Pasada la elección de 2018, hice una reflexión sobre la sobre-representación electoral vigente en nuestra legislación desde los tiempos del PRI, ahora ayudaba enormemente al nuevo partido oficial, Morena y sus aliados en ese momento, y cómo, pese a que una mayoría del electorado se había pronunciado en contra de que esa coalición tuviera mayoría absoluta en el Congreso, de cualquier manera la había conseguido.
La distorsión de nuestra ley permite pues que una minoría ciudadana se convierta el mayoría legislativa y viceversa, distorsionando la representación de los ciudadanos en no pequeña medida. Dije entonces: “Morena por sí mismo no tendrá esa mayoría absoluta en el Congreso, pero sí con sus partidos aliados; el PES (pese a haber perdido el registro) y el PT. Aún más, con pocos diputados y senadores que coopte de otros partidos (y no faltarán quienes levanten la mano), Amlo contará con mayorías calificadas para modificar la Constitución.
“Pero de haber ido Morena por sí mismo, incluso recibiendo la votación del PES y el PT, no podría tener la fuerza que ahora tendrá. Conviene mejor ir en coalición… De no existir la cláusula de sobre-representación, la coalición obradorista tendría alrededor de 225 curules, en lugar de las 306 que tendrá; ¡81 asientos menos! Y esa mayoría absoluta conseguida artificialmente puede dar paso a que López Obrador cuente también con una mayoría constitucional, que ni de lejos tendría de haber (representación exacta)” (“Hegemonía priísta y sobrerrepresentación electoral”; 16/Julio/2018).
No se eliminó desde luego dicha cláusula de sobre-representación pero el INE sí hizo un ajuste para que se aplicara el 8 % que marca la Constitución como límite a toda una coalición formal, y no sólo a cada partido. Así lo había determinado el TEPJF en 2015 y así lo refrendó ahora. Eso al menos limitó en esta ocasión la sobre-representación oficialista al 8 %. Algo es algo tanto en términos de menos distorsión de la voluntad ciudadana y de apego a la Constitución. Pero de nuevo, se ha distorsionado gravemente la voluntad del electorado; una minoría de 48 % (voto efectivo) quiso que Morena cuente con mayoría absoluta y 52 % no lo quiso así. Pero esa minoría estará representada con 56 % de las curules, y la mayoría de 52 % se traducirá en 44 % de curules. El PRD (y el PAN) siempre se opusieron a dicha cláusula alegando que una democracia más cabal debe reflejar lo más exactamente posible el voto ciudadano en la composición de su representación. Pero ahora los que condenaban esa distorsión desde la oposición la defienden a capa y espada desde el poder (y con argumentos similares a los que esgrimían los priístas de hace 30 años).
Al menos se alejó a la coalición oficial del umbral de la mayoría calificada (por 55 curules aproximadamente), lo que le hará más complicado cambiar a modo la Constitución. Tendría que negociarla. A menos claro que nuevamente logre comprar e intimidar a suficientes diputados de otros partidos para alinearse con el partido oficial. No fue un triunfo avasallador del movimiento de voto útil, pero tampoco un fracaso; un triunfo relativo y moderado, pero relevante cuantitativa y cualitativamente. Lo procedente sería eliminar toda sobre-representación, como lo exigía el PRD-Morena en su momento.
Pero lejos de ello, ahora Amlo propone eliminar a los diputados plurinominales, con lo cual nos vamos de regreso sesenta años, y el partido mayoritario (hoy Morena, mañana quién sabe) quedará aún más sobre-representado. Por ejemplo, en 2018 la coalición obradorista obtuvo 45 % del voto, pero sin plurinominales hubiera quedado con el 75 % de las curules, 30 % de sobre-representación. En esta ocasión, la sobre-representación sería menor por los diputados de mayoría que perdió Morena, pero aun así, con 48 % del voto esa alianza tendría 62 % de las curules. Amlo pone la reversa nuevamente.