El 17 de enero de 2024 puede recordarse como el día que Javier Milei se atrevió a masturbarse frente al mundo.
Fue a Davos y atacó a “la casta”, aunque él la tiene metida en su gobierno. Defendió la penalización del aborto y atacó al feminismo (¿como quién?). Negó el cambio climático. Prácticamente dijo que todos menos él somos socialistas, hasta las élites de Davos y los neoliberales, también llamados “neoclásicos”. Incluso se atrevió a afirmar que el neoliberalismo abre la puerta al socialismo; una falsedad porque el neoliberalismo puede achicar al Estado en todo o aumentar mucho el Estado en seguridad pero nunca sobre lo socioeconómico, siempre reduce la intervención del Estado que no sea a favor de las empresas grandes. Repitió la fantasía de que no existen las fallas del mercado. Sostuvo sin sostenerlo históricamente que el Estado es en sí –todo Estado siempre- el único problema esencial en el mundo. Defendió la “libre competencia” pero también que no se regulen/combatan los monopolios (cualquiera con un mínimo neuronal ve la contradicción). Inventó datos económicos sobre los siglos anteriores al 19, incluso mintió confusamente sobre un supuesto logro de sólo 5% de pobreza extrema mundial (¡Gracias Monopolios!) después de 1800. Insistió en la estupidez –la suya- de que la justicia social es injusta, reivindicando una inexistente meritocracia de la riqueza extrema, etcétera.
Una locura, sin duda.
Un discurso tan vergonzoso para los argentinos racionales como lo son los discursos de AMLO para los mexicanos racionales.
Lo que dijo Milei no tiene prueba científica o carece de evidencia suficiente. Son creencias. Son dichos, palabras huecas en las que él cree como mantras y que quieren creer los propensos a las falacias de generalización. Es falso que el Estado no tenga casos terribles como la URSS pero es falso también que sólo tenga casos así; es falso que si tienen fallas los Estados como los latinoamericanos entonces todos los Estados sean malos y los mercados no tengan fallas. Vea cómo es y de dónde viene el sistema de salud de Dinamarca. Asimismo, muchos de los empresarios más ricos han recibido, legal e ilegalmente, ayuda de Estados, de políticos y gobiernos. Elon Musk se benefició tanto de financiamiento directo y exenciones fiscales como de servicios tecnológicos del Estado gringo. Marcos Eduardo Galperín, acaso el hombre más rico de Argentina y dueño de las empresas Mercado Libre y Mercado Pago, ha recibido financiamiento del Estado: tan sólo en 2023 recibió unos 110 millones de dólares en beneficios fiscales, es decir, otro tipo de subsidio, a partir de una Ley del Estado que ya no debería aplicársele; nótese: Galperín, enemigo retórico de todo izquierdista y defensor de Milei, fue beneficiado por el gobierno de Alberto Fernández y lo será por el de Milei; ¿fueron los más ricos a quienes falló el gobierno de Fernández? Carlos Slim, que ya era el más rico de México, ha obtenido 52 mil millones de pesos en contratos gubernamentales este sexenio, y no necesariamente se deben a la calidad de sus empresas: una de ellas estuvo involucrada en la caída de la línea 12 del metro y Telmex no es un dechado de virtud e innovación. Ricardo Salinas Pliego aceptó haber recibido 10 millones de dólares de la época de manos de Raúl Salinas de Gortari para comprar TVAzteca. Ninguno de ellos paga las tasas de impuestos que deberían pagar justamente. Se protegen mediáticamente con un manto retórico que también venden y que estúpidamente compra y repite una parte de la clase media que más estúpidamente se autopercibe como parte de la clase alta, sin recibir los mismos beneficios estatales que los más ricos (nota técnica: estar demográficamente en el decil 9 o 10% superior no necesariamente te hace integrante de los más ricos verdaderos). Es claro que los empresarios privados son necesarios y que los hay honestos y capaces e innovadores, pero no todos ni siempre muchos. Decir que los empresarios en general e internacionalmente son héroes meritocráticos que siempre ganan lo que merecen y siempre luchan contra el Estado malo es una caricatura. La caricatura de Milei. Como caricatura es que el resultado de una supuesta competencia donde todos son libres y nadie tiene ventaja sea que el 1% más rico del mundo controle casi el 45% de todos los activos financieros actuales, como muestra Oxfam, o que el 1% más rico en México tenga el 47% de la riqueza, como es en la segunda mitad del sexenio “comunista”/“de izquierda” de López Obrador.
Lo de Milei son mentiras, hipersimplificaciones, ignorancia histórica, eructos y masturbaciones “libertarians” o anarcocapitalistas que sólo pueden emocionar a adolescentes, de mente y cuerpo o sólo de mente. Y a conservadores extremos sobre lo social. Por eso lo elogiaron con ardor juvenil y hasta la polución Agustín Laje y Agustín Antonetti. Porque, repito, discursivamente Milei combina “libertarianismo” y conservadurismo religioso.
Pero además de idioteces, banalidades y falsedades, el discurso de Milei fue y es sólo eso: discurso. Retórica. No es precisamente lo que está haciendo en la presidencia. El Milei candidato no es idéntico al Milei presidente.
Como presidente, sus decisiones y propuestas de legislación son en general neoclásicas, neoliberales. No desaparecen totalmente al Estado ni tienden hacia allá, como quieren los “libertarios”; lo de Milei reduce al Estado respecto a la mayoría socioeconómica, a la que desprotege o perjudica en favor de la minoría de los más ricos, y lo mantiene o aumenta (al Estado) en cuestiones de seguridad o capacidad de represión política. El presidente Milei va contra el Estado pero no como en el discurso que tenía como “economista” (simple repetidor ideológico “libertario”) ni como candidato (“libertarian” y populista de derecha) ni como en el discurso de Davos (en el que habló como “economista” y candidato). Ya en el poder –en el poder del Estado- Milei va contra el Estado democrático y social de Derecho: decreta autoritariamente, intenta que el Congreso se suicide en pro del decisionismo presidencial, todo para que el Estado abandone toda provisión de servicios y beneficios sociales/mayoritarios para dedicarse a proteger a los más grandes empresarios y a vigilar a la ciudadanía para que no proteste.
A los de Davos los malcaracterizó e insultó en su discursito pero en los hechos del ejercicio del poder tiene varias coincidencias con ellos. El presidente Milei les abre la puerta con malos modos y show de impostor pero se las abre con la amplitud de pocos… Por eso lo elogia Musk. Viva la lectura, carajo: lea sobre los documentos con los que legisla o pretende legislar Milei, lea sobre su “protocolo antipiquetes”, su “megadecreto” y su “ley ómnibus”.
Defender el discurso de Milei en Davos es defender la locura de una farsa, una locura antisocialista, la del anticomunismo histérico, pero también una farsa antisocial; no sólo va contra el socialismo –el de la realidad y sus tipos y el de la imaginación de Milei y sus tonterías-, va también contra la sociedad: su farsa es la retórica que ahora sirve para tapar hechos e intenciones contra la sociedad de la mayoría, en particular contra la economía de la mayoría social, y contra su régimen democrático. Defender a Milei es defender lo peor de hoy. Todo lo que se vio en Davos y lo que se está viviendo en Argentina.