En octubre de 2021, Andrés Manuel López Obrador decidió que Loretta Ortiz Ahlf reemplazara al ministro José Fernando Franco González-Salas en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). El procesamiento legislativo ocurrió el 23 de noviembre de 2021 en el Senado de la República y fue necesario para los afanes de vulnerar la autonomía de la Corte y sujetarla a la ruta de destrucción del sistema judicial determinado por el presidente.
Con la asignación de Loretta Ortiz avanzaba la estrategia de copar a la SCJN con militantes de Morena leales y sumisos. López Obrador, ya se sabe, prefiere devoción que preparación y esta se le garantizaba la nueva ministra, esposa de José Agustín Ortiz Pinchetti, otro fiel escudero del presidente. Loretta se sumó a Yasmín Esquivel Mossa cuya obediencia a los dictados oficiales también había sido acreditada, nada menos, su esposo José María Riobóo fue favorecido mediante contratos millonarios con los gobiernos de la CDMX encabezados por el político tabasqueño y Marcelo Ebrard (por esos nexos no hizo mella la demostración palmaria de los plagios académicos de la ministra Esquivel). Un par de años después de la asignación de Loretta Ortiz, llegó a la Corte, por la misma decisión presidencial, Lenia Batres Guadarrama, sin importar sus carencias éticas y profesionales. Desde entonces, como si fueran monaguillas, las tres han cantado la misa al ritmo que les ha tocado el sacerdote.
La escuela de Loretta Ortiz, más allá de las prendas académicas, estuvo cifrada en la militancia política, primero en el Partido del Trabajo y luego en Morena. Desde entonces actuó como siervo del presidente, aunque la mansedumbre se afianzó desde su cargo como ministra. Así fustigó a Arturo Zaldívar antes de que este se declarara amigo y servidor del presidente, por lo que, cuando el ministro engrosó las filas del oficialismo, Loretta olvidó sus diferencias con Zaldívar y todos contentos.
Hubo un lapso en el que Loretta Ortiz no calculó sus palabras. El 29 de junio de 2024 criticó la reforma judicial impulsada por el gobierno porque dejó de lado la carrera judicial: Los ministros y magistrados “no se dan en macetas”, advirtió. El 5 de julio afirmó que muchas críticas dirigidas a los jueces son en realidad fallos en las investigaciones realizadas por las fiscalías y el 10 de julio adujo que la elección de mil 700 jueces federales y seis mil locales era prácticamente imposible. Pero tres días después volvió al redil y aseguró que ella respaldaba la propuesta de reforma del presidente.
El 3 de septiembre las tres militantes cantaron la misa. Batres, Esquivel y Ortiz rechazaron la decisión del pleno de la Corte de suspender labores y sumarse al paro de trabajadores del Poder Judicial. Luego emprendieron su campaña. Loretta ha sido la más intensa, busca el voto popular para repetir en el cargo en 2025 y, cada que puede, agradece al presidente por haberla propuesto como ministra en 2021, por lo que, presumió, todas sus resoluciones han sido para favorecer al pueblo (entiéndase, para respaldar a Andrés Manuel López Obrador).
En su ímpetu proselitista, Loretta Ortiz le ha estado diciendo al mandatario “Misión cumplida”. Y ha hecho más, como sierva del presidente participó en su querella contra el empresario Ricardo Salinas Pliego. La ministra dijo que, al llegar a la SCJN, Grupo Salinas le ofreció manejar su imagen y quiso corromperla. No mostró pruebas, pero sí exhibió su lealtad a López Obrador quien, justamente por esos días, arreciaba su ofensiva contra aquel corporativo como parte de la extorsión del gobierno para hacer que Grupo Salinas pague más impuestos de lo que debería. Con ello, la militante de Morena cree haber hecho méritos aunque, en sus pretensiones personales, le importe un comino vulnerar la procuración de justicia.
Eso es lo que nos espera cuando priman los intereses políticos sobre las instancias judiciales.