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lunes 14 octubre 2024

Black panther: Racistas por siempre

por María Cristina Rosas

“Black Panther. Wakanda Forever” (2022) de Ryan Coogler es la secuela de “Black Panther” (2018) una muy gustada y galardonada producción de Marvel Studios que tuvo como protagonista al malogrado Chadwick Boseman, fallecido en 2020 a causa de un cáncer de colon a los 43 años de edad. “Black Panther”, la original, fue especialmente importante no sólo por ser la primera película de superhéroes nominada a los premios Oscar como mejor filme (además de que recibió en total 7 nominaciones de las que se alzó con 3). Fue la primera producción de Marvel Studios con un elenco casi en su totalidad de afrodescendientes. Asimismo, desde el punto de vista de la identidad y del orgullo de la comunidad afrodescendiente, la película tuvo un enorme impacto cultural, dado que revirtió la estigmatización y el racismo característico de Hollywood que tantas críticas le ha valido.

Pues bien, la secuela que recién se estrenó en cines esta semana, busca resolver la ausencia de Chadwick Boseman optando por rendirle un homenaje de principio a fin del largometraje. A falta del súper héroe original, Marvel optó por construir un nuevo “Black Panther”, ahora femenino, Shuri (Letitia Wright) quien debe enfrentarse a un maligno antagonista encarnado en Namor (Tenoch Huerta), quien, dicho sea de paso, se roba la película y evita que termine en desastre.

La tendencia a mostrar súper heroínas femeninas y además afrodescendientes es lo de hoy en Hollywood. También en cartelera figura todavía “The Woman King” con Viola Davis en el papel protagónico. No está mal. El problema es, en el caso de “Wakanda Forever” la pantera negra femenina no alcanza a tener la fuerza de Boseman y de no haber sido por el súper villano a quien debe enfrentar, la película habría naufragado.

Con todo, es preocupante observar que mientras que la primera pantera negra, como se explicada, dignifica a la comunidad afrodescendiente y la torna protagonista de una película de Marvel Studios, la secuela carga las baterías, en un estilo sumamente trumpiano, contra los mexicanos. El villano, Namor, rey de Talokan que por momentos es héroe para el pueblo que gobierna y que vive bajo el mar (para sobrevivir al exterminio de los conquistadores españoles en el siglo XVI), también se denomina K’uk’ulkan (serpiente emplumada) y es un maya yucateco (así tal cual se asienta en la película) destinado a aplastar a Wakanda.

En el fondo hay una disputa por un mineral estratégico, el vibranium -algo así como el uranio o tal vez el litio-, abundante en Wakanda pero también en los dominios submarinos de Talokan. Namor propone a Shuri una alianza para enfrentar al resto del mundo y salvaguardar el vibranium, bajo la amenaza de que rechazar esta oferta llevará a la destrucción de Wakanda. Obviamente Shuri rechaza la propuesta. Que los mayas yucatecos sean la gran amenaza para los afrodescendientes da cuenta del sentir de la sociedad estadunidense en aspectos como la aceptación de la multiculturalidad y el respeto a la otredad.

En la pantera negra original, el mayor problema de los afrodescendientes era la polarización interna, es decir, entre ellos mismos. Como se recordará, T’Challa (Boseman) es coronado rey tras la muerte de su padre, pero es desafiado por su hermano Killmonger (Michael B. Jordan) quien plantea abandonar el aislamiento de Wakanda e impulsa una revuelta mundial.

La narrativa de la secuela es diferente respecto a la primera producción. En este caso, la comunidad afrodescendiente se cohesiona en contra de los mayas yucatecos quienes asesinan sin piedad y carecen de sentimientos compasivos. Wakanda incluso recibe ayuda de un agente de la CIA. La escena en que Namor se enfrenta a la pantera negra femenina Shuri mientras que los mayas yucatecos emprenden una lucha encarnizada y despiadada contra los nativos de Wakanda quienes se encuentran a bordo de un barco hace recordar al muro fronterizo de Donald Trump. Shuri logra sobreponerse a un ataque letal de Namor y lo somete convenciéndolo de rendirse. La magnanimidad de Shuri, contraste con la maldad de Namor. Mientras esto sucede, los barbáricos mayas yucatecos atacan a los pobres nativos de Wakanda que se defienden como pueden y al final los segundos someten a sus adversarios y triunfan una vez que Namor pide a sus huestes rendirse.

La película cae por momentos en un tedio desesperante, en especial cuando recurre a alusiones francamente innecesarias a “Ironman”, y una inconsistencia en la narrativa que tiene muchos altibajos. En el reino de Talokan, los mayas yucatecos son azules, como los pitufos o, también, como los habitantes de “Avatar” -que por cierto estrenará su secuela en breve.

Colores aparte, mucho se ha hablado de los estereotipos de Hollywood respecto a las y los mexican@s y “Black Panther. Wakanda Forever” no es la excepción. Aquí le toca a Tenoch Huerta ser el “bad hombre.” Esto es curioso porque Tenoch Huerta se presenta siempre como un activista contra el racismo. Sin embargo, participa en una película que una vez más es racista contra los mexicanos. Así, el fracaso del “melting pot” de EEUU queda de manifiesto en esta millonaria producción de Marvel Studios cuyo costo ronda los 250 millones de dólares. Cierto, Huerta da vida a través de Namor al primer súper héroe hispano o latinoamericano en el universo de Marvel. Con todo es difícil invitar al público a ver esta película, porque a pesar de su espectacularidad, tiene un marcado anti-mexicanismo.

Como nota al calce vale la pena comentar que parece ser que el tema de los mayas nomás no lo saben abordar en Hollywood. Viene a la mente “Apocalypto” (2006) de Mel Gibson, que fue un éxito de taquilla pero que fue destrozada por los historiadores por todos los errores en que incurrió en torno a la caracterización de los mayas. Mejor suerte tuvo una producción mexicana de 1939 dirigida por Chano Urueta, “La noche de los mayas” donde juegan la fantasía con el romance y el drama, a la usanza de los visto en “Tizoc” (1957) -que no es una historia de los mayas propiamente- de Ismael Rodríguez, ambas películas correspondientes a la llamada “época de oro del cine mexicano.” Cuando se les compara con súper producciones como Black Panther. Wakanda Forever” o “Apocalypto” la conclusión es que el secreto no estriba en gastar 250 millones de dólares –“Apocalypto” costó la friolera de 40 millones de dólares-, sino armar una buena historia con un guion congruente. Pero en estos tiempos importan mucho más los efectos especiales para ganar las mentes y los corazones de las audiencias con la demonización de la otredad y la criminalización de aquellos que son diferentes distinto -por más ofensiva que sea dicha narrativa- y abarrotar los cines tras la pandemia. Ni hablar.

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