Los resultados de la revocación de mandato ofrecen pistas del momento que vivimos, pero al mismo tiempo no necesariamente da para poder comparar lo del domingo con procesos anteriores.
Comparar lo que pasó en el 18 y el 21 y con otros procesos electorales quizá sirva para lanzar la crítica hacia uno u otro lado, pero no necesariamente para el análisis.
Se pueden regodear con la victoria o la baja participación, pero lo cierto es que el ejercicio democrático estuvo definido por luces y sombras. Fue desigual, inédito, forzado, envuelto en una enorme controversia, contradictorio, cargado de irregularidades, pero también tuvo el gran mérito de celebrarse y que el INE haya cumplido en la medida de los instrumentos que tuvo a la mano, tanto de organización como económicos.
Algo pasó en el camino que la consulta no logró permear del todo en el país. Hay razones que igual pasan por la fecha, inicio del periodo vacacional, hasta la imparable confrontación que se dio entre el gobierno y su partido y el INE, la cual fue desgastante y agotadora, se lanzaron todo tipo de adjetivos de uno y otro lado, lo cual provocó mucho ruido.
Las críticas de Morena sobre el presunto desdén de los medios a la consulta debieron pasar por la autocrítica, porque al final no alcanzaron a tener la suficiente capacidad de movilización de sus bases. Algo hay de cierto respecto al desdén, pero también algo hay de cierto sobre una sobrevaloración de Morena y el gobierno sobre su capacidad de mover a sus huestes.
En algún sentido se debería de contemplar la consulta como un aviso para el Presidente. Quienes participaron en el ejercicio era previsible que en lo general le manifestaran su apoyo; sin embargo, también debe considerarse que hay alertas sobre la imagen y gestión del Presidente en el país.
Definir como un “éxito” la consulta debe verse más como la trascendencia que al paso del tiempo puede tener el ejercicio democrático, como un antecedente, que como el resultado en sí mismo.
Al Presidente no le cambia en casi nada el resultado, de alguna manera todos sabíamos lo que podía terminar por pasar y pasó. Lo que seguramente veremos en el discurso presidencial será algo como “sigo porque ustedes me lo pidieron”.
López Obrador conserva fortaleza, pero deberá considerar que el ejercicio del poder le va desgastando de manera hasta cierto punto lógica. Responsabilizar al INE de que no haya salido más gente a votar es continuar en la misma línea de criticar al instituto para crear un ambiente en el imaginario colectivo de un cambio vía su anunciada Reforma Electoral.
Sin embargo, por más que el instituto sea merecedor y sujeto de muchas críticas fue el propio gobierno quien limitó los alcances de la consulta. Las violaciones a la ley y las confrontaciones de callejón se convirtieron en un círculo vicioso en el desarrollo del ejercicio, al final las cosas entraron en los terrenos de la confusión, lo cual pudo ser ocasión para que mucha gente se alejara del proceso y decidiera no participar.
Lo que sigue siendo una constante es la ausencia de la oposición. No tuvieron ni la imaginación ni la capacidad para manifestarse de no ser por estar publicando tuits que al final resultaron intrascendentes.
En función de hechos consumados no perdamos de vista que tuvimos un ejercicio democrático, que el INE, como fuere, lo desarrolló confirmando su capacidad, efectividad y transparencia.
El Presidente debe sacar sensatas conclusiones del domingo y de lo que pase hoy en el Congreso, porque hay señales que no deben pasar de largo detrás de estos eventos, le anda merodeando la terca realidad.
RESQUICIOS
En la mañana todo fue confusión con el caso Lozoya. El juez poco faltó para que les dijera a las partes que no le quiten el tiempo, sobre todo porque se supone que el asunto estaba planchado. En la tarde la Fiscalía se desistió de solicitar órdenes de aprehensión en contra de abogados acusados de extorsión por Juan Collado.
Este artículo fue publicado en La Razón el 12 de abril de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.