En estas fiestas patrias vale la pena recordar que la Jamaica no es de estas tierras y la horchata tiene raíces españolas. Que el charro también tiene origen en regiones ibéricas y que la canción Cielito lindo no se inspiró en este territorio. La Virgen de Guadalupe también es de inspiración española y los héroes que nos dieron independencia no eran mexicanos porque el país, simplemente, no existía.
Somos resultado de un proceso de sincretismo y hemos moldeado así nuestra propia identidad. Pero nopales hay y muy buenos, en Italia. Mezcales y aguardientes en Colombia, dulces y helados además de algodones, en Italia también y España. Tabernas ahí, España igual que en República Checa y Alemania.
El son proviene de Cuba igual que el Chachachá y el Mambo, traído por Dámaso Pérez Prado; las principales rumberas no nacieron aquí y buena parte de la “música mexicana” remite a Jalisco y no a los demás estados que tienen un gran acervo cultural. Esa “música mexicana” refleja un maltrato atroz a las mujeres y muestra que la parranda, la flojera y la violencia son virtudes nacionales.
Aquí hay buena plata, pero no es patente mexicana ni se halla dentro de la mejor del mundo. El mejor español se habla en Colombia y nuestro gusto por la fiesta lo comparten Cuba, Venezuela, Colombia y Brasil. Tenemos a Malinche y Cartagena a la India Catalina, tenemos a Lupita y ellos a la Candelaria. El mexicano bebé tequila de la botella porque es muy hombre, el ruso hace lo mismo pero con Vodka. Nuestros elotes y esquites de la calle son casi idénticos a los que se venden en Estambul y los tacos al pastor que por Europa son famosos (pero sin Chile) gracias a los árabes, comenzaron a venderse a mediados de los 70.
Los tianguis y el regate no son nuestra tradición (como no lo es el Día de Reyes o la Navidad), en Holanda, Italia y Francia son espectaculares los regateos de chácharas. En toda América Latina las vírgenes se le aparecieron a los indios y las procesiones no son aportes mexicanos.
No obstante, ¡Viva México cabrones! ¿O no?