Del 6 al 9 de junio próximos, los ciudadanos de los 27 miembros de la Unión Europea irán a las urnas para elegir de manera directa a los legisladores que los representarán en el Parlamento Europeo, uno de los órganos supranacionales más importantes de la Europa Comunitaria. Junto con el Consejo, el Parlamento Europeo ostenta el poder legislativo de este organismo internacional.
La Eurocámara se integra por 720 legisladores lo que la convierte en el segundo Parlamento más grande del mundo (la cámara baja de India o Lok Sabha tiene 552 parlamentarios en tanto la cámara alta o Rajya Sabha se integra por 245 miembros para un total de 797 legisladores, 77 más que el Parlamento Europeo).
Los antecedentes del Parlamento Europeo se remontan al 18 de abril de 1951 cuando Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, la entonces República Federal de Alemania, Francia e Italia instituyeron, en el Tratado de París, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), en la que se preveía una Asamblea Parlamentaria, que, junto con la Alta Autoridad, el Consejo de Ministros y la Corte Europea delinearían a las instituciones supranacionales de la hoy Unión Europea. Así, la Alta Autoridad es hoy la Comisión Europea; el Consejo de Ministros devino en el Consejo Europeo; y como es de imaginar, la Asamblea Parlamentaria fue la progenitora del hoy Parlamento Europeo. Sin embargo, en ese tiempo, sus parlamentarios procedían de los parlamentos nacionales y no existía la figura de parlamentarios ad hoc elegidos por el voto directo de la ciudadanía, si bien se le dio la atribución de poder destituir a la Alta Autoridad.
La sede de la Asamblea Parlamentaria fue motivo de discordia dado que todos los países involucrados querían albergarla. Se aceptó, de manera provisional, que la ciudad francesa de Estrasburgo fuera su residencia temporal, esto porque esa ciudad es fronteriza con Alemania y tiene un enorme simbolismo en lo tocante al corazón de la integración europea: el liderazgo político francés sumado al poder económico alemán amén de la reconciliación entre ambas naciones tras dos guerras mundiales. Estrasburgo también es sede del Consejo de Europa. Empero, es de difícil acceso dado que las vías de comunicación existentes son limitadas y encarecen los viajes de los parlamentarios que al día de hoy proceden de 27 países. En este sentido, se habilitó en Bruselas una sede alterna para que ahí sesionen los parlamentarios, dado que la capital belga es más céntrica y mejor comunicada.
En sus orígenes, la Asamblea Parlamentaria tenía un estatus consultivo y la obligación de reunirse una sola vez al año. En las negociaciones subsecuentes para afianzar y ampliar la integración europea, la Asamblea Parlamentaria fue adquiriendo más atribuciones y poderes. Cuando se suscribió el Tratado de Roma el 25 de marzo de 1957, las responsabilidades de la Asamblea Parlamentaria, aunque seguían siendo consultivas, incluían la elaboración de proyectos para lograr que la elección de sus miembros se hiciera por sufragio directo previa fijación de criterios homologados entre los socios comunitarios. Hacia 1962, mientras se definían los parámetros para la elección directa de sus integrantes, pasó a denominarse Parlamento Europeo. En 1975, mediante el Tratado de Bruselas, adquirió el mandato para decidir el presupuesto de las Comunidades Europeas. Más tarde, entre el 7 y el 10 de junio de 1979 tuvieron lugar las primeras elecciones al Parlamento Europeo, procedimiento que, desde entonces, se lleva a cabo cada cinco años. Aunque la propuesta inicial planteaba hacer los comicios en un mismo día en todos los países, se dispuso su desarrollo a lo largo de varias jornadas.
Cuando el Tratado de Roma cumplió su 30° aniversario, se suscribió el Acta Única Europea en 1987, la que ratificó el nombre de Parlamento Europeo para la institución, además de estipular su cooperación con el Consejo para el ejercicio compartido del poder legislativo, más el poder de veto sobre la admisión de nuevos Estados miembros y acuerdos con otros Estados.
El Parlamento Europeo se consolida
Con la firma del Tratado de Maastricht en 1992, el Parlamento Europeo fue perfilando sus atributos tanto en lo concerniente a la codecisión con el Consejo como también en torno a la aprobación de los miembros de la Comisión.
Actualmente, ningún miembro de la Europa comunitaria tiene tener más de 96 eurodiputados ni menos de seis. La proporción está marcada por la demografía, de manera que Alemania, Italia, Francia y España son los países con más cantidad de escaños.
La razón de que las votaciones duren cuatro días obedece a la logística y también el número de países donde se celebrarán los comicios. En esta oportunidad Dinamarca abrirá el proceso, siendo el único que votará el 6 de junio. A continuación, el 7 abrirán las casillas Irlanda y la República Checa, aunque este país las mantendrá abiertas hasta el 8. Luego tocará el turno de el día 8 de Italia, Letonia, Malta y Eslovaquia. El 9 es cuando será la votación más copiosa en el resto de los socios comunitarios desarrollando los comicios simultáneamente en Bélgica, Bulgaria, Alemania, Estonia, Grecia, España, Francia, Croacia, Chipre, Lituania, Luxemburgo, Hungría, Austria, Polonia, Portugal, Eslovenia, Finlandia, Rumania y Suecia.
A pesar de que la Unión Europea ha forjado por espacio más de siete décadas la integración económica, no ha avanzado en la misma dirección en lo político-electoral. En este sentido, por ejemplo, la edad mínima para votar en la Europa comunitaria es de 18 años, si bien hay países en los que la edad mínima es de 23 (Rumania) o 25 años (Italia).
Existen siete grupos parlamentarios en el seno del Parlamento Europeo, a saber:
- Partido Popular Europeo (PPE),
- Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (APSD),
- Europa Renovada (ER),
- Alianza Libre de Europeos Verdes (ALEV),
- Reformistas y Conservadores Europeos (ECR),
- Identidad y Democracia (ID),
- La Izquierda en el Parlamento Europeo (GUE/NGL).
También hay fuerzas políticas que no están adscritas a ninguno de los grupos parlamentarios anteriormente señalados como la Alianza para la Paz y la Libertad (APL) y la Acción Comunista Europea (ACE).
En los comicios de 2019, los grupos antisistema se abrieron paso, rompiendo con el tradicional bipartidismo imperante en el Parlamento Europeo. Para los comicios de los siguientes días, el pronóstico es que la derecha y la ultraderecha se impondrán, por lo menos, en Austria, Italia, Francia y Países Bajos.
¿Qué se espera para los comicios de 2024?
Los ciudadanos que podrán votar incluyen a 373 millones de personas. Un problema tradicional consiste en movilizar a la ciudadanía para que sufrague, toda vez que muchos ciudadanos consideran a las elecciones al Parlamento Europeo como secundarias o menos importantes. Baste mencionar que, en los comicios de 2019, el 50 por ciento de los ciudadanos decidió no votar. Es sintomático observar que desde 1979, en la medida en que la hoy Unión Europea se ha ampliado a nuevos miembros, el abstencionismo ha crecido de manera sostenida. Con una demografía envejecida el entusiasmo de los jóvenes está debilitado dado que se sienten excluidos de un proceso que les parece ajeno. Opciones como el voto electrónico deben fortalecerse. Asimismo, la derechización de la Europa comunitaria tiene que ver con el hecho de que las agrupaciones racistas, xenófobas, antiinmigrantes y autoritarias sí salen a votar. Por otro lado, hay obstáculos para que los inmigrantes puedan votar. Mismo caso para ciudadanos europeos que pretenden ejercer este derecho político pero que deben viajar varias decenas o centenares de kilómetros para poder sufragar. En este sentido, las elecciones al Parlamento Europeo parecen alejadas de un proceso inclusivo, a lo que hay que sumar la desigual representación de las mujeres, de minorías, etcétera.
Fuente: Statista y Eurostat.
Teniendo el abstencionismo exacerbado en mente, las encuestan anticipan la victoria del Partido Popular Europeo (PPE), de derecha, pero también se prevé que crecerá la ultraderecha, esto a la luz de los resultados de comicios recientes celebrados a nivel nacional en varios de los socios comunitarios. La pregunta es hasta dónde el fortalecimiento de la extrema derecha impactará en el quehacer del Parlamento Europeo tras los comicios. En el Parlamento Europeo la extrema derecha se divide en dos grupos, a saber: los Reformistas y Conservadores Europeos (ECR) e Identidad y Democracia (ID). Lo que distingue a unos y otros es que mientras que los ECR están de acuerdo con la integración europea, los ID son críticos y escépticos.
La germana Ursula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea y favorita para la reelección en el cargo pertenece al Partido Popular Europeo (PPE) y ha externado que no trabajará con el grupo de ID. Empero, en una muestra de pragmatismo, ha dejado entrever que sí trabajaría con los ECR, cosa que ha molestado a la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (APSD) y Europa Renovada (ER) porque tradicionalmente el PPE, APSD y ER han sido la coalición dominante en el Europarlamento donde se han gestado los grandes acuerdos y se aprueba buena parte de las legislaciones.
Además de la presidencia de la Comisión Europea, derivado de los comicios se elegirá a quien presidirá el Consejo al igual que al Alto Representante o jefe de la diplomacia comunitaria. Como se explicaba, hasta ahora Úrsula von der Leyen que preside la Comisión Europea, pertenece al PPE que es mayoría en el Parlamento en tanto Europa Renovada preside el Consejo. En el caso del Alto Representante, éste pertenece al APSD.
Será importante observar qué ocurre con la Alianza Libre de Europeos Verdes (ALEV), quienes han influido de manera notable en la agenda ambiental de la Europa comunitaria pero que, según sondeos, podrían perder en estos comicios, hasta el 40 por ciento de sus escaños. Considerando el ascenso de la extrema derecha se prevé que la Europa comunitaria, hasta no hace mucho defensora de políticas de mitigación ante la debacle ambiental global, modifique su postura a favor de políticas menos ambientalmente amigables, algo que sería considerado como un enorme retroceso para la región y el mundo.
Habrá también que observar cómo los comicios al Parlamento Europeo impactan en las políticas nacionales de los países miembros, en especial, Francia -donde el partido del presidente Macron no está en su mejor momento-; en Alemania -donde los partidos verdes, socialistas y liberales se verían afectados por la desconfianza en el gobierno que encabeza Olaf Scholtz-; en Polonia -donde no obstante la llegada al gobierno de Donald Tusk, personaje pro europeo, los agricultores están cada vez más en desacuerdo con políticas como las que apoyan a Ucrania mientras a ellos no se les otorgan las concesiones que piden-; en España -donde los acuerdos entre socialistas e independentistas españoles posibilitaron que se formara el nuevo gobierno-; y en Eslovaquia -donde recientemente se produjo un atentado contra el primer ministro Robert Fico, quien sobrevivió y el hecho mismo del ataque puede fortalecer a su gobierno de corte nacionalista-populista.
De confirmarse lo que marcan las encuestas, el Parlamento Europeo podría tornarse más hostil a la inmigración y menos cooperativo con el mundo -con las consecuencias que ello podría tener para Ucrania, la que, hasta ahora ha contado, en general, con el apoyo de los socios comunitarios para enfrentar a Rusia-, favoreciendo el nacionalismo, el proteccionismo y reduciendo el interés en torno a acuerdos como los que están pendientes de aprobación con México y también con el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Ello impactaría igualmente en las relaciones con potencias como Rusia, la República Popular China y un Estados Unidos donde Donald Trump podría regresar a la Casa Blanca como resultado de las elecciones de noviembre próximo. La Europa comunitaria podría replegarse en un mundo donde más que nunca se requiere de la cooperación y el liderazgo para hacer frente a los enormes desafíos globales.
¿Por qué son importantes las elecciones al Parlamento Europeo para México?
Uno de los desafíos para la política exterior del nuevo gobierno en México y del nuevo Parlamento Europeo, será la conclusión satisfactoria de la renovación del Acuerdo Global. Si bien los tiempos políticos para ambos actores han jugado en contra del proceso -en México de cara a privilegiar las relaciones con América Latina y, en menor medida, EEUU, sumado ello a las campañas políticas y las elecciones presidenciales y en la Europa comunitaria ante la guerra de Rusia contra Ucrania, el reforzamiento de lo militar sobre la retórica integracionista, la negociación de Bruselas con el MERCOSUR y la celebración de los comicios para el Parlamento Europeo- la realidad es que es importante para ambas partes, aunque las autoridades nacionales parecerían necesitarlo lo más pronto posible ante el advenimiento de la primera revisión, en 2026, del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC).
Si Donald Trump regresara a la presidencia estadunidense y considerando que este mecanismo de revisión del TMEC fue idea suya, entonces EEUU buscará que prevalezcan sus intereses y exigirá concesiones de México como también de Canadá como condición para que el tratado siga existiendo. Si México, para entonces, ya cuenta con la renovación del Acuerdo Global con la Unión Europea. llegará más fortalecido frente a Washington por haber sido capaz de llevar a feliz término una negociación tan importante con una potencia comercial como lo es la Europa comunitaria.
Es de destacar que, desde abril de 2020, en plena pandemia, México y la Unión Europea alcanzaron un acuerdo tras años de arduas negociaciones. ¿Qué aspectos incluye el renovado Acuerdo Global? Entre otros
- Apertura del mercado al comercio e inversiones de la Europa comunitaria, incluyendo sectores como los servicios, la industria de alimentos y bebidas, y el comercio electrónico.
- La eliminación de los aranceles para el comercio de mercancías.
- La posibilidad de que las empresas europeas participen en licitaciones del sector público en México.
- Cooperación en torno a las medidas para contrarrestar el cambio climático, luchar contra la pobreza y la corrupción, fortalecer el respeto de los derechos humanos, esto en adición a los mecanismos de diálogo político existentes.
Un aspecto complejo a considerar es que hay países como Bélgica, donde sus regiones son responsables de aprobar los tratados comerciales en un ejercicio de paradiplomacia. Asimismo, tras el Tratado de Lisboa de 2007, el procedimiento para que la Unión Europea negocie tratados comerciales se tornó más complejo, de manera que la Comisión Europea se ha propuesto controlar más las negociaciones comerciales, mientras que los países miembros no quitan el dedo del renglón para mantener reservas en torno a temas como derechos humanos, derechos laborales, agendas ambientales, etcétera. En este sentido, para que el proceso pudiera avanzar, se ha propuesto dividir en tres partes el Acuerdo Global México-Unión Europea, esto es, en lo comercial, en materia de inversiones y en lo referente a la cooperación. Así, el Parlamento Europeo, en teoría, podría aprobar lo estrictamente comercial mientras se gestionan consensos para las otras dos partes del acuerdo con las instancias pertinentes.
Empero, el gobierno mexicano ha externado que no acepta esa división tripartita del Acuerdo Global y que debería aprobarse en su totalidad. No ha ayudado, ciertamente, que el presidente Andrés Manuel López Obrador jamás ha viajado a Europa a lo largo de su gestión. Lo ha hecho a América Latina y a Estados Unidos, pero con los países europeos, en especial, con España, las relaciones no han sido tersas y el propio Parlamento Europeo se ha confrontado con el presidente mexicano en torno a cuestiones como los asesinatos de periodistas y la situación de los derechos humanos en el país.
El hecho de que México se haya alejado tanto de Europa en esta administración no ha jugado a favor del Acuerdo Global. A los ojos de los europeos, a López Obrador no le importan ni los europeos ni el mundo por lo que es urgente una “operación cicatriz” con Bruselas.
La virtual presidenta electa, entre sus primeras acciones al inicio de su gobierno, debería salir al mundo y hacer visitas de Estado a países europeos y a las instancias supranacionales comunitarias para facilitar la ratificación del Acuerdo Global. México debería hacer lobby y trabajar con España, un país que cada vez se interesa menos en los latinoamericanos, pero cuya opinión y gestión sigue siendo importante para sensibilizar a los socios comunitarios sobre los acontecimientos en México, el MERCOSUR, Centroamérica y la región en general. Las relaciones con la Unión Europea son importantes para México e ignorar a esa región deja a México a merced de un Estados Unidos al que tampoco parece importarle mucho coadyuvar a la gestión de la agenda bilateral en términos cooperativos con los mexicanos -ahí está, como muestra, la reciente decisión del presidente estadunidense Joe Biden de endurecer aún más la política migratoria en la frontera común. México debe regresar al mundo y parece un buen momento para recomenzar con la Unión Europea.
Pesará, por supuesto la afinidad ideológica o no de las fuerzas políticas en el Parlamento Europeo con el gobierno mexicano, pero no es imposible llegar a un entendimiento si la gestión de las relaciones internacionales de México se maneja de la mano de profesionales de la diplomacia y con sagacidad e inteligencia. Por supuesto, debe llevarse a cabo una mejor colaboración entre la cancillería mexicana y la Secretaría de Economía para generar sinergias que puedan llevar a buen puerto el renovado Acuerdo Global con la Unión Europea.