Muchas reacciones al interior del país ha provocado la ola migratoria que en los últimos meses se ha dejado venir.
Estamos ante un inédito, a pesar de que somos una nación migratoria. Está claro que no teníamos antecedentes de escenarios como el que estamos viviendo. A la migración centroamericana, señaladamente Honduras, Guatemala y El Salvador, se le ha unido la de otros países.
Son migraciones de naciones muy lejanas, como es el caso de los africanos, ante lo que inevitablemente uno se pregunta cómo le hacen para llegar a nuestro país, quién los trae y en qué; cuánto pagan por ello los migrantes, y quiénes son los que hacen el jugoso “negocio”.
El caso de los haitianos tiene otros referentes. La mayoría de ellos venía de Brasil, donde habían trabajado en diferentes labores con motivo del Mundial, Juegos Olímpicos y el Mundialito.
Llegaron a México después de haber llevado a cabo largos viajes en los que, en la mayoría de los casos, la pasaron realmente mal. Conversando con algunos de ellos en Tijuana y Mexicali nos narraban la pesadilla que vivieron desde Brasil hasta México. Fueron vejados, robados y, en el caso de algunas mujeres, fueron atacadas sexualmente.
Su llegada a México en algún sentido les cambió su dinámica, a lo que se sumó la esperanza de Barak Obama de revisar caso por caso, en función de la deteriorada situación que se vive en Haití. A la llegada de Donald Trump todo cambió; se les negó la entrada y muchos de ellos optaron por quedarse a vivir en el país.
Otra migración que se ha intensificado es la cubana. De ésta tenemos antecedentes, hay una larga historia. Sin embargo, derivado de la ola migratoria que se ha dejado venir en el país, muchos cubanos suponen que existen posibilidades fundadas de llegar a EU vía México.
La migración mexicana es la que ha disminuido. Quizá se ha tomado conciencia de los innumerables problemas que se enfrentan en EU; es el viaje, el cruce, los peligros, el dinero que tienen que pagar y la vida cotidiana en la Unión Americana, donde son detenidos bajo cualquier pretexto.
La ola migratoria que estamos viviendo ha alcanzado a buena parte del país; al recorrer las caravanas todo el territorio en su afán de llegar a EU, no hay entidad que no las vea pasar; no es algo que nos pase de largo.
Le decíamos que se han presentado ante este fenómeno todo tipo de reacciones. Han ido creciendo las inconformidades y molestias ciudadanas que es necesario escuchar y atender. El tema se está tornando delicado y hasta grave; incluso en aquellas entidades que, a lo largo de su historia, han sido zonas que han vivido con la migración.
Lo que está sucediendo es que se están conjuntando varios elementos al mismo tiempo. Por un lado, el país está recibiendo una ola migrante inédita, no sólo de nuestra zona geográfica. Por otro, los migrantes están cada vez más desesperados y urgidos, a lo que se suma que en las caravanas vienen muchos niños.
No todo para ahí; se han metido entre los migrantes delincuentes que han convertido el viaje en un riesgo mucho mayor del que, de suyo, ya lo es. No es casual que algunos migrantes traten de quedarse en el país.
Las molestias e inconformidades ciudadanas tienen que ver con la manera en que se comportan algunos migrantes, lo que confirmaría que a algunos de ellos no necesariamente se les puede llamar migrantes; más bien pareciera que se están aprovechando de la situación.
Las cosas están muy revueltas y parte de este caos ha alcanzado a ciudades del norte y, particularmente, de la frontera sur.
Los gobiernos de México y EU llegaron a un acuerdo de inversión para programas de desarrollo en Centroamérica, para inhibir la migración. No se sabe nada de ello y se sigue esperando que lo hagan; el asunto se puede poner más complicado.
RESQUICIOS.
Las marchas de ayer, hayan sido muchos o pocos los que participaron, deberán ser leídas con sensibilidad por el Presidente. Ojalá que antes de adjetivarlas, trate de entenderlas.
Este artículo fue publicado en La Razón el 6 de mayo de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.