Eufóricos por el lleno del Zócalo en el Grito de Independencia, el inquilino de Palacio Nacional y sus acólitos aprovecharon el tradicional festejo y el desfile militar para enaltecer la militarización, que convirtieron en una de las divisas principales de este gobierno y, también, para rendir un sentido homenaje a la demagogia que pregonan. Pero, como dijera Jack (el del sector East End de Londres), vayamos por partes.
Andrés Manuel López Obrador y la titular de la desvalijada Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, aprovecharon las fiestas para lanzarse, nada menos, contra la corrupción y la impunidad. Mientras la militarización de México avanza, copando cada vez más espacios a las funciones civiles y en abierta violación a la Constitución, la violencia sigue incontenible, los grupos del crimen organizado controlan cada vez más territorios y deciden la vida y la muerte de los pobladores. Para ello cuentan con impunidad garantizada mediante tratos con gobernantes y mandos militares corruptos, por lo que el discurso oficial se convierte en una pieza monumental de la más falsa y hueca palabrería y encaja a la perfección con la definición de demagogia (falsa promesa que es popular pero que no se cumple, que se emite con otros engaños para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la ambición política del demagogo).
Por otra parte, el lleno nocturno de la plaza del Zócalo capitalino es reivindicado mañosamente como una muestra de apoyo político a favor de López Obrador. La narrativa oficial lo pretende presentar como una exhibición masiva de cariño popular para el presidente, para lo que inclusive se editaron tomas de video con el coro de “es un honor…” sobrepuesto a las imágenes de la multitud.
Pero, en realidad, la asistencia se puede dividir en cuatro partes claramente diferenciadas, según su motivación: primera, los concurrentes tradicionales al festejo; segunda, los fans de Los Tigres del Norte; tercera, los acarreados y, cuarta, aquellos que, por voluntad propia, fueron a vitorear al presidente.
Las fiestas del 15 de septiembre son una tradición para muchos de los habitantes de la Ciudad de México y sus alrededores, así como para visitantes de otros estados. Salvo en ocasión de la parálisis pandémica, la comida típica, la vendimia, la romería que se instala en el Centro Histórico, el espectáculo de fuegos artificiales y el show gratuito con la presentación de estrellas consagradas llaman a la fiesta a decenas de miles de familias y a grupos de amigos que concurren cada año, independientemente de quién ocupe la Presidencia de la República.
En esta ocasión, muchos de los asistentes concurrieron para escuchar al exitoso grupo de música norteña, el cual fue contratado por entre 160 mil y 211 mil dólares (entre 3.3 y 4.4 millones de pesos), dinero que, según dijo López Obrador el austero, pagarán a mitades el gobierno federal y el de la Ciudad de México. Los numerosos contingentes de seguidores de la agrupación musical asistieron no a oír proclamas ni discursos, sino a escuchar y cantar sus más grandes éxitos, entre los que destacan “La puerta negra”, “La mesa del rincón”, “Ni parientes somos” y narcocorridos como “La carga ladeada”, “Contrabando y traición”, “Jefe de jefes” y “La reina del sur” (aunque al parecer estos últimos fueron excluidos del programa).
Un tercer contingente, nada pequeño, fue el de los acarreados. Se trata de beneficiarios de programas sociales y empleados públicos que fueron llevados de las alcaldías que gobierna Morena en la capital, así como de lejanas tierras de los estados que sufren con los gobiernos emanados del mismo partido. Con rigurosidad, mediante cuotas y pase de lista, los organizadores del evento buscaron garantizar con ellos el aforo de la plaza.
El otro contingente, el de los cuatroteístas convencidos, fue el más pequeño de los cuatro. Con videos manipulados que el gobierno de Claudia Sheinbaun circuló, se quiso hacer pasar la plaza llena como si fuera un mitin político obradorista. Militarización sospechosa, festejo popular manipulado por la narrativa oficialista, acarreo y mucha, muchísima demagogia, caracterizaron el festejo del Grito 2022 en el Zócalo de la capital del país.
Cincelada: tremenda, la protesta contra la militarización que realizaron las Madres Buscadoras y sus dos valientes escaladoras, quienes desplegaron una manta monumental en la Estela de Luz.