Lo que pasó ayer en el centro de Cuernavaca confirma, de alguna manera, el estado de violencia que ha venido viviendo Morelos.
Todo indica que lo que pasó fue producto de un enfrentamiento entre grupos de comerciantes del centro de la ciudad. Lo que está claro es que quien o quienes dispararon iban tras un empresario y el líder de comerciantes del Centro Histórico y de la CTM local.
Todo adquirió una gran dimensión debido a que las redes se encargaron del asunto, junto con los medios de comunicación. El hecho se convirtió en tema nacional debido a que lo vimos todo casi al mismo tiempo que pasaba.
Todo es parte de un estado de las cosas que no nos es ajeno. Se suma a ello que Morelos es una de las entidades en las que la violencia se ha asentado. Difícilmente pasa un día en el que no se reporte un hecho de esta naturaleza.
Lo que agrava las cosas es la ausencia del gobernador. Los morelenses parten de la justificada percepción de que el “Cuau” no es quien gobierna y el gran dilema es: si no es él, ¿quién es?
Lo que pasó ayer, además, enoja, no exageramos, a los morelenses. De nuevo se vendrá toda una serie de informaciones adversas para la ciudad y para el estado.
Uno de los problemas que se puede venir ahora, y que son una constante, es la probabilidad de que otra vez aparezca la perversa vigencia del imperio de la impunidad. Si en general los presuntos responsables de delitos no son debidamente procesados, tendrán su puerta de salida; todo será cuestión de tiempo para ello.
Morelos quería cambiar y por ello optó por Cuauhtémoc Blanco, quien se amparó en sus indudables dotes de futbolista; pocos tan populares y queridos como él.
El triunfo del “Cuau” pasó por muchas manos. Una de ellas fue el hecho de que la oposición se dividiera de manera ilógica y protagónica. Al PRD no le iba alcanzar ir solo, y lo sabía. Lo sensato era que formaran un gran acuerdo si en verdad lo que se quería era derrotar al candidato de la inexplicable e incomprensible alianza entre el PES y Morena, el cual tenía, antes del inicio formal del proceso electoral, una ventaja significativa en las encuestas.
Cuauhtémoc Blanco no necesariamente ganó la gubernatura de Morelos por su desempeño como alcalde de Cuernavaca. Triunfó por el hartazgo de los morelenses con el gobierno estatal, porque sigue siendo un ídolo y referente del deporte más popular del mundo y del país, y porque se encontró con una alianza de conveniencias singulares con quien en ese momento ya era un vendaval imparable: López Obrador.
Se podrá argumentar que con tal de que cambiara el gobierno, no importaba quién ganara la elección, cuestión que es relativamente válida. Un elemento que todo indica que no pasó por el análisis del hoy Presidente fue lo que podía venirse con el afamado “Cuau” como gobernador.
Morelos está bajo un riesgo cotidiano. No ha habido cambio alguno y Cuernavaca sigue padeciendo hechos de violencia, la vida nocturna en la ciudad inquieta cada vez más a los ciudadanos, los cuales han optado por evitarla.
La capital de Morelos está padeciendo lo que otras ciudades del propio estado viven con frecuencia. Recordemos el reciente asesinato de toda una familia en el municipio de Cuautla. El estado está en medio de un tobogán.
No es casual que la evaluación que hacen los morelenses de su gobernador lo tenga en los últimos lugares a nivel nacional, tanto en lo que corresponde a su desempeño como a su popularidad.
Ayer a la entrañable ciudad de la eterna primavera le llegó de nuevo el miedo, la muerte, la indignación y también el muy justificado enojo.
El futbol encumbra, pero no sirve para gobernar.
RESQUICIOS.
El futbol tiene muchas caras, pero pocas, muy pocas, como la que se vio en las semifinales de la Champions. Barcelona está llegando a su límite y al Ajax le falta tiempo de madurez; pero ya es futuro. Los equipos ingleses y su Liga son lo mejor del mundo. Esta semana en Europa, el futbol adquirió otra dimensión.
Este artículo fue publicado en La Razón el 9 de mayo de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
Autor
Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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