La naturaleza represora y cargada de mentiras de los populismos hacen que estas formas de tiranía se apoyen, para su consolidación, en las llamadas turbas. La 4T (cualquier cosa que esto sea) no podía quedar fuera de esta tendencia. Hace unos días en el mitín frente a la SCJN, encabezado por el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, tuvimos una probadita de lo que sucede cuando una muchedumbre agresiva, desenfrenada, empoderada y supuestamente descontenta (ya que no entienden qué dicen, a quién se lo dicen, ni el por qué lo dicen) usan la violencia para amedrentar y conseguir un fin político. Para esa masa humana es un desfogue; para sus amos es una herramienta política más para lograr sus fines.
Desde luego que la libertad de expresión y de manifestación es un derecho consustancial consagrado en las democracias. Impensable estar contra ello. Pero ¿en qué punto este asunto se aleja de esas libertades incuestionables? En situaciones como esta, cuando se utiliza a la masa para el linchamiemto, la destrucción, la incitación al odio e incluso las amenazas de muerte al “enemigo” (todo aquel que se atreve a no pensar como el tirano) para conseguir un objetivo político, léase: cumplir con la meta del control total y la consolidación del autócrata en su reino. Preocupante.
Cuitlahuac Garcia, uno de los más cuestionados y desprestigiados gobernadores de MORENA y quien encabezó a la turba en el mitín de marras, hizo un llamado “al pueblo consciente de México” a combatir “el imperio supremo del poder judicial que quieren imponer al país”. El pecado de los ocho ministros así defenestrados fue no plegarse a los caprichos y no obedecer a pie juntillas los deseos autoritarios del presidente. ¡Cómo se atreven a ello! No olvidemos que lo que decide y piensa AMLO es lo que piensa y decide el pueblo…y hay de aquel que no lo reconozca o crea. La lambisconería y la ambición a todo lo que da.
Y comenzó el desfile de ataudes con la leyenda “SCJN”, algunos con la foto de la ministra Norma Piña, acompañados de un conjunto de fanáticos que con toga y birrete recorrieron las calles del centro histórico cercanas a la SCJN. Lamentable. Compañeros reporteros que estaban cubriendo este “evento” fueron agredidos y vilipendiados y ahí comenzó también la mención de nombres y nombres de periodistas, supuestos enemigos del régimen de acuerdo con lo proclamado diariamente por el señor López Obrador. La turba clamaba por sangre.
Siguió la pesadilla con la aparición de una efigie de cartón de la ministra Piña, a la que tiraron, patearon y destruyeron con todo lo que pudieron. El gran final fue prenderle fuego. En los estertores de la marcha, una mujer con una escopeta en mano vociferó: “Fuera Norma Piña, no podemos permitir que corruptos y delincuentes sean los que encabezan esta institución”.
¿Hasta donde va a llegar esto? El pronóstico es reservado. Como mujer, como periodista y como mexicana estoy muy preocupada.
El primer mandatario desde sus mañaneras ha alimentado este ánimo de violencia y venganza, ha polarizado cada día más y más a nuestro país. Ha sembrado odios y seguramente, a la larga o a la corta, cosechará tempestades, como dijo un dia el Libertador.
Mientras tanto, desde mi modesta trinchera califico estos actos como de odio y barbarie, de violencia de género, tal y como lo dijo la SCJN despues de ver estos deplorables hechos que son, desde todo punto de vista, repudiables.
La turba es la composta, es la materia orgánica de color oscuro y pestilente mejor conocida como mierda. No lo olvidemos.