“Los hombres somos dueños de nuestro silencio, pero esclavos de nuestras palabras”
Cuando surge MORENA una de sus premisas disruptivas con la política nacional era que se planteaban a sí mismos como diferentes a todos los demás. En muchas ocasiones se escuchó a su líder principal, Andrés Manuel López Obrador, decir que todos los miembros de los demás partidos, distintos a MORENA, eran miembros de lo que él denominaba “la Mafia en el Poder”, algo así como un poder maligno y obscuro que envolvía toda la vida política del país y tenía sumidos a los mexicanos en la opresión y la miseria.
Esto hacía que MORENA se comportara (y a la fecha lo sigue haciendo) con un sectarismo exacerbado, con poca o nula capacidad de diálogo con las otras fuerzas políticas y basando su crecimiento en la descalificación de todo lo que le era ajeno.
En MORENA se comenzó a desarrollar una contradicción compleja, entre un sector de las bases fundacionales que tienen un origen en diferentes fuerzas de las izquierdas y que buscan impulsar un programa político distinto, y una gran mayoría del Partido cuyo único elemento de convergencia y acuerdo era en torno a la figura de un líder carismático al que muchos consideran, en la vía de los hechos, prácticamente infalible. No es raro escuchar en los críticos de MORENA, pero también en los miembros de dicho Instituto, que su Partido es en realidad un comité de campaña de Andrés Manuel López Obrador. Los que son miembros lo dicen en secreto, y seguramente lo negarán en público, con la esperanza puesta en que, una vez concluidos los comicios de 2018, sea cual fuere el resultado, el Partido entre en lo que ellos llaman una fase de “institucionalización”.
Se ha impuesto, como decía unas líneas arriba, el sector que se agrupa acríticamente en torno al líder carismático y que no sólo es incapaz de cuestionar la menor de sus decisiones, sino que rápidamente lanza a la hoguera pública del linchamiento y el vilipendio a cualquiera que se atreva a hacerlo, sea o no militante de MORENA.
Por su parte, Andrés Manuel ha adoptado un lenguaje que busca enraizar en quinientos años de dominación cultural religiosa para hacerse más potable al sector del electorado al que quiere convencer. Así, su discurso no se basa en el contraste de propuestas o planteamientos políticos contrastables y medibles, sino en una lucha permanente del bien contra el mal, el bien por supuesto representado por él, y en una visión muy similar al catolicismo dominante entre la población, la solución está en aceptar los pecados y unirse a la nueva fe y él, en esa simbiosis político-religiosa es precisamente quien puede perdonar los pecados y dar la bienvenida al nuevo reino a aquellos que manifiesten que “él es el camino, la verdad y la vida”.
Hago aquí un paréntesis para enfatizar que estas afirmaciones las hago con total respeto a quienes profesen cualquier religión, no es a ellos la crítica, sino precisamente a aquel que utiliza elementos discursivos y litúrgicos enraizados en el subconsciente colectivo para manipular grandes franjas de la población.
Regreso al tema central.
En esta forma de hacer política, como si fuera religión, no se requiere entonces el castigo a crímenes pues con el simple hecho de asumir la nueva fe se consigue el perdón de los pecados, y entonces tenemos al Partido que dice representar a la auténtica izquierda mexicana encabezado en el Senado de la República por Manuel Bartlett Díaz, hombre clave del sistema que esa izquierda se unió para derrocar, responsable por años de la policía política que combatió a dicha izquierda y artífice de primera línea del mayor fraude electoral en la historia de México (blasfemia dirán algunos militantes de MORENA, pues para ellos en México sólo son imperdonables los fraudes en que haya sido candidato AMLO).
El propio Andrés Manuel había dado en los noventa una lucha tenaz en contra del FOBAPROA, uno de los saqueos más descarados en la historia moderna de México y donde acusó de ser uno de los principales beneficiarios a Alfonso Romo, quien además fuera empresario consentido durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, que en ésta analogía en que Andrés se coloca a sí mismo como la encarnación del bien, es representado como la encarnación del mal y el pilar mismo de la Mafia en el Poder. Sin embargo, sin más explicaciones, sin regresar uno sólo de los pesos obtenidos en el FOBAPROA y declarando incluso que a la fecha Salinas es de sus mejores amigos, Romo ha pasado a ser uno de los principales operadores y mandos de MORENA, sin que nadie internamente se atreva a cuestionarlo. Llegó al extremo, como “representante de la izquierda mexicana” de hacerse acompañar por él, aun cuando está demostrado que Romo tenía vínculos financieros de primer nivel con el régimen de Augusto Pinochet.
Siguiendo por ese camino, en el primer círculo está también un destacado zedillista, Esteban Moctezuma, quien en los últimos años se ha dedicado a dirigir Fundación Azteca (a donde por cierto no ha renunciado), el brazo filantrópico de otro de los connotados miembros de la Mafia en el Poder, Ricardo Salinas Pliego y Andrés propone dejar en manos de él, en caso de ganar, la Secretaría de Educación Pública, no de un académico destacado, pedagogo o profesor de trayectoria en la izquierda, como los hay, sino de él.
Así, el perdón ha seguido avanzando y en el camino se han unido figuras como Evaristo Hernández Cruz, a quien un día acusaba de corrupto y cuatro meses después abrazaba en un mitin en el momento en que, quizá, dejo clara de manera más explícita esta filosofía al decir “Ha tomado la decisión de sumarse a esta lucha y eso lo exonera. Todo el que está en el PRI y decide pasarse a Morena, y se arrepiente de todo lo que pudo haber hecho mal, nosotros pensamos que se le debe de perdonar”. De allí a tus pecados te son perdonados, la diferencia sólo es discursiva.
Siguieron otros, como Fernando Espino Arévalo, líder sindical del metro combatido desde hace años por sus bases y maestro de prácticas bien aprendidas de figuras como Fidel Velázquez, Elba Esther Gordillo quien a través de su yerno anunció hace unos días que llamarían a votar por López Obrador y un largo etcétera.
En los últimos días se ha tenido la incorporación de figuras como Lily Téllez, Sergio Mayer y últimamente Manuel Espino y Gabriela Cuevas.
En estos cuatro casos, particularmente, podemos encontrar registro de frases lapidarias de cada uno de ellos hacia AMLO en otros momentos. Sin embargo hoy son bienvenidos a MORENA y no sólo ingresan, sino que al menos los dos primeros ya están confirmados y los segundos muy probablemente, serán candidatos por dicho instituto político.
Gabriela Cuevas fue en su momento considerada la principal opositora al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, dicho gobierno es precisamente el estandarte sobre el que se basa MORENA para crecer diciendo que, de llegar al poder, AMLO gobernará como lo hizo en lo que entonces era el Distrito Federal.
Sería importante que la Senadora respondiera si considera que aquellas críticas eran incorrectas o infundadas, sí ha cambiado de parecer, o si un gobierno como el que combatió en la ciudad es lo que ahora quiere para el país.
Los militantes de MORENA y muchos que hoy seguimos en el PRD acusamos, de manera documentada a Manuel Espino de ser el brazo político más importante del Yunque, una organización casi secreta de la ultra derecha mexicana. Sería interesante saber si Andrés considera que Espino ya renunció a dicha tendencia política o si dirá que lo une a él una importante coincidencia espiritual, como en su momento declaró con el PES.
De Sergio Mayer y Lily Téllez no abundo porque, de por sí, sus candidaturas en lo político son una mala broma. Sólo es importante destacar que en el caso del primero se dilucida que en el fondo hay un acuerdo con un sector económico, sumamente cuestionado por la legalidad de sus actividades y que encabeza el suegro del protagonista de “Solo para Mujeres” y en el segundo caso se reafirma la alianza de AMLO con las televisoras.
Además es importante visualizar como estos nuevos “arrepentidos” que ingresan al camino de la esperanza van desplazando en la representación a los fundadores de MORENA, quienes en silencio y con disciplina espartana aguantan todo sin siquiera hacer una mínima crítica a la dirección que viene tomando el proyecto.
En caso de que estos personajes lleguen a formar parte de una misma bancada es de locos imaginar cuáles serán las propuestas que habrán de impulsar. En caso de perder Andrés Manuel la Presidencia de la República y pasar a lo que esos militantes en las sombras llaman la posterior institucionalización del Partido, habrá que ver que giro toma cuando aquellos que se han empoderado poco tienen en común y menos aún encuentran entre sí una raíz de izquierda.
Por lo pronto ninguno tiene al menos la honestidad de hablar de que cometieron un error o hacer correcciones a sus afirmaciones del pasado. Han sido perdonados y hoy son pilares del nuevo modelo construido con las viejas piezas.
Hoy en MORENA hay absoluta intolerancia hacia afuera pero una total entrada libre hacia el interior. Linchan a Marichuy y a Sicilia mientras aplauden gustosos la llegada de Gaby Cuevas y Manuel Espino. Sin duda un caso de estudio.