Las manifestaciones del 8 de marzo y el día sin mujeres marcaron un hito. Si no hubiera aparecido el coronavirus estaríamos ante un movimiento imparable, lo que hizo el Covid-19 fue sólo ponerle pausa, hay indicios de que está terminando.
Las manifestaciones de las mujeres en marzo fueron de las más importantes de la historia, sin soslayar muchas otras que tuvieron que ver con protestas locales o por el voto femenino.
Lo que está pasando en la CNDH y que se ha extendido a un buen número de estados son una continuación de lo que se vivió en marzo y en meses previos; en Edomex fue lamentable la forma en que violentamente trataron de terminar con la toma de la comisión en Ecatepec.
La CNDH lleva tiempo rebasada. Lo que ha venido a pasar estos días es que diferentes hechos han evidenciado sus problemas. Se ha venido manifestando una falta de empatía con causas que, por principio, la comisión tendría que acompañar y no llevar al ámbito de la burocracia.
El encono de las mujeres no se remite a este Gobierno. Tiene que ver con cómo desde las esferas del poder se ha visto a las mujeres. Todos hemos entrado a nuevos aprendizajes que no han sido atendidos del todo, en muchos casos todo ha sido contracorriente.
La propia mirada del Presidente ha sido motivo de cuestionamientos. Se le ve poco empático y comprometido con la causa de las mujeres, a diferencia de algunas integrantes de su gabinete, las cuales han buscado presentar otro discurso por convicción y también para tratar de colocar en el menor de los entredichos a su jefe.
En las manifestaciones de marzo muchas de las consignas de las mujeres estaban dirigidas al mandatario precisamente por encontrarlo distante, incluso insensible sobre el tema. Cuando habló sobre los feminicidios de alguna manera pareció que estaba minimizándolos siendo que a los pocos días desde el mismo Gobierno se presentaron números que mostraban perspectivas diferentes.
En la toma de la CNDH se están conjuntando varios elementos. El más importante tiene que ver con la viabilidad de la comisión bajo los términos en que se encuentra.
Sin duda requiere de una transformación, pero en un país como el nuestro debe quedar definitivamente claro que en medio de tanto dolor, adversidad y violación en materia de derechos humanos pensar en que pudieran desaparecer sería no sólo un despropósito, por encima de todo sería un error histórico de un costo irreparable.
Otro elemento tiene que ver con la presidenta de la comisión. De alguna manera la autonomía de la institución ha sido cuestionada por la relación de Rosario Piedra con el Presidente.
Sin ponderar el pasado, la distancia con el Ejecutivo estaba marcada, al tiempo que las “recomendaciones” eran sistemáticas en función de las denuncias, las cuales no vemos por qué pudieron haber disminuido en medio de tantas irregularidades y adversidades.
El otro componente lo forman, sin la menor duda, las mujeres. Estamos ante algo que podríamos definir como el inicio del fin de la pausa que obligadamente se tuvo ante la pandemia. No es casual que se vaya encontrando en la protesta un denominador común, la toma de las comisiones de derechos humanos tanto la nacional como las estatales.
Lo que viene es el gran reto de la reestructuración de la CNDH en la cual deberá ir por delante su autonomía y, por otra parte, igual de importante, la imperiosa necesidad de crear condiciones estructurales que puedan realmente representar los derechos y las demandas de género.
Las mujeres poco a poco se van quitando la pausa obligada que les impuso y nos impone la pandemia.
RESQUICIOS
En medio de las contradicciones en que se la ha pasado el Gobierno con la pandemia bien haría en tomarse con prudencia la vacuna rusa, genera dudas y no queda en clara su efectividad; lo barato nos puede salir muy caro… ¡Aguas!
Este artículo fue publicado en La Razón el 14 de septiembre de 2020, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.