Google nos ha llevado a dejar atrás la antigua forma de educación en la que simplemente arrojábamos datos a nuestros estudiantes y esperábamos que nos los devolvieran. Coursera nos ha obligado como docentes a pensar en qué podemos ofrecer a nuestros alumnos que no sea accesible y gratuito a través de plataformas digitales. Comenta atinadamente Roberto Durán Fernández profesor del Tec de Monterrey.
Ahora, con la capacidad de la IA de responder cualquier pregunta, hacer un ensayo sobre cualquier tema y responder cualquier examen con puntuación perfecta, nos preguntamos cómo será la educación y cómo entrenaremos a los profesionales del futuro. Este generador de lenguaje es sin duda impresionante, pero también puede ser aterrador. Por lo tanto, es importante hablar sobre la ética y establecer un “juego justo” al usar herramientas de inteligencia generativa. Sabemos que todas nuestras tecnologías pueden alterar nuestro entorno y nuestras relaciones, como lo hicieron el lenguaje, la imprenta, la locomotora y el internet.
Para ilustrar la importancia de la ética, podemos recurrir al mito griego del anillo de Gines que aparece en el libro II de “La República” de Platón. El pastor Giges descubre un anillo mágico que le otorga el poder de volverse invisible a voluntad. Intrigado por el poder del anillo, lo usa para cometer todo tipo de crímenes sin ser detectado, incluso asesinando al rey para convertirse en el nuevo gobernante. Giges descubre que el anillo le permite transgredir todas las leyes y la moralidad común, lo que lo lleva a cuestionar su propio sentido de justicia. De esta manera, podemos pensar que herramientas como ChatGpt son una especie de anillo de Gines que nos permite romper las reglas académicas y obtener grados sin el temor a ser descubiertos. Sin embargo, esto solo muestra la holgazanería y la tentación del plagio, lo que demuestra la importancia de la ética y el respeto en la educación.
Hace tiempo que sabemos los docentes que un proyecto que involucra el acompañamiento, el diseño personalizado, la búsqueda de potenciar el talento y la conexión emocional con el alumno es imposible de plagiar. Pero se trata de un desafío que pone el dedo en la llaga de la obsolescencia de la educación tradicional y del abuso burocrático y comercial de las instituciones tanto públicas como privadas. Y es que hablar de nuevos modelos educativos exigiendo procesos, evidencias, controles y rentabilidad, es una trampa que crucifica a los ejes del procesos: alumnos y profesores. Como hemos tratado de ilustrar en el texto anterior, la educación humana cae en terrenos de aquello que llamamos conciencia. La conciencia es una suerte de mirada autorreflexiva que nos remite a los dones que el mito de Prometeo adjudica al regalo de Zeus y que suponen, si lo llevamos al lenguaje narrativo a la importancia de la autoría. Su etimología nos dice que “autor” proviene del latín “auctor”, que significa “hacedor”, “creador”, “fundador” o “promotor”. Originalmente, el término se usaba para referirse a alguien que creaba o fundaba algo, como un escritor, un poeta o un filósofo. Su significado se amplía entendida como la capacidad de ser dueño creador y suscriptor de nuestros actos un valor ético y estético, capaz de dotar de significado a la existencia.
En mi diálogo lúdico y funcional con ChatGpt le pregunto si encuentra similitudes con el anillo mítico y su uso y esto responde:
El Anillo de Giges otorga a su portador la capacidad de volverse invisible, lo que lo hace prácticamente invencible y lo coloca por encima de las leyes y la moralidad común. De manera similar, ChatGPT otorga a los usuarios la capacidad de generar grandes cantidades de texto de manera rápida y eficiente, lo que puede resultar en un poder significativo en ciertos contextos, como el periodismo o la publicidad.
Así que podemos argumentar que una cualidad o “competencia” que debe ser parte de aquel usuario de esta tecnología inteligente es la conciencia, tanto ética como la capacidad crítica. La conciencia nos viene del latín conscientia, «conocimiento compartido», y este de cum scientĭa, «con conocimiento», el mismo origen que tiene consciencia, ser conscientes de ello) se define, en términos generales, como el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno. Si hacemos un juego con la palabra al estilo del poema de Villaurrutia Y mi voz quemadura; podemos especular que el término conciencia implica:
Consiente: con siente (sentimientos)
Conciencia: con ciencia (saber)
La conciencia no puede negar a los otros y por ello más que nunca se requiere de una educación sistémica. El papel de profesores, estudiantes, periodistas, escritores, en fin de los creadores, será convertirse en DJ, curadores de información, editores capaces de producir en todos los medios y lenguajes. Nos preocupan los despidos masivos, y los deseos de una inteligencia de tomar el control de la humanidad ¿Pero acaso tienen deseos?
Pensemos en la misma consciencia humana empática cuya capacidad de entender al otro es también limitada ¿Qué tanto puede entender la guerra quien nunca ha participado en una? ¿Quién es sensible al hambre o a la enfermedad cuando no la ha padecido? ¿Proviene el altruismo de la experiencia, de la vivencia, compartida?
Nos cuenta Antonio Damasio en “Sentir y saber” que crear IA sintiente es posible, sin embargo, a la ingeniería y la industria contemporánea no le ha parecido rentable ¿Para qué replicar una entidad falible y frágil? Aun así, nunca seríamos iguales porque nuestro organismo es resultado de largos procesos sociales y biológicos, un cosmos vital insustituible:
La aparición y la estructura de los fenómenos sociales y de los singulares instrumentos de la cultura humana deben entenderse bajo la perspectiva del conjunto de fenómenos biológicos que los precedieron y los hicieron posibles. La larga lista de estos incluye la regulación homeostática, la inteligencia… (Somos) el microbioma humano, en el que encontramos billones de bacterias cooperando con cada ser humano para mantener en buen estado su salud, al tiempo que reciben de nosotros el sostén necesario para su ciclo biológico. (Damasio. 147)
Estamos hechos de vida y damos vida. Muchos filósofos advierten que el peligro no es que las máquinas sean tratadas como humanos, sino que los humanos sean tratados como máquinas. Somos seres ávidos de afecto y cuidado pero cuando nuestros seres cercanos nos niegan su atención la buscamos en otro lado ¿Será justo el reclamo de unos padres a sus hijos inmersos en sus celulares cuando quizás ellos utilizaron el aparato como niñera? ¿Quién cuidaría mejor a un anciano, unos parientes negligentes, poco afectivos o enfermeros poco profesionales o un robot codificado para ser amable e infalible con los rituales necesarios de salud y entretenimiento del viejo?
Cada época valora distinto, podemos hablar de oro y bienes, de tiempo, de espacio pero hoy la atención es el aquello que más valoramos, en lo afectivo y en lo lucrativo: la atención es la base del afecto, el detonante del deseo , materia prima de la cognición, de la manipulación y por tanto de la generación artificial de deseos.
La inteligencia generativa es nuestro anillo de Ginges ¿estaremos a la altura?
Autor
Maestra en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana y profesora del ITESM, campus Toluca
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