Donald Trump regresó a la presidencia de Estados Unidos. Empezó a hacer lo que prometió que haría, con excepción de lo que nunca hará: reformar la economía a favor de la mayoría de sus confundidos votantes. La copresidenta Sheinbaum, mientras tanto, juega a la patriota. Pero no es la única aportando al abobamiento colectivo. Una parte digital de los antiAMLO eleva el tono en postura proTrump.
Como se sabe, no es cierto lo que decían y dicen los obradoristas, que todo opositor y todo crítico de AMLO es fascista o algo parecido. Pero tampoco fue cierto jamás que toda la oposición sea un dechado de virtudes democráticas, y algunos siempre lo dijimos. Este hecho vuelve ahora con gorrita de “MAGA” mexicanizada: algunos están emocionados por la nueva presidencia de Trump que, parecen creer, no sólo “hará grande a América de nuevo” sino que indudablemente dará su justo merecido a López Obrador. ¿Qué será? ¿Ingenuidad, descaro autoritario, pragmatismo ya enfermizo (hacer, decir y defender literalmente cualquier cosa que se crea que sirve para atacar al obradorismo)?
Si están contra AMLO por estar contra el autoritarismo y el populismo, pero están con Trump, entonces sólo hay dos opciones: o no conocen mínimamente a Trump –lo idealizarían como los pejistas al peje- o no les importa de veras democracia alguna. Si están genuinamente contra el obradorismo porque están a favor de la democracia y las constituciones democráticas, ¿por qué están a favor de Trump? No deberían. Trump es, como AMLO, autoritario y populista. No es demócrata y ha empezado a violar la Constitución gringa. Deberían saberlo ya.
¿Viola la Constitución? Claramente. El regalo racista a su base confundida es la eliminación del derecho universal de ciudadanía por nacimiento. Ese derecho está en la Constitución, es la “enmienda XIV” de 1866-68, y lo elimina mediante una “orden ejecutiva” que jurídicamente no tiene poder para anular el texto constitucional. Este acto es tan extremo que puede ser que la Suprema Corte lo rechace por el momento. Pero lo que no se puede deshacer de ninguna forma es el perdón presidencial a los asaltantes del Capitolio. Ambas medidas trumpistas son mensaje político de fondo y anuncian una sola cosa: a Trump no le importa ninguna democracia, tampoco le importa el Estado de Derecho, no los respetará, no ve ahí sus límites. ¿No le importaban, democracia y Estado de Derecho, a toda la oposición mexicana? ¿O sólo les importan en México? ¿O sólo les importan a algunos si creen que van contra lo que ellos creen que es izquierda?
Pero, además, Trump no solamente es autoritario y populista. En cuanto decidió intentar retener en 2021 el poder por medio de la violencia, o al menos intentar bloquear con violencia la transmisión del poder al ganador de las elecciones de 2020, Trump se completó como fascista. Hoy lo es. Porque eso y no otra cosa –no lo que dicen los obradoristas- es el fascismo: la perspectiva de dominar o el hecho de dominar con base en el autoritarismo, el nacionalismo, el populismo y la violencia; esto es, decidir por principio de autoridad sin democracia (el principio de “mi poder es el poder y es todo”), o intentar decidir siempre de esa manera (por lo que ser autoritario no significa “negociar nunca”), justificar decisiones con creencias nacionalistas, usar un estilo político-retórico de exaltación al “pueblo” e identificación con él, y recurrir a medios violentos en grado creciente u ordinariamente. Puede haber violencia política sin fascismo pero no hay fascismo sin violencia política, violencia que sea física, directa, normalizada, ejercida por el partido y su militancia. Por lo que es el fascismo, Trump es fascista ya, bajo esa condición compitió en la elección pasada –por fracasar en el asalto al Capitolio- y así gobernará: destruirá o intentará destruir la democracia norteamericana.
Y en medio los idiotas útiles de siempre… Unos por completamente idiotas que aplauden o casi no critican, y otros porque su estrategia opositora se vuelve una idiotez.
“¿Pero si mete a AMLO a la cárcel?”… Eso no es seguro, por decir lo menos. Y si ocurriera finalmente no sería por Trump sino por el poder judicial, si antes no “trumpea” ese poder. Si logra influir más en todo el sistema judicial, como ya lo hace en la Suprema Corte, la balanza puede inclinarse a cualquier lado: Trump podría hacer desde ahí una más de sus muchas negociaciones con mezcla de autoritarismo y mercantilismo. Nada sería por justicia. Trump no tiene ese valor en la cabeza. Ni es enemigo por principio de las mafias. Su maestro e inspirador político fue Roy Cohn, “defensor” de la democracia que asesoraba y azuzaba al antidemocrático Joseph McCarthy, homosexual perversamente perseguidor de homosexuales, abogado de mafiosos. Se podría decir que no importa por qué lo encarcele sino que lo haga, pero a eso puede responderse que ese carácter pragmático de Trump es en él transaccional del peor modo y puede llevar al extremo contrario, el de la impunidad. Trump es autoritario pero también negociador: negocia después de comportarse autoritariamente para ganar más en la negociación. Es populista y también un traficante de mercancía política, un comerciante del poder, abusivo y estafador.
Se les olvida que AMLO no fue ni un digno desobediente ni el receptor absolutamente pasivo de una orden para hacer la política migratoria que Trump quiso; fue un político en desventaja que recibió presiones y amenazas y luego negoció en mayor desventaja para terminar aceptando una política migratoria que defendió públicamente. AMLO fue doblado, y se dobló en una negociación autoritaria. Trump no va a tratar dulcemente a Sheinbaum pero no es imposible que termine negociando con ella, tras empujarla a una mayor debilidad, por lo que es probable que ella decida aceptar la negociación para entonces doblarse como su jefe. Y eso puede llevar a obtener impunidad para algunos líderes obradoristas seleccionados, eventualmente. Otras cosas también son posibles, pero tampoco justifican ser mexicano trumpista.
Defender a Trump criticando “democráticamente” a AMLO es tan absurdo como defender así a Milei o criticar a Milei y a Trump defendiendo “democráticamente” a López Obrador.
Es claro que nada de lo escrito quiere decir que en México deba suspenderse la crítica ni que todos debamos apoyar a Sheinbaum como representante del Estado. Quiere decir y dice que no debe apoyarse a Trump, no debe defendérsele, no debemos admirarlo. Debemos criticarlo y resistirlo como nos sea posible, si de veras somos demócratas y no fascistas. Para criticarlo no es necesario defender a Sheinbaum. Como para criticarla a ella no es necesario defender a Trump. Mire, acaba de leerlo: acabo de criticar a los dos. No es cierto que sea blanco o negro, con uno o con otro, y sólo contra uno. Es cierto, también, que obradoristas y trumpistas no son antitéticos ni muy diferentes. Se puede estar contra los dos. Se debe.
Extra: una de las cosas que más se le están criticando a Trump es su nueva relación con Jeff Bezos, Elon Musk y Mark Zuckerberg, un compinchazgo económico que se está explotando políticamente; los pejistas critican a Trump y unos antiAMLO insisten en que el mexicano es comunista, pero lo que se pudo ver durante seis años es esa misma oligarquización interesada, entre AMLO, Carlos Slim y otros: una relación de compinches que se mostraba fotomediáticamente a la menor provocación. Se dijo: trumpistas y obradoristas no son como se autoperciben.