Con verdadero temor veo como, inexorablemente, se acerca el 1 de septiembre. Espero, como ya lo ha dicho Adán Augusto López (corcholata mayor), que el primer día de este noveno mes del año nos apliquen, con o sin iniciativa preferente y con cambios a las leyes secundarías (que según ellos no contradicen a la Constitución), la propuesta de que la Guardia Nacional pase a depender explícitamente de la SEDENA. A ver, vamos por partes. Según esta chicanada, literalmente de cuarta, las modificaciones a las leyes secundarias no requieren de una reforma Constitucional, por lo tanto, MORENA y sus aliados podrán llevar a cabo esta trapacería. Nada de negociar con la oposición ni cosa que se le parezca. Va a salir porque va a salir y porque así lo dictó el jefe supremo y ya. Sin cambiarle ni una coma de ser posible, como generalmente ha sucedido. Y de nada servirá que los legisladores de oposición hablen durante horas para tratar de evitarlo, o que los expertos, medios de comunicación y opinadores digamos que es anticonstitucional y un peligro para la democracia en México. Caiga quien caiga…así mero será.
Desde que comenzó este intenso “flechazo” entre las fuerzas armadas y el presidente, bien que sabemos que la figura de la secretaria de Seguridad es meramente decorativa y que a partir de que AMLO decidió crear la Guardia Nacional esta ha obedecido solo a los uniformados. En el caso anterior, el de Alfonso Durazo, por mirar hacia otro lado fue generosamente premiado con la candidatura al Gobierno de Sonora (que ganó…claro). Ahora, la Sra. Rosa Icela, que ha resultado una excelente asistente personal y lectora de informativos, tantito más y tendrá su recompensa. Así que los 114 mil soldados (que tan ineficientes han sido en el combate a la violencia) y que conforman este cuerpo totalmente militarizado podrán estar al fin felices, ya llegó el momento de fuera máscaras y al fin sus jefes serán abiertamente sus generales.
El 1 de septiembre será además de todo lo anterior, el día de gran homenaje al presidente, como en los viejos tiempos. Ha tenido logros (según los spots que se repiten en medios de comunicación uno tras otro, millones de veces al día en todos los medios de comunicación) que muestran que las cosas van requetebién. La pandemia ya se acabó (hay que avisarle a la OMS), los índices de violencia han bajado significativamente (hay que avisarle al INEGI y a los habitantes de BC, Zacatecas, Michoacán, Chihuahua y a casi todos los estados del país), el AIFA permitió ahorrar 100 mil millones de pesos y es el más importante de Latinoamérica (ningún aeropuerto de México aparece como uno de los 10 más importantes del mundo), el agua ya no está privatizada (órale, no me había enterado de que había pasado eso), la salud ya no es un privilegio, es un derecho (espero después de cuatro años de fracasos y desabasto que al fin aparezcan los medicamentos en los hospitales públicos) y, desde luego, ya no hay corrupción (Pío, Delfina, Bartlett; la casa gris de Houston, Irma Eréndira, Segalmex y un largo etcétera). Caray, que mensajes tan ¡increíbles! con motivo del enésimo informe de gobierno y eso que no comenté todos. En verdad, que logros tan formidables.
Desde luego que no somos iguales señor presidente. Eso no tenía usted ni que decirlo. Somos muchos los mexicanos que estamos cansados de tanta hipocresía y de las gigantescas mentiras pronunciadas día tras día en las mañaneras por usted. Y ahora nos regala, presidente, con mentiras posproducidas por su gobierno y seguramente por Epigmenio. Terrible.
Definitivamente, tiene usted mucha razón en algo: no somos iguales, afortunadamente.