domingo 07 julio 2024

Impunidad en Segalmex

por Rafael Hernández Estrada

Todo: la lucha contra la corrupción como principal bandera del gobierno de López Obrador, su jactancia de que ya no hay impunidad, el cumplimiento de sus 100 compromisos y la creación de Segalmex. Aquello de proporcionar, a precios bajos, una canasta de alimentos básicos para combatir la desnutrición y el hambre del pueblo y hasta el gastado squetch del pañuelo blanco, todo, por completo, terminó en un chasco. El robo de más de 12 mil millones de pesos a las finanzas públicas dejó solo a la impunidad reinante en el escenario de la 4T.

La dependencia gubernamental Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) fue creada por decreto de AMLO el 18 de enero de 2019. Con ello, el inquilino de Palacio Nacional dio por cumplido el compromiso 24 de los 100 que anunció al tomar protesta. En otro de esos compromisos, el número 55, anunció un auténtico estado de derecho en el que nadie violaría la Constitución y las leyes, no habría impunidad, fueros ni privilegios. Según el aludido, se cumplió con esta otra promesa cuando publicó un Código de Ética y un Memorándum, de fecha 13 de junio de 2019, en el que instruyó a sus mandos burocráticos “a no permitir la corrupción, el influyentismo, el amiguismo y el nepotismo”. 

Pero la realidad resultó muy distante de esos cuentos para incautos: adjudicaciones directas al por mayor, contratos simulados, contratistas fantasma, desaparición de activos, sobreprecios, tratos con empresas factureras, influyentismo, daño al patrimonio público, son las características de la administración federal y, particularmente, del paso de Ignacio Ovalle Fernández en la dirección de Segalmex. Tan solo en los ejercicios 2019 y 2020, el gran amigo de AMLO, de quien dice que “es gente buena” pero “lo engañaron”, causó enormes daños al erario, los cuales se detectaron en las auditorías 283-DE/2019 y 327-DE/2020 de la Auditoría Superior de la Federación.

Ovalle y sus secuaces incurrieron en faltas administrativas graves, como el peculado, desvío de recursos, abuso de funciones, enriquecimiento oculto y tráfico de influencias (artículos 53, 54, 57, 60 y 61, respectivamente, de la Ley General de Responsabilidades Administrativas, LGRA). Pero, a la vez, tales conductas implican delitos por hechos de corrupción, tipificados por las normas penales, como el abuso de autoridad, uso ilícito de atribuciones y facultades, concusión, ejercicio abusivo de funciones, tráfico de influencia, cohecho, peculado y enriquecimiento ilícito (artículos 215, 217, 218, 220, 221, 222, 223 y 224 del Código Penal Federal, respectivamente). 

Las sanciones por faltas administrativas graves, que la Secretaría de la Función Pública y la Secretaría de Economía deberían aplicarle a Ovalle y sus cómplices son, según el artículo 78 de la LGRA: a) Suspensión del empleo, cargo o comisión; b) Destitución; c) Sanción económica, y d) Inhabilitación temporal para desempeñar empleos, cargos o comisiones en el servicio público. Además de estas sanciones administrativas, los responsables deberían ser consignados ante un juez por los delitos de corrupción, cuyas penas ameritan cada uno entre tres y hasta 12 años de cárcel.

Pese a que las leyes penales y administrativas son claras, el Presidente de la República exoneró a Ignacio Ovalle desde su show mañanero. Lo eximió de toda culpabilidad y le otorgó impunidad, por lo que han omitido proceder las autoridades encargadas de combatir la corrupción. La Fiscalía General de la República anunció que no tiene abierta ninguna investigación en su contra. Si bien Ovalle fue removido de la dirección de Segalmex (cargo que fue ocupado por Leonel Cota Montaño), solo fue para que el Presidente le diera un nuevo nombramiento: coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED), adscrito a la Secretaría de Gobernación, en donde de seguro ya emprendió nuevos negocios ilegales a costa del dinero de las y los contribuyentes.

Cincelada: No le digan a la novata poetisa Layda Sansores pero, en el barrio y en los pueblos, eso de “hijo del maíz” (“jijos del máis”, en su entonación coloquial y plural) es una muy recurrida mentada. 

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