Iguala: ¿’Juego de tronos’ o tronos en juego?

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‘Game of thrones’ impuso el domingo un nuevo récord al llevarse 12 premios Emmy, entre otros, al mejor drama televisivo, superando la marca anterior de 9, obtenidos en 2000 por The west wing

Las series de televisión inciden cada vez más en la agenda de la discusión pública a escala global. Carne of thrones impuso el domingo un nuevo récord al llevarse 12 premios Emmy, entre otros, al mejor drama televisivo, superando la marca anterior de 9, obtenidos en 2000 por The west wing. Y una muestra del impacto en la agenda política de Juego de tronos —más allá de la zona lingüística angloamericana— es que Pablo Iglesias, el líder del movimiento político español Podemos, coordinó el año pasado un libro que ha abierto una inquietante deliberación sobre analogías entre las tramas de esta serie y la actualidad española.

El resultado es desigual. Pero es difícil abandonar la lectura de Ganar o morir: lecciones políticas en ‘Juego de tronos'(Akal, 2014). Y más difícil aún, resistirse al juego de intentar, en paralelo, otras analogías de esa impactante serie —situada en la Edad Media— con realidades contemporáneas en nuestro país. Sí. Igual que en Estados Unidos se la ha cotejado con el inabarcable universo de inmoralidad de House of cards, igual que seguro encontrará referentes comunes en todo el mundo, y de allí su acogida universal.

Para una lectura mexicana, más que los despiadados ‘juegos de tronos’ por el control de los siete reinos de la serie, el paisaje nacional de hoy obligaría a cambiarle el nombre por ‘tronos en juego, enfrentados al borde de la autoaniquilación. Y esto no sólo se aplicaría a las guerras entre las bandas criminales, sino también a las que libran en los medios los grupos de poder —e incluso las ONG y los centros de investigación— por definir la agenda y establecer los marcos interpretativos, por ejemplo, de los crímenes de Iguala.

Fronteras. En el plano de mayor crudeza, la comparación empezaría ciertamente con la agreste geografía guerrerense, tan hostil, en el otro extremo climático, como la Invernaba de la serie, junto al muro resguardado por la Guardia de la Noche que da a las tierras heladas donde acechan los temibles caminantes blancos. Aquí encajaría la desaparición hace un año de 43 normalistas entrampados en un territorio comanche entre dos tronos criminales: Rojos y Guerreros Unidos, en cruenta disputa por las rutas de control del tráfico de heroína: las rutas de “la destrucción del orden civil y político” que, a juicio de Pablo Iglesias, es el tema central de la serie.

Pero como afirma alguno de los autores, en Game of thrones todo es frontera enemiga, “siempre en la antesala de un asesinato o de una matanza”, como apunta otro colaborador del libro. Y así es incluso en los planos aparentemente menos salvajes de los otros tronos en juego: los del poder y la legitimidad, que se definen, se afirma también en el libro, en el mundo del dinero pero se zanjan en los medios. Son los poderes que, sin recurrir a la violencia criminal, apuestan igual a “desmantelar todo estado civil” a favor de lo privado, sea que se presente como poder ciudadano o bajo el manto de la inocencia de la objetividad científica, tan contaminada aquí y ahora por la lucha de versiones y contra-versiones de lo ocurrido con los desaparecidos en Guerrero.

Temores. Son los tronos que ponen en juego la legitimidad de los expertos “independientes” de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ante un dictamen forense de una universidad austriaca, contra los “infalibles” investigadores argentinos, y todos frente a la investigación de la PGR.

El único autor que se declara marxista, Santiago Alba Rico, advierte contra “el desprecio protofascista por los políticos y las instituciones, que caracteriza a nuestras sociedades contemporáneas”. También es el más sugerente al explicar por qué esta serie se ha apoderado de la imaginación de todos los públicos, incluyendo los círculos intelectuales y los medios militantes: porque “la Edad Media parece ofrecer a nuestra época —nos dice— un vertedero propicio para volcar nuestros deseos y nuestros temores: es el exotismo de lo más lejano que está a punto de volver”.

 


 

Este artículo fue publicado en El Universal el 23 de Septiembre de 2015, agradecemos a José Carreño Carlón su autorización para publicarlo en nuestra página

 

 

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