiar y profesional de su protagonista en tiempos turbulentos.

Por supuesto la película más laureada y considerada como el mejor largometraje animado de la historia, El viaje de Chihiro (千と千尋の神隠) (2001) es una obra maestra en toda la extensión de la palabra. Chihiro es una niña que busca a sus padres y se enfrasca en un viaje fantástico, a la usanza de “Alicia en el país de las maravillas” donde se encuentra con creaturas extrañas en escenarios oníricos. Galardonada con todos los premios que existen -Óscar a mejor película animada; Oso de Oro; BAFTA- muestra a la protagonista niña en su camino a la madurez. La película parece haber puesto fin al estigma que existe respecto a que los productos animados son sólo para niños, esto gracias a la exposición global que tuvo este largometraje. Steven Spielberg afirmó, tras verla, que es la mejor película animada muy por encima de cualquiera de las que ha hecho Disney en toda su historia. Es, como se estila ahora, una de las películas que debe verse antes de morir, un clásico.

Otra producción de Miyazaki muy comentada ha sido “La princesa Mononoke” (もののけ姫) (1997), que requirió tres largos años para realizarla, esto porque se buscó no usar imágenes computarizadas (aunque al final se usaron) y confronta al ser humano con la paz y la violencia. “Mi vecino Totoro” (となりのトトロ) (1988), es la película emblema de Estudio Ghibli y el protagonista es de hecho, el logotipo de la empresa. En ella el encantador Totoro tiene una relación de amistad con Satsuki y Mei. El largometraje dura apenas una hora con 15 minutos, pero es memorable. 

En 2004, Miyazaki presentó una de sus obras más barrocas, “El castillo ambulante” (ハウルの動く城), con paisajes impresionantes que, sin embargo, algunos consideran uno de sus trabajos más complejos, debido a sus personajes y a los golpes de timón en la narrativa. “El castillo en el cielo” (天空の城ラピュタ) de 1986, es un trabajo pionero de Estudio Ghibli donde los huérfanos Sheeta y Pazu son perseguidos por un agente gubernamental, el ejército y piratas porque todos ambicionan el collar de cristal de la protagonista para acceder a Laputa, un castillo mítico que flota en el cielo.

“Nicky: la aprendiz de bruja” (魔女の宅急便) (1989) es una adorable historia donde la protagonista, una niña de 11 años, decide convertirse en bruja independiente en una ciudad donde todos han olvidado la magia. En contraste, “Porco Rosso” (紅の豚) (1992) es una historia adulta protagonizada por un cazador de recompensas, Porco Rosso, personaje que enfrenta piratas aéreos en el Mar Adriático. 

En la línea infantil está “Ponyo” (崖の上のポニョ) (2008), que regresa al mito de la sirenita, aunque con un cariz feminista y ambientalista. Y no está de más recordar una película pionera, que fue hecha antes de la fundación de Estudio Ghibli: “El castillo de Cagliostro” (ルパン三世 カリオストロの城) (1979), que cuenta las aventuras de Lupin III, maestro de la estafa, quien roba con éxito un casino sólo para encontrarse con que el dinero robado es falso. Así se dirige a Cagliostro donde se dice que está el lugar en que se hacen las falsificaciones y allí se involucra en la aventura de salvar a la princesa Clarisse de un matrimonio a la fuerza con el Conde de Cagliostro.

Esa es la filmografía de Miyazaki hasta 2023 en que presentó su 12º largometraje “El niño y la garza” (君たちはどう生きるか), actualmente en cines en México, donde el aclamado cineasta presenta una historia de fantasía en que un niño, Mahito, en la transición de la niñez a la madurez, debe enfrentar la muerte de su madre durante el incendio de un hospital en Tokio en la segunda guerra mundial, y la mudanza con su padre Soichi y su nueva esposa, Natsuko, hermana de la difunta, a una zona rural. En un primer momento, Mahito rechaza a la esposa de su padre además de que lo pasa muy mal en la escuela. Su madrastra está embarazada, situación  que le es indiferente a Mahito. Sin embargo, un día Natsuko desaparece y Mahito inicia su búsqueda acompañado de una garza que lo desafía y también ayuda en su misión ante los desafíos más oscuros. La película cuenta con una cinematografía impresionante y el sabor y estilo de lo mejor de Miyazaki quien había anunciado su retiro en 2013 y afortunadamente cambió de opinión. Aunque muchos auguran que ésta sí será su última película, Miyazaki ha anunciado nuevos proyectos.

En la presentación de “El niño y la garza” en Japón, la película se convirtió en el mayor éxito de taquilla en la historia de Estudio Ghibli, algo que sorprendió debido a que no se destinó un gran presupuesto a la promoción del film. En Estados Unidos, también se colocó a la cabeza en la taquilla, en tanto fue el largometraje inaugural en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Guillermo del Toro, presente en el citado festival, comentó lo afortunada que es la audiencia de tener la posibilidad de disfrutar del cine de Miyazaki “es maravilloso vivir en una época en la que Mozart está escribiendo sinfonías”, dijo. La película tiene alusiones a toda la filmografía de su creador, en especial a Chihiro. Constituye un agradable respiro al cine de Disney y Pixar y un recordatorio de cómo la cultura popular pone a Japón a la cabeza de las súper potencias culturales con un Miyazaki visionario y referente ineludible en el cine de animación en el planeta.

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