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Es asombrosa la certeza premonitoria de la que hizo gala el economista y politólogo Ugo Pipitone cuando, en 2015, publicó su libro La esperanza y el delirio. El autor dijo que el proyecto obradorista es “demagogia al servicio de una ambición descabellada”, disfrazada de reivindicación patriótica y social. Ocho años después de la publicación, luego de cinco de gobierno de la 4T, se puede decir que los hechos dan la razón al intelectual de origen italiano. 

Al dar cuenta de una acuciosa revisión histórica, Pipitone encontró que, pese al cambio constante de los escenarios, el nuevo florecimiento del populismo en América Latina es la reiteración del mismo cuento: “Jefe carismático, clientelismo partidario, demagogia popular-patriótica, charlatanería mesiánica, desinterés en las reglas, concentración personal de los poderes del Estado, corrupción cortesana, atención a los más pobres como benevolencia del líder y reparto clientelar”. El resultado es igual o similar aunque se autobautice como peronismo (en Argentina), nacionalismo revolucionario (en el México del PRI), socialismo del siglo XXI (en la Venezuela de Chávez y Maduro), izquierda, derecha o todo lo contrario, como dijera Luis Echeverría Álvarez, el perpetrador de las masacres del 2 de octubre y 10 de junio.

En la realidad mexicana de este sexenio se identifican con facilidad los mismos elementos descriptivos: el Amado Líder deponiendo demagogia patriotera en su charlatanería matutina, contumacia y violación serial de la Constitución, entronización como poder concentrado subyugando a los otros poderes y al Pacto Federal, escandalosa corrupción de la corte presidencial y, no podía faltar, un ejército electoral a cargo de los programas sociales (los servidores de la nación). 

El populismo mexicano dio con AMLO “frutos maduros de radicalismo inconsistente, maniqueísmo, retardo cultural sobre los tiempos del mundo y florilegios patrióticos de irresponsabilidad”, dice Pipitone. Respecto a la gestión obradorista en el gobierno de la Ciudad de México (2000 al 2006), señala que “era evidentemente más fácil promover arquitecturas faraónicas (el segundo piso del Viaducto) que organizar un transporte público de calidad” y, sobre la fundación de una nueva universidad local (la UACM), que confirma “una irredenta cultura populista” que genera títulos académicos de dudosa calidad, aunque no den perspectivas reales de trabajo a sus egresados. Esta observación resulta irrefutable respecto a las 100 Universidades del Bienestar del sexenio actual.

En lo que parece un retrato anticipado y revelador de la mal llamada 4T, dice: “La fórmula es cabalgar el tigre de la protesta, venga de donde venga, con soluciones simplistas y de alto impacto mediático. Vivir de simulaciones y de imágenes vendibles en el mercado electoral es alfa y omega”. Y culmina, refiriéndose al actual presidente: “Un personaje intelectual y políticamente mediocre, pero dotado de una desbordada ambición capaz de llevar al país al borde de su quiebre institucional. Ejemplificación inmejorable del populismo como irresponsabilidad, falta de visión de conjunto y demagogia al servicio de una ambición descabellada que, con inquietante facilidad, se disimula de reivindicación patriótica”. 

Ugo Pipitone se graduó como economista en la Universidad de Roma, impartió cátedra en Santiago de Chile y en Lima, para después asentarse en nuestro país (es profesor e investigador de la UNAM y el CIDE). Ha publicado una veintena de libros, entre los que destaca La esperanza y el delirio (2015), que los interesados en comprender el actual momento de México deben leer (o releer) sin falta. 

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