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jueves 19 septiembre 2024

Mi piel es rosa mexicano

por Regina Freyman

Con desgano me puse la camisa rosa, vivo en Zihuatanejo y no podría ir a la marcha en la Ciudad de México, constatar una vez más desde esa gran ciudad que la pluralidad nutre un país tan vibrante como el nuestro, pensé que aquí no iría nadie que estaríamos Héctor y yo solos con dos o tres amigos.

En principio y como huérfana, busqué una marcha en esta comunidad soy una recién llegadas, dos años apenas pero ya tengo mi INE. Entre mis nuevas amigas está una chica muy agradable que trabaja justo en el INE de Zihuatanejo y después de manifestar mil veces que me apenaba que no hubiera una manifestación en favor del Instituto, apareció la marcha, realmente fue un mitin modesto con 40 personas a lo sumo, pero cada persona fue levantando mi ánimo hasta el rosa mexicano intenso que me hizo entrar en tono y sintonía con todas las marchas del país, discretas o numerosas.

No mentir, no robar y no traicionar son tres principios éticos que el presidente en turno adoptó y que, al menos en lo que supone a todo tipo de elecciones, el INE protege con celo, el mismo organismo que organizó y defendió las elecciones del gobierno en turno, en el país y en diversos estados. Todo lo humano siempre es mejorable pero el INE ha ganado la confianza de los ciudadanos, algo que ya quedó manifiesto. A diferencia del presidente que paulatinamente va perdiendo esa confianza que lo llevó a la cima. Primero porque traiciona sus tres preceptos, lo que se ha documentado con profusión, sin ir más lejos en su estrategia polarizante que siempre requiere un enemigo, su cálculo fue malo al elegir y traicionar al instituto que lo validó, como quien usa una escalera para subir y una vez arriba pretende cortarla para impedir que suban los demás. La incongruencia se hace evidente.

Catálogo de trampas

Pero concentrémonos en el comportamiento ante la marcha. La lista de estrategias que intentaron minar esta manifestación ciudadana es un catálogo de trucos sucios que alejan al mandatario y a su círculo cercano de los mismos 3 principios que constantemente enumera:

    • Insultar a todo aquel que participara en la marcha
    • Cercar el Zócalo con otro evento de Beisbol, su cumpleaños o lo que fuere
    • Retar después a que se ocupara el Zócalo para mofarse de que la marcha era pírrica y no se llenaría
    • La estrategia de declarar contingencia para evitar la libre circulación de vehículos
    • El falso conteo de los asistentes
    • La infiltración de militares
    • La asistencia de fanáticos del presidente que fueron a ofender a los participantes
    • Abrir las fuentes en el monumento a la Revolución
    • Esta mañana el presidente sigue injuriando, eso sí, ya admite que los 10 mil que declaró apresuradamente Martí Batres ayer eran 50 o 60 mil. Pero “No llenarían ni la mitad del Zócalo… marcharon por los privilegios, el clasismo y la discriminación”.
Innegable es también el otro catálogo actitudinal, el de los asistentes a las marchas. Catálogo de conductas de personas en la marcha:
    • Fueron personas en más ciudades de las previstas
    • El número de asistentes superó innegablemente las expectativas
    • La gente fue de manera voluntaria
    • No hubo actos ni vandálicos ni violentos
    • El perfil de asistencia era muy diverso desde expresidentes, miembros de partidos políticos, niños, religiosas, etc. Inclasificable aunque se insista torpemente en un coloquialismo absurdo: fifís.
Ritual del Sacrificios 

Por siglos las religiones hicieron del victimismo un lazo para unir creyentes, una estrategia lacrimógena para fomentar lastima; retórica que ha servido para manipular almas, tal vez por eso es detestable como estrategia persuasiva. Existen disputas sobre la etimología de la palabra, algunos expertos dicen que alude a la condición de un vencido y otros, a la precaria suerte del elegido para ser sacrificado, ofrendado a los dioses.

En un contexto religioso ser “elegido” víctima puede llegar a la celebración del sufrimiento, al extremo de la mortificación que purifica el alma y eleva al doliente a la categoría de mártir. Señala Jorge Vigil en su diccionario de pecados y vicios morales que el victimismo va ligado al infantilismo y al paternalismo, se inscribe en el ismo nacionalista “…, Vicio tipo de la ideología tercermundista, que se ha presentado ora como auto coartada de sus dirigentes que así pueden muñir mejor la represión, ora como autoflagelo del izquierdismo de pacotilla”. Sin embargo, la inequidad de nuestras convivencias hace necesaria como contra parte a la victimología una rama de las ciencias sociales que observa los procesos de recuperación de las víctimas “Si la Criminología se define actualmente como una ciencia interdisciplinar que estudia las relaciones entre la delincuencia, los infractores, las víctimas y el control social, por Victimología entendemos … una ciencia interdisciplinar que se ocupa del conocimiento relativo a los procesos de victimización y desvictimización”. Ser víctima es una desafortunada circunstancia, no la elección de un papel a representar.

Por tanto una víctima no es lo mismo que un victimista. Por siglos, el arquetipo de la víctima ha sido al tiempo el héroe salvador encarnado por Jesús (el “meme” dirá Richard Dawkins, más resiliente de la historia) y modelo indudable de superhéroes de narrativa diversa, su botarga empalagosa es el victimismo de político megalómanos. De este arquetipo eficiente se desprende el victimismo, la histriónica y sobreactuada representación política que busca espacios mediáticos por exacerbar el drama, señalar fuerzas oscuras y enemigos sobrenaturales, un camino corto que se ahorra la labor extenuante e invisible del trabajo silencioso y altruista ¿Para qué trabajar por los otros sí aliado de relatos gloriosos del pasado, de indignaciones rancias y promesas redentoras puedo colectar la ambrosía contemporánea:  la gloriosa popularidad?

Muy olvidadas quedan las víctimas cotidianas que carecen de medicamento, de trabajo o de sustento. La narrativa iracunda se transforma en insultos a ese “pueblo ruin” tocado por el demonio que busca defender las instituciones, la democracia o la libertad; todos ellos usurpados por el victimal líder que los unge de la “versión real” puesto que como chaman de antaño lo mismo se comunica con Juárez que con la Malinche, en estado de trance olvida todo decoró y vomita iracundo, así en estado de delirio monopoliza la  bondad la revolución y el piso de las marchas al tiempo que se erige como la única víctima del universo entero que lo posa como ombligo en el centro del Zócalo.

Un delirio lo consume y con él ha sacrificado sus 3 principios y más, amigos, y hasta la razón. Usó a más de 43, miles de doncellas y hasta niños sacrificados y explotados una y otra vez, necropsias van y vienen en busca supuestamente de la “verdad, la justicia o la libertad” pero realmente se busca el estelar, un golpe de suerte que haga de la víctima una victoria, que alimente una mañanera, o una candidatura.

Te puedes llamar Andrés o Claudia o Marcelo o apellidar López en español de España, o tener nombre náhuatl como Citlali, que una cosa es segura la víctima y la moda son olvidar cualquier principio que al cabo todo pasado fue peor y el que no es como yo que marche de puntitas para no perturbar el delirio. Pero la arena se calienta y las palabras se expulsan como sapos, las lealtades se erosionan y las victimas son cada vez más, se intercambian entre corcholatas aunque se ponga su mascara victimista.

Rosa de nuevo

La algarabía de ayer cambia la historia, aún no sabemos hacia dónde pero el mensaje fue claro y el rosa brilla con intensidad, sabemos que la historia no es ni será de ese color pero se renueva la intensidad de una gran parte de la población que se siente robada, traicionada y engañada, que se percata de que tiene voz y tiene derecho a expresar y luchar por su destino. La frase de Eduardo Galeano me surge una y otra vez: “Las utopías sirven para caminar” eso es lo que no entiende este gobierno y sus seguidores intolerantes, el INE es resultado de una búsqueda por crear instituciones que legitimen el derecho a elegir, mismas que se pueden perfeccionar; las marchas son un derecho ciudadano de manifestación, no operan selectivamente. Todos tenemos en mente una utopía que como muchos teóricos señalan son narrativas humanas y por tanto siempre imperfectas.

La mía es el humanismo que defiende la inclusión y la democracia; un argumento que nació en esto que hemos dado en llamar patriarcado, que ha cambiado y tiene mucho más por hacer. Pero que supone una y mil veces el principio de Voltaire de defender el derecho que tenemos todos de expresar y manifestar nuestra opinión. Todo aquel que intente la censura o la manipulación absoluta del poder traiciona esos principios.

Es por ello por lo que no puedo estar con quienes abusan de las víctimas, quienes ostentan como nombre un color de piel (y ofenden a todos los mexicanos que no nacimos con ese tono y por tanto somos sospechosos) aludiendo a una deidad, la virgen de Guadalupe misma que la señora de apellido nacionalísimo Sheinbaum, porta en una falda cuando le conviene y censura como adorno cuando no. Unos principios que se tergiversan entre sobres y bolsas amarillas, un clasismo y racismo que insulta a quienes no pertenecen al grupo de “pueblo bueno” que integra una lista en un programa de beneficiarios contable y controlable.

Mi piel es rosa mexicano como la de la señora de las papayas en el mercado de Zihua y que vi en el mitin; mi piel es rosa mexicano como la de la pareja de señores octogenarios que vi gritando en Reforma, desafiando el miedo y afianzando su derecho; mi piel es rosa mexicano como la de mis amigos y colegas periodistas que reciben insultos e incluso la muerte; mi piel es rosa mexicano como la de militares que entienden de democracia; mi piel es rosa mexicano como el de los indígenas a los que no recibe el presidente; mi piel es rosa como la de los niños mexicanos que murieron esperando su tratamiento o que siguen luchando, como los miles de mexicanos que esperaron vacunas y sobrevivieron unos y murieron otros. Mi piel es rosa mexicano como la del propio presidente que en lugar de procurar la concordia nos insulta pero él, incluso él integra este catálogo donde debiéramos buscar hacer país sin acudir a viejos y rancios sacrificios.

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