Uno de los graves problemas que va a enfrentar es el de la polarización en la cual hemos venido cayendo. Con razón se habla de que este histórico proceso que vive entre nosotros parte de la injusta distribución de la riqueza, de la pobreza y de que nuestra sociedad tiene una alta dosis de discriminación y racismo.
Sin embargo, lo que se ha presentado estos años ha agudizado las cosas, porque en lugar de buscar revertir un lamentable proceso se ha optado por agudizar las divisiones e incluso alentarlas. El discurso político como parte estratégica de la gobernabilidad se ha dirigido a la sistemática confrontación.
A diario se presentan situaciones que lo que provocan es la confrontación sin que se aprecie que tenga sentido para el desarrollo de la sociedad, la cual camina más sobre los terrenos de la distancia que por la opción de la cohesión.
Los riesgos van creciendo porque no necesariamente estamos pasando por una etapa que permita revertir el estado de las cosas. Por ahora no se aprecia que se estén reduciendo los niveles de pobreza y los programas sociales van a enfrentar muy pronto el problema del presupuesto.
Se anda sacando dinero hasta de las piedras, pero al final puede no alcanzar porque las llamadas obras emblemáticas cada vez jalan más presupuesto, el cual se lo están quitando otro tipo de programas que en términos sociales son de primera importancia; esto reconocido por el propio titular de Hacienda.
Se ve remoto que se reviertan las cosas en los próximos dos años. El futuro se ve complicado, ayer la OCDE presentó sus pronósticos para este año y el que viene, en ambos casos el crecimiento-país no es alentador.
Este año se va a crecer un poco más de lo que se planteó hace algunos meses, se calcula que será de 2.1%, en tanto que en 2023 estaremos en 1.5%, .6% menos que el año anterior.
La economía mexicana no la va a pasar nada bien. No ha desaparecido la desconfianza, sigue pesando la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, y la inflación va a cerrar al alza el año. El proyecto del Presidente se puede ir diluyendo si los bolsillos de los ciudadanos, incluso sus más fervientes seguidores, no ven que las cosas mejoran.
Quizá la elección del 24 termine por ser un problema menor en función de lo que puede agitarse la economía y más porque no se alcanza a apreciar que las cosas mejoren.
La popularidad del Presidente se sustenta en la esperanza de millones de personas que sienten, con razón, que por primera vez piensan en ellos. La defensa que mucha gente hace de López Obrador se basa en la militancia, identidad, empatía y las ganas de creer, lo cual no pasa por cuestionamiento alguno de lo que hace y dice el mandatario.
La o el sucesor de López Obrador, por más obvio que sea, no es López Obrador. No va a poder tener la capacidad de maniobra que tiene el Presidente, pero no es sólo eso, el otro gran reto es cómo gobernar un país con serios problemas económicos, confrontado, con varios frentes abiertos y con áreas como la de educación y salud que no acaban por amarrar como parte del proyecto presidencial.
El factor social es preocupante porque la sociedad está dividida con pocas salidas para la cohesión en tiempos en que nadie está dispuesto a ceder, y menos en Palacio Nacional. Al futuro como incógnita se le suma el que hay problemas en los que las salidas son de largo plazo.
Por ahora la continuidad ciega nos llevará a más problemas de los que ya cargamos.
RESQUICIOS
Todo apunta a que va a desaparecer el horario de verano. El debate sobre el tema pasó a segundo plano con tal de hacerle caso a un viejo planteamiento del Presidente. Parece que los argumentos son parte de leyendas urbanas más que de razones científicas.
Este artículo fue publicado en La Razón el 27 de septiembre de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.