En la era que estamos viviendo gracias al Internet y las tecnologías de comunicación la información fluye con velocidad y alcance como nunca antes lo había hecho. El surgimiento de Internet antes de ser considerado un medio de consumo estaba enfocado en compartir información principalmente de investigación, académica y militar. Tal vez por eso se teorizaba que abrirla públicamente y su penetración lograría llevar a la humanidad a una gran sociedad basada en conocimiento. Pronostico que no se cumplió.
Hoy día en Internet para el usuario promedio lo más sencillo, lo que está más al alcance, es confirmar sus supuestos y reforzar sus filias y fobias.
Tanto que se ha creado un neologismo, se le llama desinformación.
Pero la realidad es que la interacción en el ecosistema digital tiene otros alcances que han llegado a modelar incluso el comportamiento colectivo formado por la audiencia dentro y fuera de línea.
El fluir incesante de datos no necesariamente significa estar recibiendo información, ni el estar recibiendo de manera incesante información significa estar recibiendo conocimiento.
Es difícil que el usuario promedio tenga los elementos previos necesarios y suficientes para asimilar la información que recibe por Internet, lo que lo lleva a filtrarla de forma selectiva y a su vez sólo refuerza sus sesgos cognitivos.
Si a este complejo modelo sumamos que entre los filtros que se ejercen esta la afinidad por simpatía e ideología, la calidad de la información que se recibe y acepta, o en su caso se discrimina, se basa principalmente por la valoración que se tiene del emisor más que por la información misma.
Los medios alternativos surgen en buena medida aprovechando esta forma de generar y ofrecer contenido a una audiencia con la posibilidad de ser específicamente selectiva. La distancia entre la fuente y la audiencia prácticamente desapareció al punto en que casi cada usuario conectado a Internet es potencialmente un medio emitiendo información.
Pero el abuso llevó a que quienes saben cómo vestir de verdad un mensaje de la manera que le resulte de interés a su audiencia lo acepte sin cuestionarlo, aunque carezca de cualquier sustento, sentido, ya no se diga siquiera veracidad. La audiencia le confiere al emisor que se presente como medio alternativo la capacidad de acaparar la verdad por simple y mera simpatía, como parte de la afinidad, aunque lo que le ofrezcan sean descaradamente mentiras.
La necesidad humana de comunicarse se ha trastocado dando pie a un modelo disfuncional basado en estímulos emotivos que se interpretan por su forma más que por su fondo y se consumen en tanto no ofrecen ningún elemento discordante a la audiencia.
Los usuarios de Internet tienen tanto contenido a la mano, listo para ser consumido, tan sólo a un click de distancia o al toque en una pantalla, que la atención la ganan los que mejor saben conducir a lugares cómodos y seguros. La audiencia en Internet quiere saber que tiene razón, que eso que cree, supone, o imagina, es lo correcto. Necesita confirmarse, afirmarse, validarse.
Tal vez ahora se puede ver porque es tan sencillo confundir las fuentes y creer que cualquier cosa que se pone en las pantallas es información, cuando tal vez si acaso nomas llegan a entretenimiento.
Se ha abusado del concepto “medios alternativos”, ya no se puede pensar que son fuentes con libertad de información e independencia de líneas editoriales en busca de la verdad.
Buena parte de los que hoy se ofrecen como medios alternativos obedecen a intereses personales y económicos, que responden según su afinidad y simpatía política. Y se han rendido a ser sólo medios de adoctrinamiento y propaganda.
En algún punto será necesario entender que ya no sólo es una dinámica de desinformación donde la consecuencia más grave es la perdida de la capacidad de asociar un hecho comprobable con la realidad y aceptarlo, sin lugar a dudas, como la verdad.
Ya es un ejercicio donde lo que se hace es abusar de la audiencia, su necesidad de creer y su propensión natural al refuerzo de la propia identidad mediante el consumo de contenido. Tal vez es necesario ya definir que esas fuentes en su ejercicio manipulador, no sólo como propaganda, sino como un ejercicio que busca replantear la percepción de la realidad, reconceptualizar términos de manera conveniente, e incluso algunos casos replantear la historia.
Esos no son medios, son pseudo-medios y lo que ofrecen es anti-información. Son fuentes que solo están participando en formar la sociedad de la ignorancia.
Y de la misma manera esto es un poder, un poder suave que se ejerce sin recato y la audiencia lo agradece. De esto, la próxima semana.
Hagamos red, sigamos conectados.