La idea que sustentó el surgimiento de las redes sociales digitales fue proveer a las personas, que forman a los usuarios, de una plataforma tecnología donde interactuar a partir de intereses comunes.
En un primer momento se creyó que las redes sociales permitirían compartir esos intereses comunes y a partir de ahí generar los estímulos afirmativos que fueran conduciendo la interacción y construyendo relaciones dentro de las mismas plataformas.
Facebook y Twitter cambiaron el paradigma siguiendo ese principio, pero poniendo énfasis en el usuario volviendo sus espacios egocentristas; el usuario busca ser el centro de toda atención.
En ellas las personas que forman a los usuarios reales, construyen libre y voluntariamente sus relaciones a partir de similitudes. Lo que cada vez se ha entendido mejor es a partir de que el usuario se considera similar a otros para interactuar. Lo interesante es que cada vez más el modelo pasó de compartir intereses comunes a compartir conductas comunes.
La conducta y el comportamiento
Comportamiento es el paso a la acción que resulta de la interacción de los procesos cognitivos básicos, como la percepción, la atención, la memoria, el pensamiento, el lenguaje, por mencionar algunos, más las emociones que estas generan y desatan en cada individuo al momento de registrar la información en la memoria y la interpretación de las mismas.
Dicho sencillo, la conducta es el resultado de los procesos cognitivos básicos, sometidos por las emociones y la traducción personal de las propias necesidades.
Esto explica lo obvio, no todos reaccionamos de la misma manera ante los mismos estímulos y nuestro comportamiento guiado por esa reacción tampoco es el mismo.
Esto también ayuda a entender por qué un usuario toma ciertos comportamientos.
Las redes sociales son un poderoso satisfactor de varias necesidades humanas, principalmente el reconocimiento, la aceptación y la pertenencia. Lo que sigue siendo el eje principal que mueve a las redes sociales es el sentido gregario del ser humano, la necesidad de reunirse en grupos.
Las redes sociales pueden ofrecer estos satisfactores de muchas maneras. Precisamente esa es la función de los refuerzos positivos como los likes, los retuits, los shares, los favs, además de las respuestas y comentarios favorables recibidos por otros usuarios que pasan a ser los proveedores del satisfactor a la necesidad de aceptación y reconocimiento.
Esto genera una forma un compromiso con el proveedor del satisfactor, los otros usuarios, lo que inicia la dinámica de integración a un grupo con quienes se tiene similitudes, satisfaciendo la necesidad de pertenencia.
Cuando un usuario participa en las redes sociales, la que sea, su interacción se guía por esa premisa. No solo por compartir intereses con otros usuarios sino por la forma en que su necesidad de identificación se satisface iniciando el ciclo de pertenencia que además se reforzará con aquellos que son similares en su comportamiento.
Para el modelo de interacción actual de las redes sociales, sentir o percibir una necesidad real como satisfecha puede hacer que la persona se sienta motivada, identificada y comprometida, convencida de que se ha creado un vínculo con otros usuarios, integrándose a un grupo afín, que proporciona el satisfactor. Pero también eso implica la aceptación voluntaria de comportamientos buscando mantener y reforzar ese vínculo, donde se tiene que satisfacer lo que se entiende como la expectativa al ser integrante de dicho grupo.
El comportamiento es resultado de una decisión personalísima y consciente. Siempre. Es el pleno ejercicio de la voluntad llevada a la acción guiada por las decisiones tomadas. El entorno sobre el que cada quien decide interactuar a la vez influye y se ve afectado por estas acciones, guiando y estimulando nuevos comportamientos y conductas.
El ser humano se distingue de las demás especies animales por la capacidad de guiar su comportamiento y normar su conducta voluntariamente a partir de la conciencia y el raciocinio que son los principales rasgos de la individualidad.
Aunque voluntariamente ceda rasgos de esa individualidad en pos de saberse aceptado, reconocido e integrado. Aquí es donde entra la figura de los agentes de influencia adversa que en su liderazgo dentro del grupo pueden aprovechar esta necesidad y estimular que sea satisfecha conduciendo un comportamiento que le convenga. Manipulación pura y dura.
En otras épocas, los grupos se identificarían por símbolos, por ritos, por su ubicación. La forma de vestir, el nombre, portar símbolos, formas de estrechar las manos y rasgos de la firma, incluso la tradición por el oficio, transmitirían la pertenencia a algún grupo, viejas tribus, clanes y otras formas de identificación o pertenencia. Más recientemente es la identificación por simpatía o ideología política, con todo lo que eso pueda implicar.
En la antigüedad responderían lo mismo al llamado convocando a actuar con el repique de campanas, el sonar de trompetas, una arenga de gran carga emotiva, el batir de un tambor.
Hoy para el homo virtualis, el hombre digitalmente construido, el llamado tribal surge de una pantalla electrónica bajo el simple estímulo de una etiqueta, un hashtag.
Hagamos red, sigamos conectados, siempre responsables del propio comportamiento.
Autor
Diseño y coaching de estrategias para manejo de redes sociales. Experiencia en análisis de tendencias en línea.
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