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martes 03 diciembre 2024

No mires arriba y la seguridad espacial

por María Cristina Rosas

 

Hollywood ha abordado en diversas oportunidades la temática de un evento catastrófico que se origina en el espacio ultraterrestre con consecuencias potencialmente letales para el planeta Tierra. No mires arriba (Don’t look up) (2021) del director, guionista y productor Adam McKay, creador de El vicio del poder (Vice) (2018) y La gran apuesta (The Big Short) (2015), es una propuesta muy singular del esquizofrénico realizador que, amparada en el humor negro y la sátira, critica el poco interés que genera en políticos, científicos, empresarios, medios de comunicación y las sociedades, en general, un cataclismo que destruirá a la Tierra. El beneficio que la miseria humana genera a empresas y políticos es un tema recurrente en la filmografía de McKay y en esta oportunidad adereza su propuesta con un guion que, en sus propias palabras, aspira a mostrar la marginalidad que el calentamiento global y la crisis ambiental tienen en el imaginario colectivo y en las prioridades del mundo. La película, sin embargo, no aborda la seguridad ambiental, sino que incursiona en los terrenos de la seguridad espacial.

La seguridad espacial es un concepto dinámico que ha cambiado al paso del tiempo. No se le define igual en estos tiempos que en la guerra fría, cuando prevalecía una justificada preocupación por la carrera armamentista encabezada por Estados Unidos y la Unión Soviética que podría ser llevada al espacio -y de hecho, en cierta forma lo fue, con todo y los tratados internacionales sobre los usos pacíficos del espacio ultraterrestre, como queda de manifiesto en los sistemas antimisiles que han sido probados más allá de la atmósfera además de la idea de crear escudos antimisiles que protejan a los países de ataques procedentes de sus adversarios. Hoy la seguridad espacial ha evolucionado a la par del concepto de seguridad internacional, para abarcar consideraciones más allá de los aspectos bélicos. En este sentido, la seguridad espacial es bidireccional: se ocupa del análisis de amenazas, riesgos y vulnerabilidades generadas desde el espacio a la Tierra, pero también de las que los seres humanos producen y que impactan en el espacio. En el primer caso figuran las tormentas solares y los asteroides, meteoritos, cometas u otros cuerpos celestes con determinadas características y dimensiones que tienen el potencial de colisionar con la Tierra. Aquí también se pondera a moléculas alienígenas que podrían dañar la vida en el planeta azul al no contar los seres humanos con anticuerpos en sus sistemas inmunológicos -toda proporción guardada, como ocurrió en la conquista cuando la viruela y la sífilis fueron introducidas en las sociedades de los antiguos mexicanos por los españoles, causando una debacle demográfica. En el segundo caso figuran los usos bélicos del espacio, su militarización, su comercialización por parte del sector privado, la basura espacial, los ciber ataques y la ciberguerra -que vía hackeos y crackeos pueden inutilizar la infraestructura que las naciones tienen emplazada en el espacio ultraterrestre- la saturación del espectro de radiofrecuencias y la de la órbita geoestacionaria, entre otros aspectos. La falta de normas jurídicamente vinculantes actualizadas -las existentes se negociaron entre 1967 y 1979- genera vacíos que son aprovechados por empresas privadas y súper millonarios para perseguir objetivos muy particulares al margen del bien común.

De todos estos flagelos, uno que ha recibido particular atención es el de los objetos cercanos a la Tierra o Near-Earth Objects (NEO). Los NEOs son, en su mayoría, asteroides que tienen distintos tamaños, desde unos pocos metros hasta muchos kilómetros de diámetro. A los cometas también se les incluye en la lista de NEOs, si bien constituyen un mínimo porcentaje de estos objetos. La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) de EEUU estima que un NEO es de peligro si orbita a 7. 5 millones de kilómetros o menos de la Tierra y posee dimensiones de 140 o más kilómetros de diámetro. Cada mes los astrónomos documentan la presencia de NEOs de dimensiones pequeñas que transitan entre la Tierra y la Luna. Los meteoritos son también objetos que irrumpen en la atmósfera terrestre y que generan lluvias de estrellas que son observadas periódicamente en diversas partes del mundo.

¿Qué posibilidades hay de que un NEO de gran tamaño colisione con la Tierra como efectivamente ocurrió hace 65 millones de años cuando un asteroide de dimensiones que oscilaban entre los 10 y los 18 kilómetros de diámetro impactó en el norte de la Península de Yucatán en Chicxulub o “la punta del diablo”, liberando una energía equivalente a 100 teratones de TNT -o bien dos millones de veces más energía que la bomba del Zar, que es el artefacto nuclear más potente generado por el hombre y que tuvo una potencia de 50 megatones, siendo detonada en el Ártico ruso el 30 de octubre de 1961. Al evento de Chicxulub se le atribuye la extinción de buena parte de la vida en la Tierra, en especial, de los dinosaurios.

Otros bólidos han golpeado a la Tierra, como queda de manifiesto en el asteroide de Tunguska, Siberia, que irrumpió en la atmósfera terrestre el 30 de junio de 1908 y que provocó innumerables destrozos, sólo que afortunadamente en una zona escasamente habitada. El guitarrista de la agrupación Queen, Brian May, quien tiene una formación en astrofísica, propuso a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declarar un día oficial para alertar sobre la importancia de los asteroides y fue así que la Asamblea General proclamó en 2016 en la resolución A/RES/1/90 que el 30 de junio sería el día internacional del asteroide. La fecha elegida fue justamente en conmemoración del evento de Tunguska.

En épocas más recientes, el 15 de febrero de 2013, un meteoroide de 17 metros de largo por 15 metros de ancho impactó en la región de Cheliábinsk, al sur de los Montes Urales en Rusia, provocando destrozos y 1 491 personas heridas de las que 100 tuvieron que ser trasladadas a hospitales. La energía liberada por el meteoroide fue de unos 500 kilotones.

Por todo ello, en 2009 se llevó a cabo la Primera Conferencia Internacional de Defensa Planetaria de la Academia Internacional de Astronáutica (IAA) -fundada en Suecia el 16 de agosto de 1960 por Théodór von Kárman. En ella participaron empresas, académicos y científicos especializados en materias como astrometría, dinámica orbital, caracterización física de asteroides y cometas, aerotermodinámica y modelado de impactos, al igual que personas vinculadas a la gestión de riesgos, ingenieros de sistemas, juristas y responsables de misiones espaciales a efecto de analizar el impacto de los asteroides como un elemento a tener en cuenta en sus respectivos ámbitos.

En los terrenos de la defensa planetaria y contrario a lo que propone Hollywood en las producciones donde aborda el tema, la comunidad científica estima que más que dinamitar o atacar con bombas nucleares a un NEO, lo más prudente es “empujarlo” para que siga una trayectoria distinta, evitando así la colisión con la Tierra. El proyecto, desarrollado por la NASA y el Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins se denomina prueba de redireccionamiento de un asteroide doble o Double Asteroid Redirection Test (DART). En el proyecto participan también la Agencia Espacial Europea (ESA), la Agencia Espacial Japonesa (JAXA) y la Agencia Espacial Italiana (ISA). El pasado 24 de noviembre de 2021 fue lanzada la nave DART que se encamina al asteroide doble Didymos que tiene una luna que se llama Dimorphos. El objetivo de la misión DART es chocar contra Dimorphos para cambiar su trayectoria. La colisión se calcula que se producirá entre el 26 de septiembre y el 2 de octubre de este año. Los resultados de esta prueba serán cruciales en el desarrollo de iniciativas encaminadas a la defensa planetaria ante NEOs potencialmente peligrosos para la Tierra.

Los eventos de extinción en masa según Hollywood

Ciertamente Adam McKay no es el primero en volar a la Tierra en mil pedazos en una producción cinematográfica. Hay una tradición en el cine, donde el apocalipsis ha sido un tema recurrente con producciones que varían en narrativas, calidad, costos, efectos especiales y estrellas que participan en ellas. Un evento de extinción en masa (extinction-level event o ELE), si bien en el mundo real es un tema seriamente abordado por la comunidad científica, en el cine no siempre es presentado con la verisimilitud deseada, apostando casi siempre por una narrativa sensacionalista, de heroísmo y sacrificio o, como hace McKay, para defenestrarlo todo.

Sólo para que quede asentado debidamente, los ELE incluyen cualquier cataclismo que conduzca a la aniquilación de la mayor parte de las especies en el planeta y puede incluir la guerra nuclear -tema central de la película Un día después (The Day After) (1983), de Edward Hume y también en Punto límite (Fail Safe) (1964) de Sidney Lumet-; el calentamiento global y la destrucción de la biodiversidad -como se plantea en El día después de mañana (The Day After Tomorrow) (2004) de Roland Emmerich-; las erupciones volcánicas -como se les retrató en El pico de Dante (Dante’s Peak) (1997) de Roger Donaldson y Volcán (Volcano) (1997), de Mick Jackson-; los cambios en los polos magnéticos -tópico central en Tormenta polar (Polar Storm) (2009) de Paul Ziller-; una tormenta en la corona solar – como se sugiere en la producción de Roland Emmerich titulada 2012 (2009)- y claro, un asteroide de gran volumen. Hollywood se ha ocupado mayormente de estos temas, si bien en el presente siglo hay una tendencia a abordar la destrucción del planeta Tierra con mayor frecuencia.

Tan temprano como 1951, en plena guerra fría y antes de que la carrera espacial llegara a su momento cumbre con la puesta en órbita del primer satélite artificial de la Tierra, el Sputnik, el realizador Rudolph Maté en Cuando los mundos chocan (When Worlds Collide), narra el descubrimiento de una estrella errante, Bella, que impactará contra la Tierra. El previsible ELE lleva a que los más acaudalados decidan construir una suerte de arca de Noé para escapar de la destrucción y asentarse en otro planeta que orbita a Bella y que, confían, sea habitable. Como era de esperar, a medida que Bella se aproxima a la Tierra se producen terremotos, tsunamis, huracanes e inundaciones y las personas desean abordar la nave, lo que genera sangrientas confrontaciones. Al final la nave despega, mientras Bella destruye la Tierra y los terrícolas llegan a su nuevo hogar, el cual, como suele pasar en la ficción, resulta que sí es habitable.

Meteoro (Meteor) (1979), es una película dirigida por Ronald Neame con Sean Connery y Natalie Wood en los roles protagónicos. Su argumento se basa en la hipótesis de un estudiante del Massacussetts Institute of technology (MIT) denominado proyecto Ícaro según el cual ante la eventualidad de que un asteroide de gran tamaño amenazara a la Tierra, se contemplaba la defensa planetaria (planetary defense) a través del empleo de los cohetes Saturno V -los mismo del programa Apollo- para atacar al asteroide. Los cohetes portarían cargas nucleares de varios megatones. Pues bien, la película usa ese argumento, en este caso para enfrentar al asteroide Orpheus, el cual fue golpeado en el cinturón de asteroides por un cometa y ello modifica su trayectoria, de manera que chocará con la Tierra, a menos que sea destruido. El científico a cargo de la defensa planetaria es el Doctor Paul Bradley (Sean Connery) quien diseñó una plataforma nuclear en órbita que porta misiles que, sin embargo, resultarían insuficientes para destruir a Orpheus. Entonces EEUU debe negociar con la URSS, que tiene una plataforma similar -y que no reconoce que posee- para que contribuya a atacar al asteroide. A medida que el cuerpo celeste se acerca a la Tierra, sus fragmentos empiezan a causar destrozos y la URSS acepta colaborar. La película tiene un final feliz dado que los misiles de EEUU y la URSS destruyen a Orpheus en una interesante colaboración entre Washington y Moscú quienes, haciendo a un lado sus diferencias, salvan al mundo -¿por qué no pueden hacerlo ahora ante la pandemia?

Armaggedon (Armagedón) (1998) del taquillero Michael Bay es una película muy al estilo de Hollywood, con grandes estrellas, efectos especiales de primera, un héroe sacrificado, un tema musical interpretado por alguna celebridad y una cursi historia de amor. Tras una lluvia de meteoritos que destruyen al transbordador espacial Atlantis, se descubre que un asteroide del tamaño de Texas impactará contra la Tierra provocando su extinción -otro ELE. Así, Harry Stamper (Bruce Willis) -especialista en plataformas petroleras- encabezará la misión con su equipo de colaboradores -ojo, ninguno tiene experiencia en misiones espaciales, pero bueno, así es la historia- para llegar al asteroide, dragarlo y poner una bomba nuclear que lo destruya antes de que llegue a la Tierra. Por supuesto que ante las vicisitudes que suelen surgir respecto al plan original, Stamper es el sacrificado que da su vida para salvar a la humanidad mientras A. J. (Ben Affleck), un empleado de Stamper y Grace (Liv Tyler), hija del héroe, consuman su amor al compás de la canción de Aeromisth I don’t want to miss a thing -¿así o más cursi?

También en 1998 en un tono más serio, Mimi Leder dirigió Deep Impact (Impacto profundo), una producción menos costosa que Armaggedon -ésta implicó una erogación de 140 millones de dólares en tanto Deep Impact costó 80 millones- y que lo más probable es que se haya inspirado en Los Simpson en el episodio 14° de la sexta temporada de la serie denominado “El cometa de Bart.” Como se recordará, Bart es castigado tras hacerle una pesada broma al director Skinner quien lo obliga a ayudarle en su observación astronómica en las madrugadas. Skinner enseña a Bart a usar un telescopio para “peinar” el espacio ultraterrestre y registrar lo que vea, con la idea de identificar algún cuerpo celeste que pudiera ser bautizado con el nombre del propio Skinner. Sin embargo, en una distracción de Skinner, Bart se queda solo y juega con el telescopio para luego mirar a través de él y descubrir un cometa que se aproxima a la Tierra y que es bautizado como “el cometa de Bart.” Skinner monta en cólera, pero lo más grave es que el cometa de Bart es un cuerpo celeste que al chocar con la Tierra provocará un ELE -o por lo menos, destruirá Springfield. Al igual que en Meteor, las autoridades deciden atacar con un misil al cometa con la esperanza de aniquilarlo, pero el misil falla y destruye la única salida de la ciudad. A pesar de ello, Homero confía en que el cometa se desintegrará al ingresar a la atmosfera terrestre, cosa que efectivamente sucede luego de que los habitantes de Springfield se reúnen en una montaña con Ned Flanders para esperar el cataclismo mientras rezan y cantan “¿Qué será será?” Conforme a lo anticipado por Homero, el cometa ingresa a la atmósfera y a medida que la atraviesa se desintegra convirtiéndose en una pequeña piedra que cae a los pies de Bart quien la guarda en su pantaloncillo.

En Deep Impact, Leo Beiderman (Elijah Wood), un adolescente aficionado a la astronomía descubre un cometa y le toma una foto y se la envía al astrónomo Marcus Wolf (Charles Martin Smith) quien se da cuenta de que el cometa -que en lo sucesivo se denominará Wolf-Beiderman- se encuentra en ruta de colisión con la Tierra y provocará un ELE. Es interesante en esta película la colaboración entre EEUU y Rusia -en esos tiempos gobernaba al país eslavo Boris Yeltsin, muy colaborativo con Occidente-, quienes construyen una nave espacial denominada Messiah que buscará destruir al cometa con armas nucleares. Hay que reconocer que Deep Impact fue de mejor manufactura que Armageddon. La misión al cometa Wolf-Beiderman tiene éxito al colocar las cargas nucleares en el cuerpo celeste pero la trayectoria errática del cometa lleva a que, en plena maniobra, un astronauta quede expuesto a la luz del Sol y pierda la vista, en tanto el otro es lanzado al espacio profundo. El resto de la tripulación logra detonar las cargas nucleares pero el cometa se parte en dos y continúa su camino letal a la Tierra. Ahora, a la parte más grande del cometa lo llamarán Wolf y a la más pequeña Beiderman -suena lógico ¿no? Mientras tanto, en la Tierra se rifan lugares para acceder a un refugio subterráneo que obviamente no alcanza a albergar a todos. También hay una historia de amor aquí, aunque menos protagónica que en Armageddon. El caso es que Beiderman llega a la Tierra y daña la costa oriental de Estados Unidos, con impactos en Europa y África y millones de muertos. Ante ello, la tripulación del Messiah decide sacrificarse, encaminándose a Wolf para chocar con él detonando las armas nucleares restantes que porta. Claro, el mensaje final es ¿qué haría el mundo sin Estados Unidos y sus valientes y sacrificados héroes?

En el presente siglo, donde el catastrofismo vende y vende bien, han proliferado las narrativas sobre terroristas, zombis, muñec@s diabólicos, epidemias y pandemias y claro, los ELE. Una película formidable, aterradora, inteligente y bella en su cinematografía y musicalización es Melancolía (Melancholia) (2011) del siempre controvertido Lars von Trier. A diferencia de todas las películas citadas, Melancolía recibió elogios en Cannes y en diversos festivales de cine de todo el mundo. Filmada en Suecia y musicalizada con Tristén e Isolda de Richard Wagner, proyecta un ambiente depresivo de principio a fin, pero al mismo tiempo de una belleza indescriptible. ¿Qué haría Usted si supiera que el planeta Melancolía, con una trayectoria errática desestimada originalmente por los astrónomos, se enfila en ruta de colisión con la Tierra para generar un ELE? No hay a dónde ir, nadie tiene escapatoria. Justine (Kirsten Dunst, en una de sus más celebradas caracterizaciones) contrae nupcias con Michael (Alexander Skarsgard). Su hermana Claire (Charlotte Gainsbourg) está casada con John (Kiefer Sutherland) y tienen un hijo, el pequeño Leo (Cameron Spurr). En la fiesta para celebrar la boda de Justine y Michael, Justine observa en el cielo una estrella muy brillante. Su cuñado, el acaudalado John, aficionado a la astronomía, le explica que se trata de Antares. Justine cuyo jefe le pide elaborar un slogan publicitario que debía dar a conocer en plena fiesta rechaza hacer lo que los demás le dicen, insulta a su jefe y engaña a su esposo con un compañero de trabajo. Michael se va y Justine entra en una profunda depresión. Al día siguiente, Antares ha desaparecido en el cielo y John explica que esto se debe a que el planeta Melancolía, que tiene una trayectoria errática, evita que Antares sea visible. John también comenta que, según los astrónomos, Melancolía pasará cerca de la Tierra pero no colisionará con ella. Claire, preocupada por los dichos de John busca información en internet donde encuentra que el planeta Melancolía se dirige a la Tierra y generará un ELE. John trata de tranquilizar a Claire mientras discretamente reúne alimentos y combustible. En un primer momento, Melancolía pasa cerca de la Tierra sin dañarla. Sin embargo, al poco tiempo, Melancolía se reposiciona en ruta de colisión con el planeta azul. Aquí la película se torna fascinante: Justine, una mujer muy perturbada y deprimida empieza a asumir sensatez ante lo que sucede, mientras que Claire, normalmente solvente en términos emocionales, comienza a enloquecer. John se suicida. Al final, Justine, Claire y Leo se reúnen en el jardín de la casa al amparo de una “cueva” construida con ramas, juntando sus manos mientras Melancolía destruye a la Tierra. Para responder la pregunta: si Usted supiera que todos van a morir, seguramente querría pasar sus últimos momentos con sus seres queridos. Eso es lo que Justine, Claire y Leo hicieron.

Más en el tenor de una comedia romántica, Buscando a un amigo para el fin del mundo (Seeking a Friend for the End of the World) (2012) de Lorene Scafaria también versa sobre un ELE. Los medios informan que la misión para destruir al asteroide Matilda ha fracasado y que el cuerpo celeste se dirige a la Tierra y la destruirá. En medio del pánico que genera la noticia, Dodge (Steve Carell) recuerda al amor de su juventud, Olivia, a quien desearía ver antes del fin del mundo. Su vecina Penny (Keira Knightley), rompe con su novio por no permitirle viajar a Inglaterra para que ella esté con su familia. Dodge promete ayudar a Penny a ir a Inglaterra si ella le ayuda a encontrar a Olivia. En medio del pánico ante lo que se avecina, Dodge y Penny establecen lazos afectivos y al final terminan juntos mientras Matilda destruye al mundo.

Desde España, David Galán Galindo, Pablo Vara, Roberto Pérez Toledo y Javier Botet ensamblan cuatro historias cuyo punto de contacto es el fin del mundo a la luz del ELE que generará un meteorito. Al final todos mueren (2013) consta de cuatro historias distintas con una duración cada una, de unos 20 minutos. Cuando faltan 42 días para el ELE, un asesino serial tiene a su última víctima a la que tiene planeado ejecutar en su idea de ganar fama tras la masacre de 100 mujeres. En esas está cuando los medios dan a conocer que el fin del mundo se aproxima y todo pierde sentido para el asesino. La siguiente historia se ubica a 13 días del impacto, en que un grupo de románticos declara su amor a cuanta persona conoce para pasar los últimos días de sus vidas cachondeando. La tercera historia ocurre a 8 días del cataclismo y en ella un grupo de amigos intenta ingresar a un supuesto refugio para salvarse. En la última historia, a 3 horas del fatal choque, un joven fanático de los cómics tiene la intención de pasar lo que le resta de vida con sus entrañables colecciones, pero su idílica idea se ve frustrada cuando se topa con una mujer embarazada a quien ya se le rompió la fuente y con la que entabla un diálogo filosófico y existencialista.

La animación también se ha ocupado del tema. La era de hielo 5: choque de dos mundos (Ice Age: Collision Course) (2016), de Mark Thurmeier cuenta la historia de cómo la ardilla Scrat (Chris Wedge) es enviada al espacio ultraterrestre en una vieja nave espacial para enterrar su bellota pero en el proceso accidentalmente envía un asteroide gigante a la Tierra. A fin de evitar el cataclismo, Manny (Ray Romano), la manada y Buck (Simon Pegg) deberán arriesgar sus vidas para impedir semejante desenlace.

De manera más reciente El último refugio (Greenland) (2020) de Ric Roman Waugh, cuenta la historia del ingeniero John Garrity (Gerard Butler), quien visita a su hijo de siete años para celebrar su cumpleaños. John está separado de su esposa Allison (Morena Baccarin). En las noticias se informa que un fragmento del cometa Clarke que debería haber caído en Bermudas incursiona en Tampa, Florida, eliminando el lugar. En ese marco John recibe un extraño mensaje del Departamento de Seguridad Interior de EEUU donde se le pide siga instrucciones para ir a una base militar y sea llevado con su familia a un refugio. Los vecinos informan a Garrity que Clarke es un ELE. La película es vertiginosa. Evidentemente todos quieren acceder a la base militar. Sólo las personas sanas pueden hacerlo. El problema es que el hijo de John es insulinodependiente y no califica para ser llevado a un refugio porque se espera que los supervivientes sean personas sanas. Los fragmentos de Clarke causan destrozos en todo el mundo y se espera lo peor cuando la porción mayor del cometa impacte en Europa. Tras diversas peripecias, robos de identidad y problemas de todo tipo John y su familia se las arreglan para arribar a Groenlandia -sí, la misma que le quería comprar Donald Trump a los daneses, quizá porque algo de esto sabía- donde hay un refugio que permitirá a los ocupantes sobrevivir ante el choque de Clarke. John, su familia y las personas que los acompañan alcanzan a ingresar al refugio antes del cataclismo. Tras el impacto, todos salen a la superficie para constatar, gracias al contacto que Groenlandia hace con otros refugios, que la atmósfera terrestre se está limpiando y será posible reconstruir el mundo tras la devastación.

No mires arriba y la destrucción del mundo por indiferencia

Hasta aquí las películas referidas al fin del mundo por amenazas procedentes del espacio ultraterrestre. Ahora toca el turno a la ya citada producción de Adam McKay, No mires arriba (Don’t Look Up). A todas luces está inspirada en una de las grandes joyas de la cinematografía mundial, Dr. Insólito o: cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba (Dr. Strangelove or: How I Learned to stop Worrying and Love the Bomb) (1964) del enorme Stanley Kubrick en la que un general que considera que la Unión Soviética está volviendo comunistas a todos, decide atacar a los soviéticos con bombas nucleares. Su ayudante, el Capitán Mandrake, busca la manera de evitar el bombardeo. El Presidente de Estados Unidos, por su parte, se esmera por convencer a los soviéticos de que todo se trata de un error. Peter Sellers que encarna a tres personajes (el Presidente de EEUU, el Capitán Mandrake y el Doctor Strangelove, asesor del mandatario) se lleva las palmas en una historia que termina con la aniquilación del mundo tras un ataques nucleares mutuos. La narrativa empleada por Kubrick incluye a la sátira y el humor negro, que fue recuperada por McKay para su No mires arriba, producción de Netflix con un presupuesto de unos 75 millones de dólares -que a la fecha ha recaudado 10 veces ese monto- y que incluye un elenco multiestelar encabezado por Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep y Cate Blanchet, entre otras vacas sagradas de Hollywood.

En la película, dos científicos, el Doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio en una estupenda interpretación) y la estudiante de doctorado Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubren un cometa que colisionará con la Tierra y producirá un ELE. A partir de su descubrimiento que lleva a denominar al cuerpo celeste como cometa Dibiasky -reminiscencia del cometa de Bart Simpson-, ambos emprenden acciones para alertar a las autoridades y a la población a través de los medios de comunicación sobre lo que se avecina. Llegan hasta la Casa Blanca, donde la presidenta Janie Orlean (Meryl Streep) desestima las advertencias de Mindy y Dibiasky. Orlean por momentos pareciera una Donald Trump, sólo que ahora en lugar de desestimar la pandemia del COVID-19, descalifica las evidencias científicas sobre el destructivo cometa.

A continuación, Mindy y Diviasky emprenden una gira informativa y deciden ir a un importante programa de televisión donde los conductores Brie Evantee (Cate Blanchet) y Jack Bremmer (Tyler Perry) se dedican a trivializar las advertencias de los científicos. Dibiasky pierde los estribos y Evantee inicia una relación con Mindy, alejándose de la descubridora del cometa. Cuando la presidenta Orlean determina que impedir el cataclismo le ayudará a reelegirse, decide apoyar una misión encabezada por el Coronel Benedict Drask (Ron Perlman) para destruir el cometa. Tras el lanzamiento de los cohetes encargados de pulverizar al cometa Dibiasky, la presidenta Orlean decide abortar la misión al ser informada por el empresario de las tecnologías de la información Peter Ishewell (Mark Rylance) -cuyo perfil encaja perfectamente con el de Elon Musk- que el cometa tiene un enorme valor por los minerales raros que se encuentran en él, por lo que el plan ahora consiste en partir en pedazos el cometa y recuperar sus fragmentos para hacer un negociazo. Mindy, quien es marginado de todos estos planes, aun así es investido por la presidenta como asesor científico para legitimar, ante el público, sus acciones. Le pasa un poco lo que al Doctor Anthony Fauci en la administración de Donald Trump, cuando el afamado médico advertía de los peligros del SARSCoV2 y convocaba a tomar medidas que el defenestrado mandatario republicano, simplemente ignoró. Llega el momento en que Mindy decide romper con la presidencia y con la periodista, harto de la frivolidad que todos ellos muestran ante el ELE. Cuando el cometa se torna visible en el cielo, Mindy y Dibiasky exhortan a las personas a que “miren arriba” para corroborarles que la destrucción del mundo ocurrirá en breve. La presidenta, en cambio, encabeza la campaña “no miren arriba”, instando a la ciudadanía a que no se deje manipular por personas que les ordenan lo que deben hacer. Este es un guiño al movimiento anti-vacunas frente a la campaña mundial de inmunización contra el COVID-19: los anti-vacunas señalan que los biológicos son nocivos -Miguel Bosé dixit-, que son libres de decidir si se vacunan o no, que se violan sus derechos humanos si se les somete al pinchazo, etcétera.  En No mires arriba, las redes sociales explotan ante el hashtag #dontlookup mientras que el cometa cada vez está más cerca de destruir a la Tierra. Faltando poco tiempo para que eso suceda, y ante el fracaso de diversas misiones de países que pretenden pulverizar al cometa con cohetes y armas nucleares -como en Meteoro- Mindy decide reconciliarse con su esposa y reunirse con sus hermanos y amigos para pasar con ellos las últimas horas. La presidenta Orlean y el magnate Ishewell abordan una nave del segundo que llevará a un selecto grupo de poderosos a otro planeta en un viaje que durará varios miles de años y en el que los tripulantes hibernarán durante el trayecto. Es una especie de arca de Noé, como la de Cuando los mundos chocan. La presidenta llama a Mindy para ofrecerle un par de asientos en la nave pero él rechaza la oferta. El jefe de gabinete de la Presidenta, Jason, quien es también hijo de la mandataria, es olvidado por accidente durante la evacuación. La nave parte y el cometa Dibiasky destruye la Tierra. En la parte final de la película tras varios miles de años se observa que la presidenta Orlean y todas las personas que hicieron el viaje, arriban a un planeta que parece ser habitable. Sin embargo, en él viven unas extrañas criaturas, los bronterocs que devoran a la Presidenta y, presumiblemente harán lo mismo con todos los recién llegados. La ironía es que en la Tierra, Jason Orlean es el único sobreviviente del cataclismo y planea tuitearlo a todo mundo aunque el chiste se cuenta solo -ya no hay público que le diga ¡felicidades por no morir!.

El mundo de hoy según No mires arriba

No mires arriba parte de una crítica a las sociedades del siglo XXI: hipercomunicadas pero desinformadas. Los políticos, como ocurre con la presidenta Orlean, deciden exclusivamente para el beneficio personal, sin importar quiénes ni cuántos mueran. La comunidad empresarial ve un negocio en cada desgracia y su lógica es el lucro llevado al extremo. La ciencia es menospreciada: a nadie le importan las evidencias de los astrónomos. Es la crisis absoluta y total de las instituciones. El nombre del juego es: nadie tiene razón, a nadie se le puede creer. Peor aún: todos piensan que pueden seguir adelante con sus vidas, sin tener presente que todo lo que está ocurriendo les afecta y, eventualmente, los puede exterminar.

McKay ya había abordado la crisis de las instituciones de manera magistral en La gran apuesta, donde cuenta cómo se fomentó la famosa burbuja especulativa con el pleno conocimiento de las autoridades, llevando a la ruina a personas que lo perdieron todo y que se transformaron en lo que la realizadora Chloé Zhao convirtió en un verídico pero devastador recuento sobre los nuevos nómadas en el largometraje Tierra de nómadas (Nomadland) (2020) que le valió a Frances McDormand su tercer Oscar.

Sobre la corrupción de la clase política, McKay también había abundado en El vicio del poder, donde muestra a un siniestro, cínico y corrupto vicepresidente Dick Cheney (Christian Bale) tomando prácticamente todas las decisiones en la administración de George Bush Jr. (Sam Rockwell) conforme a sus muy particulares y mezquinos intereses. Por su caracterización como Cheney, Christian Bale recibió el Globo de Oro y en su discurso agradeció a Satanás por inspirarlo para encarnar al ex vicepresidente estadunidense -y a decir verdad, se quedó corto el actor al referirse al maléfico Cheney.

Esta trilogía de McKay integrada por La gran apuesta, El vicio del poder y No mires arriba, debe verse como parte de un todo: crisis y corrupción de las instituciones, cinismo e irresponsabilidad de los políticos y una sociedad desamparada que opta por no creer ni en unas ni en otros, pero que a la vez está expuesta a la manipulación de políticos e intereses empresariales sin escrúpulos. La ciencia, cuya importancia normalmente debería ser reconocida, se reduce a un uso instrumental por las clases políticas. El problema es evidente: cuando la ciencia se politiza, las sociedades pierden y mucho. La actual pandemia así lo corrobora.

Al final del día, posiblemente Lars von Trier tenía razón. Cuando el errático planeta Melancolía está por impactar contra la Tierra, Justine le dice a Claire: “la Tierra es mala. Nadie la va a extrañar.” 10 años después, en No mires arriba, Adam McKay llega a la misma conclusión, o casi. No es que nadie vaya a extrañar a la Tierra: es que, en primer lugar, a nadie le importó.

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