miércoles 03 julio 2024

Inteligencia narrativa: las historias que nos definen

por Regina Freyman

En un mundo cada vez más dominado por la inteligencia artificial, ¿qué papel juega la inteligencia narrativa? ¿Qué es esta capacidad de contar y comprender historias que nos hace humanos y nos conecta con los demás? En este texto quiero explorar el concepto de inteligencia narrativa y su importancia para la educación, la cultura y la vida.

La inteligencia de un griot

Como estos seres pretenciosos que somos nos contamos la historia grandilocuente de los dueños del planeta, habría que saber qué se cuentan las hormigas, al menos las que imaginó nuestro gran escritor Juan José Arreola en su cuento “El prodigioso miligramo”, son embusteras como nosotros y se venden simulacros. La verdad es que nos cuesta un trabajo titánico imaginar fuera de los parámetros que tenemos codificados, así imaginamos dioses y criaturas a partir de nuestras pobres limitaciones. Como docente pasajera entre los siglos no paro de pensar cómo formaremos la mente del futuro, porque si me permiten, muchas profesiones se irán, otras se reformularán pero alguien tiene que educar a los niños. Una posible respuesta sería que ellos se educarán solos con inteligencia artificial, conectados desde su nacimiento a la ubre electrónica del cerebro colectivo en el que vertemos la cultura.

El gran problema de esa sustituta es que nada siente de lo que hemos sido. Me parece que la respuesta de su incapacidad viene encapsulada a partir de un personaje inolvidable: el griot, que forjó en mi mundo Ana Cristina Herreros, (alias Ana Griot en un curso a distancia que tomé con ella) y que usa como apellido de contadora. ¿Quién es el griot?

El griot es un narrador de historias de África Occidental, es un personaje real, tan antiguo como los bardos o juglares pero en ejercicio, es un poeta y músico ambulante que cuenta la historia de su pueblo. Su ingenio y memoria son prodigiosos. Ana nos contó su historia mítica que reproduzco a continuación apelando a la memoria:

En un pueblo del norte de Senegal, sucedió algo prodigioso, un hombre murió con una tremenda erección y no lo podían enterrar porque la erección era inocultable y eso causaba problemas vecinales. Así que el jefe de la tribu quiso resolver el asunto de la forma más natural, mandó llamar a la primera esposa para que yaciera con él. La mujer lo hizo, y parió un niño que desde el primer instante se reveló como un prodigioso poseedor de la palabra. Contaba historias desde el momento que nació, como era hijo de un muerto, traía consigo las historias de los que ya no caminan sobre la tierra y como era hijo de una viva las traía a los que camina sobre la tierra. Para que no nos olvidemos de lo que somos, ni de a dónde vamos ni de dónde venimos, es así como cuentan en África de dónde venimos los que contamos, que tenemos la misión de mantener viva la memoria de los que ya no están, esto que llamamos identidad y esto que llamamos memoria.

Conocerse a uno mismo es una expedición por la que no puede acompañarte solamente una máquina, te puede conocer mejor en muchos aspectos pero no te enseñará a valorar la experiencia vital, no podrá transmitirte la sensación del primer amor o la muerte de tu madre, podrá contarte una historia. Podrá hacerte una canción pero al final somos esos griots que transmitimos con un abrazo, una lágrima o una sonrisa mil relatos.

La inteligencia narrativa frente a la inteligencia artificial

Nadie sabe realmente cómo será el futuro, y por tanto, muchos expertos saben hoy (entre ellos el multi célebre Yuvhal Noah Harari) “…que la mejor inversión es la inteligencia emocional, el equilibrio mental, la capacidad para seguir cambiando, aprendiendo y reinventándome a lo largo de la vida”. El historiador de origen judío hace una metáfora con la educación de antes y de entonces que decido cambiar por otra idea que me gusta más. Si antes la educación podía ser vista como un telescopio, la inmediatez y la súbita sucesión de nuestra historia humana, la educación hoy debiera ser un caleidoscopio que retrata la flexibilidad mental necesaria ante un futuro laboral.

Narrar el futuro

El mismo Harari admite que nadie ha podido explicar el devenir de nuestro camino mejor que los escritores de ciencia ficción. “La ciencia ficción es ahora el género artístico más importante y también debería ser el más responsable”. Estoy de acuerdo con Harari, pero con algunas reservas, porque creo que contar historias es y será el género artístico más importante en nuestra historia. A eso le llamo inteligencia narrativa, que es la suma de nuestra capacidad cognitiva y emocional. Contar historias es el producto básico de la mente esa máquina que genera un trayecto vital y nos inscribe en un grupo, contar solo no cuenta y ese es el gran peligro. Enseñar a contar historias me ayuda a comprender que soy un cúmulo de máscaras que uso para distintas ocasiones, todas contenidas en el mismo caleidoscopio hecho de luces y de sombras, complejo por dulce y doloroso. Que nunca soy más grande que el otro aunque mi sombra se proyecte, ante mis ojos grandilocuente. Como la inteligencia colectiva que somos, entre todos regulamos el lugar que tocamos en ese gran concierto que llamamos sociedad, su partitura está moldeada por la ética, de donde emanan las leyes y los derechos humanos. Hay que enseñar a habitar y construir la propia historia un trago amargo que se escapa de la réplica que construimos en red a base de filtros y upgrades de la historia original; esa posición central nos desfigura y nos descoloca de la gran historia. 

La inteligencia narrativa es una habilidad que nos permite crear y comprender historias que nos ayuden a enfrentar los desafíos y las oportunidades del siglo XXI. Frente al avance de la inteligencia artificial, debemos cultivar y valorar nuestra inteligencia narrativa como una forma de preservar nuestra humanidad y nuestra diversidad. Somos los griots que cantan las voces de nuestros muertos para que nuestros niños se afinen para cantar su propio canto.

Referencias:

Arreola, Juan José. “El prodigioso miligramo”. En: Confabulario. México: Fondo de Cultura Económica, 1952.

Harari, Yuval Noah. 21 lecciones para el siglo XXI. Barcelona: Debate, 2018.

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