Más allá de la infinidad de interpretaciones y especulaciones sobre la salud del Presidente, lo más importante es que acalló rumores, los cuales estaban entre justificados y la insidia.
Lo que quedó claro es que no hay indicios de que vaya a cambiar la estrategia del gobierno ante el avasallador paso de la pandemia. La suposición de que en función de la afectación que tiene el Presidente podría ser ocasión de repensar algunas cosas, no va a pasar.
No hizo referencias a la forma como se está atacando a la pandemia de no ser por insistir en que se están haciendo bien las cosas. El Presidente se abocó más a hablar de cómo va el país con pocas referencias a lo que significa estar contagiado.
Era un buen momento para compartir el proceso por el cual están pasando y viviendo cerca de 2 millones de mexicanos. Era un buen momento también para manifestar su solidaridad con la gran cantidad de personas que se encuentran bajo condiciones de abierta adversidad y que están lejos de tener una atención médica de primer orden. Estamos ciertos de que era una oportunidad para hacer referencia a la estrategia oficial ante la pandemia al menos en algunas áreas, como es el uso del cubrebocas.
En días recientes el rector de la UNAM, junto con destacados especialistas, planteó la imperiosa necesidad de cambiar aspectos de la estrategia. Parecía que el vocero por primera vez iba a considerar una voz externa, pero por lo que dijo el Presidente quedó claro que seguimos en el voy derecho y no me quito.
Para el gobierno la estrategia ha sido la correcta sin hacer la más mínima autocrítica, no se puede perder de vista lo que ha significado la pandemia entre millones de personas. Estamos hablando de contagios y personas fallecidas y de un profundo dolor y tristeza entre cientos de miles de familias por la pérdida de seres queridos, todo ello acompañado del hartazgo y la impotencia.
Lo que no se puede soslayar es que es de enorme relevancia que hayamos visto al Presidente, hay evidencias del deterioro en su salud por el coronavirus, pero lo importante es que lo vimos. Ayer la inquilina de las mañaneras informó lo que podría venir, más bien les urge: López Obrador podría estar de vuelta el próximo lunes en las conferencias.
Lo que sí queda claro es que para el país la salud del Presidente es un tema de primer orden. Lo que hemos vivido estos días lo confirma, su ausencia ha colocado a su equipo como pasmado. Se dio un vacío que medio logró atemperar la titular de Bucareli.
Se dirá con razón que la presencia del Presidente es omnipresente por la forma en que concentra el poder, con pocos paralelismos en la historia reciente del país, pero esto mismo puede resultar un arma de dos filos. Su ausencia puede presentar escenarios verdaderamente graves, riesgosos y peligrosos.
El partido del Presidente no es necesariamente su mejor soporte, Morena vive bajo la confusión y le está costando verdadero trabajo organizarse como instituto político, porque no ha podido salir de su definición de origen que es la de un movimiento social. Dar el siguiente paso ha costado mucho trabajo, porque siguen viviendo, además, a imagen y semejanza de su omnipresente líder.
Él es la voz que determina los rumbos y los tiempos. No hay manera de imaginar que las decisiones de selección de candidaturas, por ejemplo, no pasen por el aval y definición de Palacio Nacional.
La cuarentena del Presidente ha dejado en claro lo que puede significar su ausencia, pero también ha terminado por evidenciar que sigue en el voy derecho y no me quito en medio de una crisis brutal por la pandemia y una confusión grande en lo que corresponde a las vacunas.
RESQUICIOS
No hay una sola razón para postergar las elecciones. Lo que hay que hacer es fortalecer al máximo el uso de cubrebocas y la sana distancia y en el camino vacunar organizadamente, que hasta ahora no se ha hecho, al mayor número de personas posibles.
Este artículo fue publicado en La Razón el 02 de febrero de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.