Compartir

Sí, ante los ¿honorables? miembros de la Cuarta Inquisición debo de confesarlo: ¡yo fumo! Y hay que decirlo así, con todas sus letras y sin falsas vergüenzas. ¿Por qué en estos tiempos de hipocresía, falta de empatía e indolencia criminal, fumar se vuelve una perversión mayúscula para gusto del prohibicionista mayor?

El tema no es menor, es de importancia, y no por las consecuencias fatales para aquellos que fumamos tabaco o vapeamos (muy nuestro derecho como adultos que somos), sino por lo que la prohibición de hacerlo (sin afectar a otros) es muestra del autoritarismo y la represión que se impone día a día en nuestro país. El gobierno de las mentiras es muy estricto con el tabaquismo y el vapeo y muy laxo con los narcos. ¿O no?

Si el presidente y su corte están tan preocupados por cuidar la salud de los mexicanos ¿por qué no hay ni ha habido en esta administración una distribución satisfactoria de medicamentos en los hospitales públicos?, ¿por qué solo Abdalá, la insuficientemente evaluada vacuna (cubana, claro) es la única que se aplica en México?, ¿por qué continúa el desabasto de fármacos para los niños con cáncer?, ¿por qué no existe el equipamiento indispensable en los hospitales y clínicas del maltrecho Sector Salud?

A partir de este 15 de enero no se pueden mostrar cajetillas de cigarrillos en ningún comercio. ¿Me podrían explicar por qué se prohíbe exhibir un producto que es hasta el día de hoy legal? Si tanto les preocupa este consumo, de plano vuelvan el tabaco ilegal, como la marihuana, la cocaína y demás drogas. Ya ven que excelentes resultados da la prohibición de productos. Y preparémonos para el surgimiento de los cárteles del tabaco y los vapeadores y que crezcan muchos Ovidios más a quien consentir o exportar.

Por si fuera poco, se prohíbe que en las terrazas de restaurantes se fume. La venta de vapeadores es ya ilegal. Yo sigo comprándolos en el mercado negro, claro. Desde luego fumar es un riesgo, pero la población adulta debe ser la única capaz de tomar la decisión de hacerlo o no. No se trata de fumarle en la cara a quienes les moleste, se trata de una sana convivencia donde cada uno tenga sus espacios y haga con su cuerpo lo que le dé la gana, sin perjudicar a otros.

Por otra parte, así cómo se reconocen los peligros del tabaquismo, habría que visibilizar también que el beber alcohol conlleva muchos problemas, no solo para las personas que lo ingieren sino para todas las que rodean al bebedor. La violencia y los accidentes automovilísticos ligados con el alcohol ahí están en un porcentaje muy alto.

Me llama la atención que es socialmente aceptado que las personas se emborrachen a placer, como se les invita a hacerlo en reuniones y convivios y no exista una persecución sistemática que oprima a los alcohólicos con la misma saña que a los fumadores. Así es la vida.

El alcohol además produce estados alterados de conciencia, puede generar enfermedades irreversibles neurológicas y hepáticas (la cirrosis por ejemplo) que muchas veces se minimizan o pasan por alto y tienen un altísimo costo social.

Paradójicamente, las cantinas, expendios de bebidas alcohólicas y bares se reproducen por todo el país, y cada vez más establecimientos con gran aire de glamour venden estas pócimas enajenantes. 

No, no quiero que se prohíban los brebajes etílicos, que a mí no me gustan nada, ni que se impida su venta en el super o en las tiendas de conveniencia. Ya sabemos cómo se puso la cosa en los tiempos de la prohibición del alcohol a principios del siglo XX. 

Lo que estamos viviendo con los cigarrillos y vapeadores es simplemente el resultado de la intolerancia y la cerrazón tradicional de este gobierno. Ningún decreto o reglamento puede estar por encima de los derechos humanos y cada adulto, creo firmemente, tiene todo el derecho a hacer de su vida (sin perjudicar al otro) un papalote y morirse lo más o menos sano que pueda.

Hace apenas cuatro años la Sra. Sánchez Cordero hablaba de la legalización del consume de la marihuana. Desde luego eso no sucedió y lo único que vemos es cada vez más y más represión.

Vivir mata y también los tamales de chipilín y las gorditas de chicharrón prensado por aquello del colesterol. Solo deseo que nadie perjudique a nadie, que vivamos en un clima de libertad. Aspiro a vivir con respeto y reglas claras en una sana convivencia. Se puede.

¿Se les olvidó tan pronto lo de prohibido prohibir?

Autor